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Sophie Saint Rose - No quiero amarte

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Sophie Saint Rose No quiero amarte

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No quiero amarte

Sophie Saint Rose

Índice

Capítulo 1

Britannia abrió los ojos al escuchar el estruendo y asustada se sentó en su catre con la respiración agitada mirando hacia la puerta del camarote. Cogió su muñeca de trapo y se la apretó contra el pecho por los gritos que se oían en la cubierta. —¿Padre? —susurró asustada al ver su cama revuelta y vacía.

Gritó al escuchar otro estruendo y vio por los ventanales del camarote una llamarada de fuego a la vez que el barco se bamboleaba de un lado a otro. Escuchó el sonido del acero al chocar y los gritos de los hombres de su padre. Con sus ojos azules abiertos exageradamente del miedo que la recorría, se puso de pie en la cama sin soltar a su muñeca cuando la puerta se abrió de golpe. Un hombre de cabello largo hasta los hombros y barba hasta la cintura llena de trenzas sonrió mostrando sus dientes amarillentos mientras sus ojos negros brillaban de satisfacción. —Hola, nenita —dijo con voz grave acercándose un paso mostrando la espada manchada de sangre. Britannia se pegó a la pared aferrándose a su muñeca y un destello de luz mostró sus largos rizos rojos. El hombre rió. —Hora de regresar a casa, niña. Tu abuelo te busca. —Se acercó en tres zancadas y la cogió por la muñeca tirando de ella sin esfuerzo. Britannia chilló mordiendo su mano y el hombre se apartó soltándola y mirándola sorprendido. —Así que tienes mal carácter. Tranquila que el capitán te pondrá en tu sitio. —Se agachó para cogerla por la cintura y la niña sacó la daga que escondía en la falda de su muñeca clavándosela en el ojo. El hombre la miró sorprendido con el otro y ella vio la punta de una espada salir de su pecho. La punta desapareció antes de caer hacia atrás mostrando a su padre con la espada en la mano.

—¡Padre!

Su padre se sentó en la cama y la abrazó con fuerza. —Ya ha pasado, mi niña. —La besó en la mejilla. —Ya ha pasado. —La sujetó por el cabello para tirar de su cabeza hacia atrás mirándola bien. —¿Te ha hecho daño?

—No, padre. —Sonrió radiante. —Hice lo que me dijiste y no me ha hecho daño.

—Buena niña. —La besó en la frente. —Nunca te apartará de mi lado.

—No, padre. —Abrazó su cuello. —Jamás no separaremos.

—Mientras haya vida en mi cuerpo eso no pasará. Te lo he jurado, ¿recuerdas?

—Y Harry Winston siempre cumple sus promesas.

—La palabra de un Winston es para siempre.

Alguien entró en el camarote y sonrieron al ver al primer oficial rascándose la barriga. Éste levantó una ceja rubia mirando el cadáver. —Niña, ¿eso lo has hecho tú? ¿Esa no es tu daga?

—Sí, lo he hecho bien. Lo dice padre.

—Y eso que tienes siete años. Cuando seas mayor, serás una pirata de primera y estaré orgulloso de servirte.

—Llévatelo Cristopher. Britannia tiene que dormir y la molesta.

La niña se sentó en la cama cogiendo las mantas. —Sí, debo dormir. Mañana tengo mucho que aprender. Y huele muy mal. No se lava, padre. Qué maleducado.

Harry sonrió acariciando sus rizos pelirrojos. —Es que no tiene un buen capitán que le ordene que lo haga, cielito.

La niña chasqueó la lengua abrazando su muñeca mientras cerraba sus ojos. —Cuando sea capitana les ordenaré que se laven. Si no les daré de latigazos.

—Muy bien. Ahora duerme.

—¿Padre?

—¿Si, cielo?

—Te quiero.

Harry la miró emocionado. —Y yo a ti, mi niña. Mi amor por ti no tiene límites.

Cuando se quedó dormida, Harry se levantó perdiendo la sonrisa para mirar a su hombre fríamente con sus ojos grises intentando controlar su odio. —Pon rumbo a Inglaterra, amigo. Ya va siendo hora de solucionar ciertos temas con mi suegro.

—No des un paso en falso, Harry. Te juegas el cuello. El Duque no volverá a intentarlo. Recibirá el mensaje y lo dejará estar. Hemos pasado por abordajes muchas veces como para que te juegues el pellejo por ese viejo que estará a punto de morir.

