«Querido gato, tus orejas están dobladas del revés, por lo que sé que no estás escuchando una palabra que no estoy diciendo.»
Introducción
«Son exactamente como nosotros menos nuestras inútiles facultades mentales y pulgares.»
Bob Tarte
Cuando me pidieron una guía para principiantes sobre el arte de la persuasión, pensé: gatos . Luego pensé: terrible idea . Persuadir a las personas es difícil. ¿Persuadir a los gatos? Muchísimo más difícil, pues los gatos figuran entre los mejores negociadores del mundo. Son maestros en el oscuro arte de la persuasión.
Siendo yo mismo un amante de los gatos, cuento con la experiencia personal de discutir con ellos. Aunque he escrito un superventas sobre persuasión, aún sigo perdiendo la mayoría de mis discusiones con mis dos gatos, Maturin y Killick .
Entonces ocurrió algo que me hizo cambiar de opinión. Estaba dirigiendo un taller sobre persuasión en una agencia publicitaria de Londres. Durante una pausa para consultar mis correos electrónicos, pedí prestado el despacho de la directora artística, Natalie Palmer-Sutton. Sus paredes estaban cubiertas con arte gatuno. Los cuadros parecían como si Natalie hubiera atravesado las hermosas caras de sus gatos y hubiera penetrado en sus intrincadas almas. Si ella era capaz de hacerlo, pensé, yo también podía aceptar el desafío. Quizá pudiese desvelar sus ingeniosos trucos para cautivar y convencer. El esfuerzo merecería la pena. Si pudiésemos aprender a persuadir a un gato, entonces cualquier humano —un amigo, un ser querido, un jefe, ¡incluso un adolescente, por el amor de Dios!— se rendiría ante nuestra magia.
Le imploré a Natalie que trabajásemos en equipo. Trataríamos de hacer reír a la gente mientras le enseñábamos los mejores secretos para persuadir a alguien. Incluidos los gatos. Este libro es el resultado.
«Espera —dice una persona que no tiene gatos—. Los gatos no hablan. »
Claro que hablan. Ronronean. Maúllan. Conocemos uno que emite gruñidos de felicidad cuando come. Cierto es que la mitad de las veces no sabemos exactamente de qué hablan los gatos. Pero ¿de quién es la culpa? Además, la mitad de las veces tampoco sabemos de qué están hablando los humanos . Tanto los gatos como las personas dicen tonterías con frecuencia. Ambos se comportan a menudo de forma ilógica. Pero, si conocemos unos cuantos trucos, podremos llevarnos bien hasta con el más terco e insensato de los gatos o de los humanos.
Esta es la teoría que subyace a la retórica, el arte de la persuasión. Inventada hace casi tres mil años por los ingeniosos griegos, la retórica fue estudiada por lumbreras de la talla del filósofo Aristóteles. Este escribió el libro clásico sobre el tema, una vez concluidos sus célebres tratados de lógica. Aristóteles se percató de que, si bien la lógica es excelente y noble, y una manera magnífica de hacer que un amigo parezca un idiota babeante, en la mayor parte de los casos un argumento perfectamente lógico no logra persuadir. Aristóteles y los retóricos que le sucedieron descubrieron que otros factores se revelan más eficaces a la hora de convencer a las personas, a saber: nuestras emociones, nuestras identidades y la gente con la que andamos. Este libro, basado en muchos años dedicados al estudio de la retórica —y a la observación de los gatos, esos maestros del arte—, te enseñará a servirte de estos factores para convencer a los humanos (y a los gatos).
Ten presente que los gatos no son tan inocentones como nosotros. Al ser más cautos y escépticos, tienden a ser más sabios que los humanos, especialmente en lo que atañe a las relaciones entre ambas especies. No obstante, los gatos no son más lógicos que los humanos. Los mismos trucos retóricos pueden funcionar con ambos. Aprender a discutir con los gatos no solo mejorará tus relaciones con los gatos, sino que te ayudará asimismo a llevarte bien con los humanos.
Las técnicas persuasivas de los gatos podrán protegerte también contra los trucos que emplean contigo los vendedores, los políticos y los marrulleros de todo pelaje. Al igual que estas personas, los gatos son diestros manipuladores capaces de convencerte de casi cualquier cosa sin apenas mediar palabra. Pueden conseguir que dejes lo que tengas entre manos para jugar con ellos. Pueden lograr que les sirvas la comida mucho antes de la hora. Pueden hacer que te sientes en este preciso momento y les ofrezcas un regazo.
Otra cosa es tratar de que un gato haga lo que tú quieras.
Aunque resulta difícil, es posible convencer a un gato. Y, después de eso, convencer a los humanos es pan comido. Solo necesitas aprender las destrezas persuasivas de este libro. Te enseñaremos a:
- Mantener una conversación inteligente, una de las pocas cosas que resulta más fácil hacer con un gato que con un humano.
- Discutir lógicamente, aunque tu oponente sea peludo e irracional.
- Detectar una falacia (la bola de pelo de la lógica).
- Hablar con el cuerpo. (Esto se les da muy bien a los gatos.)
- Dominar el decoro, el arte de encajar con los gatos, los capitalistas de riesgo o los humanos.
- Aprender de los depredadores a aguardar el momento oportuno para saltar.
- Conseguir que alguien haga algo o deje de hacerlo.
- Granjearte el respeto y la lealtad de cualquier criatura.
Las herramientas para lograr estas proezas provienen de Aristóteles y de los demás maestros en el arte de la persuasión. Confiamos en que este libro facilite la práctica de este arte. Las herramientas que contiene son simples, por más que los gatos no lo sean. Una vez que las manejes con soltura, podrías plantearte la posibilidad de aprender más sobre la retórica en ¡Gracias por discutir!
Mientras tanto, relájate. Una discusión no tiene por qué llevar a escupir ni a arañar. Recuerda que un regazo agradable permite llegar lejos. Y, como muestra el capítulo siguiente, el primer paso para resolver una discrepancia consiste simplemente en ser agradable y conciliador.
Jay Heinrichs
SABIDURÍA GATUNA
En caso de duda, mantén una cara impasible.
Los gatos raramente cambian de expresión. Esa es una de las razones por las que parecen tan dignos. Eso les ayuda también a ocultar sus ardides.
1. Practica la actitud conciliadora: el ronroneo genial
Convierte un desacuerdo en una hermosa relación
«Errar es humano, ronronear es felino.»
Robert Byrne
Lo primero que saben todos los gatos, y que tú también deberías saber, es que una discusión no es una pelea. En una pelea, tratas de vencer . Quieres dominar a la otra persona y hacer que reconozca su derrota. El perdedor en una pelea nunca está muy contento de haber perdido.
En una discusión, tratas de convencer a la otra criatura. Consigues que tu oponente acepte una solución o tome una decisión. Aunque tanto la pelea como la discusión parten de un desacuerdo, solo la discusión puede dejar satisfechas a las dos partes. ¿Cómo? Alcanzando un acuerdo que beneficie a ambas. En la mejor clase de discusión, ambos lados creen haber salido ganando.
El gato conoce la diferencia por instinto. Cuando te hinca los dientes, tiene intención de pelear. Tal vez esté jugando a pelear, pero se trata de una pelea en cualquier caso. No está interesado en una útil conversación. Su objetivo es vencer en la pelea.