Seducción secreta
Seducción secreta
I VÁN R ODRÍGUEZ D UCH
y
M ARTÍN P ABLO A LBAMONTE
Colección: Manuales de seducción
www.manualesdeseduccion.com
Título: Seducción secreta
Autores: © Iván Rodríguez Duch y Martín Pablo Albamonte
Copyright de la presente edición: © 2012 Ediciones Nowtilus, S.L.
Doña Juana I de Castilla 44, 3º C, 28027 Madrid
www.nowtilus.com
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ISBN-13: 978-84-9967-350-9
Fecha de edición: Mayo 2012
Las mujeres a las que anuncio que me he apuntado a un curso de seducción me advierten de que voy a tirar mi tiempo por la borda. «No hay técnicas para aprender a seducirnos», me dicen. «Mejor contrata una prostituta, así te ahorras problemas». Sin embargo, a los amigos a los que pongo al tanto del curso me escuchan con asombro. Están de mi lado. «Si hubiera sabido antes de estos talleres», se lamenta uno. «Pero ahora estoy casado, joder».
El curso al que asistí es el único en el mundo que empieza a las diez de la noche y termina a las cinco de la mañana. Consiste en tres jornadas intensivas impartidas en la Escuela de Seducción Secreta, dieciocho horas en total, con seis de práctica en discotecas. Desde que abrió sus puertas en 2006, ya han pasado por sus aulas seiscientos hombres y muchos no paran de romper muelles de la cama. Otros se casaron, perdieron la virginidad o tuvieron hijos y un puñado hacen malabares para mantener siete noviazgos.
Es un viernes por la noche, el momento en el que cualquiera de nosotros estaría tomando vino o rascándose la barriga en casa. Sin embargo, aquí estamos, pegados a los pupitres, bolígrafo en mano: diez tipos que han sobrepasado la treintena –uno viajó especialmente desde su lugar de origen, a más de mil kilómetros de distancia–, a la espera de un milagro.
La conquista es un proceso largo, penoso y complejo, como la digestión. Algunos alumnos pueden tener bloqueos en distintos órganos y otros hasta dificultades para llevarse comida a la boca.
En la primera clase, cada alumno presenta en público la historia de su fracaso. El primero dice: «Siento que entre las mujeres y yo hay un muro». Otro jura y perjura que cuando se acerca a una chica que le gusta, le transpiran las manos y le dan palpitaciones. Otros superan el miedo pero no logran completar el ciclo: «Yo salí un tiempo con una stripper, me partió el corazón y quedé destrozado. Desde entonces, me estanqué». «Yo me acerco a las mujeres y les pregunto: ¿Dónde está la parada del bus 160? Pero después me congelo, ¿sabes?». «Te entiendo», le dice un instructor. «Pero deja de decir “sabes” cada dos por tres. Es señal de inseguridad».
El último en presentarse es el más sincero de todos: «Vengo aquí porque no me quiero conformar con masturbarme toda la vida». Y es cierto: masturbarse es como jugar al frontón. Tarde o temprano, uno quiere salir a la cancha. Sin embargo, antes de darle a la raqueta, hay que acostumbrarse a recibir unos cuantos pelotazos.
Para esto existen las escuelas de seducción, diseñadas con el fin de afrontar los pelotazos en contra y afinar la puntería con la raqueta. Seducción Secreta es la primera abierta en toda Latinoamérica. Además del curso intensivo de seducción, imparten lecciones de magia con trucos pensados para seducir, cursos de moda que incluyen salidas de compras, entrevistas a mujeres y hombres expertos en seducción, cursos a distancia a través de internet y clases prácticas en centros comerciales, plazas, after hours y discotecas con grupos reducidos. Además, desde hace poco imparten cursos a domicilio cara a cara: ocho horas de acompañamiento con instructores durante quince días seguidos. «Empezamos esta semana con un brasileño que viene a pulir algunas cosas», dice Iván Rodríguez Duch, uno de los instructores. «Tiene éxito con las mujeres. Pero ahora su objetivo es conquistar modelos».
En Latinoamérica existen miles de hombres pertenecientes a la comunidad de seductores y se estima que en el mundo son ya más de medio millón.
El arte de la seducción es una cosa seria. En Estados Unidos, donde surgieron las primeras escuelas, los profesores hablan en universidades y colaboran en prestigiosos medios de comunicación. En nuestro curso, los instructores citan a Henry Ford, Osho, Daniel Goleman, Jack Lawson, Anthony Robbins, y a Dale Carnegie y Reneau Peurifoy, dos gurús de la autosuperación.
En la primera clase, se habla de psicología evolucionista, de los monos antropomorfos y del origen de la timidez. Al parecer, el miedo patológico a acercarse a las mujeres se remonta a los tiempos en que usábamos taparrabos. Como en cada tribu había escasez de chicas, si uno erraba su única oportunidad de amor, lo más probable era que pasara toda su vida teniendo sexo con chimpancés. De ahí el miedo. Pero los tiempos han cambiado. Hoy en día, hay abundancia de mujeres. Son mayoría en el mundo. Ahora bien, si usted decide llevarse un chimpancé a la cama, ya no tiene problemas de seducción. Tiene el síndrome de Tarzán.
La atracción está cifrada allí donde uno vaya, dispersa por toda la naturaleza. «En muchas especies, la mujer está diseñada para sentir atracción por el líder de la manada», dice Iván. «Es una característica de los monos antropomorfos. El líder se lleva a todas las hembras». Un alumno levanta la mano. «Quería decir que los humanos somos parientes directos del chimpancé, el gorila y el orangután. Yo soy biólogo y es tal y como lo cuentas».
Martín Albamonte, el segundo instructor, dice que la profesión tiene poco que ver con el atractivo sexual. Y que la belleza física, gracias a Dios, tampoco es fundamental. «Hay empleados de locales de Fast Food que tienen sexo como locos y músicos de éxito que para llevar una mujer a la cama tienen que esperar a que se alineen los planetas. Entonces, ¿qué es lo que ve una mujer en un hombre para sentirse atraída?». Es la primera pregunta profunda de la noche. Estamos entrando en terreno delicado. Los alumnos cogen con fuerza los bolígrafos. Esperan las palabras de su mesías.
¿Qué las atrae, entonces? Bien, las características que definen a todo líder. Es decir, un orangután que tenga iniciativa, que goce de aprobación social, que sonría, que tenga buen humor, que muestre una apariencia sobresaliente –por ejemplo, el culo tan rosa que parezca de fresa–, que sea extrovertido y esté relajado, todo eso les encanta. Un orangután que haga sentir a las chicas que, para él, la reproducción no es lo más importante en su vida, aun cuando piense el 90 % del día con su pene. Un orangután que pueda decir: «Tengo el proyecto de mezclar bananas con leche y ponerme a vender batidos en la selva». Eso es lo que funciona.
En la primera clase, aprendemos que, más que la imagen que se ofrece, la base de toda seducción es la mentalidad. No importa que uno tenga el discurso preparado, no importa que cuente chistes malos. Estas cosas apenas son la punta del iceberg. La autoestima es la clave. «El ego siempre espera la aprobación de los demás», dice Iván. «En cambio, cuando el hombre se siente bien, sin necesidad de recibir nada, tiene la autoestima alta y esa es la clave de todo».