Obras Reunidas
Volumen I
Iván Illich
Revisión de
VALENTINA BORREMANS
JAVIER SICILIA
Traducción de
“Prefacio”,
JAVIER SICILIA
Alternativas
ERNESTO MAYANS, MARÍA TERESA MÁRQUEZ,
MATEA PADILLA DE GOSSMAN, ELIANA BAYTELMAN,
CARLOS R. GODARD BUEN ABAD
La sociedad desescolarizada
GERARDO ESPINOZA, JAVIER SICILIA
Energía y equidad
IVÁN ILLICH, VERÓNICA PETROWITSCH
La convivencialidad
MATEA PADILLA DE GOSSMAN, JOSÉ MARÍA BULNES
Desempleo creador
IVÁN ILLICH, VERÓNICA PETROWITSCH
JAVIER SICILIA
Némesis médica
JUAN TOVAR
Primera edición, 2006
Primera reimpresión, 2011
Primera edición electrónica, 2013
La historia editorial de los libros que se incluyen en estas Obras reunidas I se refiere en la “Nota bibliográfica”
D. R. © 2006, Valentina Borremans
D. R. © 2005, Fondo de Cultura Económica
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ISBN 978-607-16-1352-3
Hecho en México - Made in Mexico
ÍNDICE
PREFACIO
JEAN ROBERT Y VALENTINA BORREMANS
Iván Illich —el hombre, tanto como el autor— estuvo muy presente en México durante las décadas de 1960 y 1970. Popularizó el término “convivencialidad”, del que poca gente sabe que tomó de Brillat-Savarin. Sus obras más leídas eran Alternativas, La convivencialidad, La sociedad desescolarizada y Némesis médica. Esta última fue el origen de célebres debates cuyo tema era la contraproductividad de las instituciones modernas: más allá de ciertos umbrales, las instituciones productoras de servicios, como las escuelas, las carreteras y los hospitales, alejan a sus clientes de los fines para los que se concibieron. Esta contraproductividad está en relación directa con su tamaño y con la intensidad de la dependencia hacia ellas. La escuela paraliza el aprendizaje libre en la medida en que se alarga el tiempo de confinamiento obligatorio en sus recintos. El tránsito de vehículos motorizados impide el uso de los pies en la medida en que más dinero se invierte en la construcción de carreteras. La medicina amenaza la integridad personal de los pacientes en la medida en que el diagnóstico de los médicos penetra más profundamente en el cuerpo y amplía la lista de las enfermedades reconocidas por la seguridad social. En la medida en que la construcción de viviendas se planifica y se normaliza, es menos fácil construir una pequeña casa o repintar uno mismo la fachada de la que posee.
Iván Illich fue el más lúcido de los críticos de la sociedad industrial. Quiso escribir su epílogo y lo hizo. En otro tiempo, famosas en México y en el mundo, las “tesis de Illich” tal vez se han olvidado, pero nunca se les ha invalidado. Después de ellas, la sociedad industrial perdió toda justificación teórica. Esa sociedad se mantiene de pie gracias al debilitamiento de sus miembros y al cinismo de sus dirigentes. Más que debatir las tesis que la perturban, la ostra social se ha protegido de ellas aislándolas. Es tiempo de afirmar que la obra de Illich no es una perla rara, sino una reflexión fundada sobre un sólido sentido común. Hay que romper la ganga en la que se le ha encerrado para liberar su inquietante contenido. Cuando los bienpensantes creían todavía en las promesas del desarrollo, Illich mostró que esa brillante medalla tenía un reverso siniestro: el paso de la pobreza a la miseria, es decir, la dificultad creciente para los pobres de subsistir fuera de la esfera del mercado. Sus libros vinieron a sacudir la sumisión de cada uno al dogma de la escasez, fundamento de la economía moderna.
Sin embargo, a partir de 1976, Illich dejó de ocupar “la primera plana” de los periódicos y de dialogar con los grandes de este mundo. Su presencia en México se hizo cada vez más rara, de suerte que la segunda mitad de su vida, desde 1976 hasta su muerte, el 2 de diciembre de 2002, es para muchos un mar desconocido del que emergen eventualmente dos islas: El género vernáculo (1983) y En el viñedo del texto, etología de la lectura: un comentario al “Didascalicon” de Hugo de San Víctor (1991), publicado por el FCE en 2002. Esta etapa fue en realidad de una extraordinaria fecundidad. En el momento en que se alejaba de las candilejas, Illich dejaba sitio a Iván, el amigo hospitalario, el colega cuya intuición abría nuevas pistas y alentaba por su ejemplo, sus consejos y sus correcciones, la prolongación de conversaciones en indagaciones disciplinadas. Este periodo se refleja tanto en los trabajos de sus amigos y colegas como en los suyos mismos.
Presentar a Iván Illich hoy en día incita a trastornar el orden biográfico usual que, después de haber recordado al Illich conocido del público, levantaría tímidamente el velo sobre el Iván amigo, el gran rastreador de ideas, el “inventor de la ciencia que aún no existe”. Detrás de la aparente heterogeneidad de temas de la personalidad pública Illich y del amigo Iván, hay una unidad subyacente que este prefacio deberá revelar.
La riqueza de los temas que Iván Illich abordó es rapsódica, un término que él amaba particularmente por su evocación del mundo de la oralidad: Homero ¿no era, más que un “poeta oral”, un rápsoda? En En el viñedo del texto, Illich se revela como gran historiador de la relación entre oralidad y escritura. Al reanudar el hilo de la tradición iniciada por Marcel Jousse, Milman Parry y Albert Lord, luego continuada por Eric Havelock o Walter Ong, se interesa en los vínculos que unen la mentalidad oral y las formas de pensamiento propias de la escritura alfabética y sólo de ella. Dejando de lado el mundo de las escrituras ideográficas o silábicas, manteniéndose, por lo tanto, estrictamente en el interior de la galaxia del alfabeto, Illich constata que la relación entre lo dicho y lo escrito adquiere un rostro diferente en cada época histórica nueva. Esta historicidad afecta tanto el objeto de la lectura (el codex o la página) como el acto de la lectura (la emisión de sonidos por la garganta) y la vivacidad de la expresión oral de los que no escriben ni leen. Para estudiar esta trilogía, Illich forja los términos “tecnología de la escritura”, “etología de la lectura” y “alfabetización laica de la mentalidad oral”. El primero concierne a la confección del soporte material —por ejemplo, la página—, y al arreglo de las letras en él, el segundo describe las actividades motrices asociadas con el acto de leer, mientras que el tercero analiza la sombra proyectada por la escritura y la lectura sobre el mundo que permanece oral.
En la primera mitad del siglo XII, Francia conoció un trastorno que inició un verdadero maremoto en todo el Occidente cristiano. Definido como el nacimiento de la filosofía escolástica o como el paso de la época románica a la época gótica, esta gran transformación puede vincularse con una serie de cambios en el arte de escribir y de leer, y con sus repercusiones en el mundo de la oralidad.