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Indhira Jacobo - Te quiero, ¿no lo entiendes?

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Indhira Jacobo Te quiero, ¿no lo entiendes?

Te quiero, ¿no lo entiendes?: resumen, descripción y anotación

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Te quiero, ¿no lo entiendes? — leer online gratis el libro completo

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Te Quiero No lo entiendes Aun ni siquiera te tengo y ya tengo miedo de - photo 1

Te Quiero,

¿No lo entiendes?

«Aun ni siquiera te tengo y ya tengo miedo de perderte, amor»[1]

Título: Te quiero, ¿no lo entiendes?

2020© Indhira Jacobo.

Diseño de portada: Aletheia Creativa.

Revisión de estilo: Mimi Romanz.

1ª Edición, junio, 2020.

©Todos los derechos reservados.

No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, grabación u otros, sin permiso previo, y por escrito, de la titular de los derechos de autor. La infracción de las condiciones descritas puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.

Los personajes, eventos y sucesos presentados en esta obra son ficticios.

Cualquier semejanza con personas vivas o desaparecidas es pura coincidencia.


Tabla de Contenido

Para todas las personas que están pasando un momento difícil en su vida. Aquellas que sienten que nunca verán la luz al final del túnel.

No olviden que en la noche más oscura es donde más brillan las estrellas.

A Mónica, por ser tan especial.

Con cariño,

Indhi

Prólogo ALLÍ ESTABA EN LA que era su oficina dando vueltas cual animal - photo 2

Prólogo

ALLÍ ESTABA EN LA que era su oficina dando vueltas cual animal enjaulado y - photo 3

ALLÍ ESTABA, EN LA que era su oficina, dando vueltas cual animal enjaulado, y, de cierto modo, así era; o por lo menos así se sentía. No era para menos, estaba desesperado; la rabia, la impotencia y el miedo cubrían cada poro de su cuerpo. Los años seguían pasando y nada sucedía. No sabía cuánto tiempo más podría soportarlo. Quería gritar, maldecir, hacer arder cada maldita calle de la ciudad de ser necesario. En otros tiempos, lo hubiera hecho sin tan siquiera pensárselo dos veces, pero él ya no era esa clase de hombre, era uno distinto al que solía ser; había logrado aplacar a la fiera salvaje que llevaba adentro, pero todo podría cambiar de un momento a otro, porque por muy ejecutivo que fuera en la actualidad, la bestia seguía rugiendo bajo su piel, peleando por ser desatada.

El pomo de la puerta se movió ligeramente y el nudo en su estómago se acentuó, expectante. Eso solía pasar cada vez que debía reunirse con él, uno de los tantos hombres que había contratado en los últimos años y que seguía sin darle la noticia que él tanto ansiaba.

—Buenas tardes, ingeniero.

—Detective —fue todo lo que se limitó a decir, acompañado de una leve inclinación de la cabeza. El tiempo lo había vuelto un hombre impaciente, duro e, incluso, muchos dirían que apático—. ¿Qué noticias me tiene?... Y por su bien, espero que sean buenas.

Con un gesto de la mano, invitó al recién llegado a sentarse, mientras que él hacía lo mismo del otro lado de la mesa de diseño moderno.

Ante el tono duro y autoritario, el detective, pese ser un hombre mayor, tragó en seco. Por experiencia, sabía que el señor Russell, a pesar de sus veintiocho años, podía llegar a ser un hombre implacable.

—¡Lo hemos logrado, ingeniero!

—Pero... ¿está seguro? —preguntó, poniéndose de pie de manera brusca.

—Sí, sí... Bueno... —El hombre dudó ante la cara de felicidad que había puesto el joven empresario. Sabía que sus horas trabajando con el ingeniero pendían de un hilo si no le daba la respuesta que él tanto esperaba—. Todavía tengo que verificar algunas cosas, pero estoy casi seguro.

Le tendió una carpeta y Russell, sin perder el tiempo, la tomó y se apresuró a revisarla.

Sus ojos no daban crédito a la información que allí ponía. Su pecho subía y bajaba de manera exorbitante al tiempo que una sensación de calidez, llamada esperanza, cubría su corazón.