Harry apretó los labios. —No puedo dejar que esto vuelva a pasar.

—¿No te das cuenta de que es una provocación? Quiere que vayas y que te ahorquen. No caigas en su trampa. Eres más listo que él. —Miró al muerto señalándolo con la espada. —Son unos bastardos que ni sabían lo que hacían.

—Llegaron hasta aquí. Hasta mi camarote.

—Entonces lo que te debes preguntar es por qué lo han conseguido y dónde estaba el grumete que tenía que cuidar tu puerta.

Harry entrecerró los ojos. —Que formen los hombres.

Britannia subió los escalones a cubierta sujetándose en la barandilla, vestida con los pantaloncitos rojos y la camisa blanca que su padre había encargado para ella en Barbados. Varios hombres limpiaban las cubiertas con cubos de agua y la niña miró hacia arriba para ver el sol cuando tres hombres colgados del palo mayor la hicieron parpadear sorprendida. Al reconocer a Anthony sus ojos se llenaron de lágrimas. Su padre se agachó a su lado y miró hacia arriba como estaba haciendo ella. —¿Sabes por qué ha pasado eso?

—Por traidores, padre.

—Exacto. Jamás sientas pena por un traidor. Es tu pellejo o el suyo. Mata y sigue adelante. —Su hija le miró a los ojos. —Si sientes piedad puede que la siguiente en perder la vida seas tú y eso no puedo permitirlo. ¿Me has entendido?

Britannia asintió. —Sí, padre.

—Ahora vete a desayunar que tienes mucho que aprender. Hoy tocan cartas de navegación.

La niña sonrió ilusionada antes de correr por cubierta moviendo de un lado a otro su cabello rojo. Harry sonrió orgulloso metiendo los pulgares en su cinturón antes de gritar —¡Tirad esa escoria al mar! ¡Britannia, hacia dónde nos dirigimos!

Su hija se detuvo y se volvió en medio de la cubierta. Le miró con sus preciosos ojitos entrecerrados y gritó —¡Cristopher, rumbo a Inglaterra!

De la mano de su padre gruñó por el vestidito de princesa que le habían puesto. —Padre, esto es muy incómodo.

Su padre reprimió la risa caminando por el corredor de mármol hacia el gran salón donde esperaba el Duque. —Se espera que vistas así. En cuanto regresemos te lo quitas.

—¿Y no tendré que ponérmelo más?

—Te lo prometo. Nada de vestidos en el barco. Ahora atenta.

Miró al frente y uno de los lacayos con librea abrió la gran puerta para dejarles pasar. Britannia se detuvo en seco al ver un hombre mirando por la ventana. Tenía el cabello de su color con canas en las sienes, pero no era el viejo del que hablaba su padre a todas horas. Sus ojos recorrieron su serio perfil justo cuando se volvió hacia ellos mostrando su tenso rostro, que la miró fijamente con sus ojos castaños sin mostrar nada antes de que su mirada se desviara hacia su padre. —Veo que tienes arrestos para presentarte en mi casa. Es perfecto para ti que no esté en Londres, ¿no es cierto?

—La verdad es que me ha venido muy bien su retiro, Duque.

—E imagino que si algún lacayo sale de mi propiedad repentinamente, sufrirá algún accidente.

—Imagina bien. Mi tripulación rodea Branstong Hall.

—Padre, ¿ese es mi abuelo? —preguntó ella sin poder creerse que fuera así.

—Sí, hija. Él es el Duque de Branstong.

Britannia le miró a los ojos antes de entrecerrarlos.

—Veo que mi nieta conoce las mentiras que divulgas por ahí.

—No son mentiras. Brittany era mi esposa y murió por tu culpa.

El Duque apretó los labios. —Mi culpa. ¿Acaso es culpa mía que no soportara la vida a la que la sometías y regresara a mi lado?

—La chantajeaste. ¡Venía hacia aquí para intentar aplacarte!

—Eso no es cierto. Simplemente le expuse claramente los delitos que recaían en ti. ¿O niegas que eres un pirata al que la Reina quiere ahorcar?

—Por tu influencia. Hasta que conocí a tu hija no tuve ningún problema con la corona. Niégalo si te atreves.

—Cualquier hombre de mi posición haría lo que hiciera falta por proteger a su hija. ¡A su única hija! ¡Me la arrebataste y murió por tu culpa!

—¡Brittany era feliz hasta que envenenaste nuestra relación!

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