A lo mejor, todavía no era cien por ciento seguro, pero era lo más cerca que estaba en cinco años de búsqueda y pensaba aferrarse a esa posibilidad por muy efímera que fuera.

Capítulo 1 Maywood junio 2017 HEY GRITÓ ELLA ATÓNITA antes de - photo 4

Capítulo 1

Maywood junio 2017 HEY GRITÓ ELLA ATÓNITA antes de recuperarse de la - photo 5

Maywood, junio 2017

—¡HEY! —GRITÓ ELLA, ATÓNITA, antes de recuperarse de la impresión y echarse a correr.

¿Qué estaba ocurriendo?

Se suponía que aquellas cosas nunca pasaban en el pueblo. Era un sitio tranquilo, donde ser multado era lo peor que podría llegar a pasarte.

Por suerte, en la mañana, había decidido ponerse sus zapatillas azul marino preferidas acompañadas de un short rojo y una camiseta cuello redondo, gris, manga corta. No se imaginaba lanzarse en plena persecución con zapatos de aguja, como le había aconsejado su compañera de piso.

—¡Alto! —continuó voceando, ignorando las extrañas miradas de las personas alrededor de la calle.

«Genial, como si ser la “rarita” del pueblo no fuera suficiente. Ahora todos pensarán que me he vuelto loca», pensó.

Los habitantes del pueblo de por sí ya la miraban con evidente curiosidad. Algunos de ellos lo hacían hasta con desconfianza, creían que ella no pertenecía allí. Habían llegado tan lejos como a llamarla «intrusa». Otros, a la hora de dirigirse a ella, no escondían la pena que le tenían.

Para ella, había sido duro encajar. A Mia le tomó dos largos años en ser totalmente aceptada, pero con paciencia y mucho esfuerzo, y por «esfuerzo» se refería en tratar de aparentar ser lo más normal posible —cuando en realidad estaba lejos de sentirse así—. Pero era necesario para ser una más del montón.

Sentía que sus pulmones empezaban a arder mientras su atención se centraba en la espalda del extraño individuo que le acababa de robar el bolso.

—¡Mierda! Mi cámara —se lamentó al recordar que su bien más preciado, el cual le había tomado meses reunir el dinero necesario para comprarlo, estaba dentro del bolso—. ¡Deténganlo! —volvió a gritar casi sin fuerza.

Su cuerpo protestaba, le faltaba la respiración y, al final de la primera cuadra, se detuvo.

Doblada con las manos afincadas sobre las rodillas, trataba de que el aire regresara a sus pulmones.

De repente, un hombre, alto, sentado en la terraza de un café, al escuchar los gritos desesperados de la muchacha, sin previo aviso, salió disparado detrás del ladrón.

—Creo que esto le pertenece —dijo el hombre con la piel tostada, balanceando la cartera negra frente al rostro agobiado de ella.

—¿Lo atrapaste? —preguntó, incrédula al tiempo que agradecida. Miraba a su alrededor en busca del delincuente, pero rápidamente perdió el interés y se concentró en revisar el contenido de su bolso.

—Eh... no. Únicamente he conseguido quitarle el bolso —respondió él mientras la miraba con extremado interés, como si temiera que ella fuera a evaporarse en el aire en cualquier minuto—. Lo siento; se ha escapado.

—Lo importante es que hayas recuperado mi bolso. Muchas gracias.

—No tienes por qué dármelas. Es más fuerte que yo, veo una dama en apuros y tengo que salir a socorrerla.

Su tono le pareció un poco pretencioso, pero no le dio mucha importancia dado que todo lo que le importaba era haber recuperado sus pertenencias.

—¡Aquí está! ¡Aquí está! —dijo casi en un grito, eufórica, sacando su Canon del bolso—. No tienes idea... Me acabas de salvar la vida.

Con una amplia sonrisa, levantó la cabeza para darle las gracias a su salvador y unos penetrantes ojos negros se cruzaron con los suyos. Se quedó sin aliento, pasmada. Lo miraba y lo miraba. Le era imposible quitarle la mirada de encima. No entendía por qué le llamaba tanto la atención.

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