Annotation
Colton Burpo tenía cuatro años cuando fue operado de urgencias de apendicitis. Meses más tarde, comenzó a hablar de aquellas breves horas en que se encontró entre la vida y la muerte. En 2003, durante un viaje familiar, Colton empezó a explicar que unos ángeles lo habían visitado en el quirófano. Todd no podía dar crédito a lo que oía, pero lo animó a seguir. El pequeño afirmó entonces que mientras lo operaban vio a sus padres aguardando desconsolados en la sala de espera. Esto no era más que el principio. Durante los años siguientes les fue dando detalles de su breve estancia en el cielo y de las personas que allí conoció, como su bisabuelo Pop, muerto desde hacía más de treinta años, o su hermana, a la que su madre perdió en el segundo mes de embarazo. En la actualidad Colton tiene once años, pero todavía recuerda aquel cielo en el que abundan los colores, las personas y los animales. Su historia nos ofrece un mensaje esperanzador que ha conmovido a millones de lectores en todo el mundo.
El cielo es real
Todd Burpo
Con Lynn Vincent
Libro obtenido de quieroepubs.co.cc
Colabora con nosotros y publica más libros en la web.
© 2011 por Grupo Nelson®
Publicado en Nashville, Tennessee, Estados Unidos de América. Grupo Nelson, Inc. es una subsidiaria que pertenece completamente a Thomas Nelson, Inc.
Grupo Nelson es una marca registrada de Thomas Nelson, Inc.
www.gruponelson.com
Título en inglés: Heaven is for Real
© 2010 por Todd Burpo
Publicado por Thomas Nelson, Inc.
A menos que se indique lo contrario, todos los textos bíblicos
han sido tomados de la Nueva Versión Internacional® NVI®
© 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional. Usada con permiso.
Editora general: Graciela Lelli
Traducción: Traductores en Red
Adaptación del diseño al español: Grupo Nivel Uno, Inc.
ISBN: 978-84-08-00868-2
Impreso en Estados Unidos de América
«Les aseguro que a menos que ustedes cambien y se vuelvan como niños, no entrarán en el reino de los cielos».
—JESÚS DE NAZARET
AGRADECIMIENTOS
Al contar la historia de Colton hemos tenido la oportunidad de trabajar no sólo con profesionales dedicados, sino con personas muy genuinas y cariñosas. Es cierto que nos han impresionado con su conocimiento y habilidad; sin embargo, Sonja y yo nos hemos deleitado más con el carácter y el corazón de cada una de ellas.
Phil McCallum, Joel Kneedler, Lynn Vincent, and Debbie Wickwire no sólo han invertido sus vidas en este libro; también han enriquecido a nuestra familia. Sin su enorme esfuerzo y sus espíritus sensibles El cielo es real nunca se habría desarrollado tan maravillosamente.
Agradecemos a Dios diariamente por reunir a este equipo tan dotado y talentoso para ayudarnos a contar la historia de Colton. Cada uno ha sido una bendición para nosotros.
Sonja y yo contamos con el maravilloso privilegio de llamarles nuestros amigos.
PRÓLOGO:
Ángeles en Arby’s
En Estados Unidos, la festividad del 4 de julio hace pensar en desfiles patrióticos, asados a la parrilla, maíz dulce y cielos nocturnos salpicados de fuegos artificiales. Para mi familia, sin embargo, el fin de semana del 4 de julio de 2003 fue importante por otro motivo.
Mi esposa Sonja y yo habíamos planeado ir con nuestros hijos a visitar a Steve —hermano de Sonja— y a su familia en Sioux Falls, Dakota del Sur. En ese viaje conoceríamos a nuestro sobrino, Bennett, de apenas dos meses. Además, nuestros hijos, Cassie y Colton, no conocían las cascadas (sí, ¡realmente hay unas cascadas llamadas Sioux Falls en la ciudad Sioux Falls!) Pero lo más importante de todo era que esta sería la primera vez que saldríamos de nuestra ciudad, Imperial, en Nebraska, desde el viaje familiar que hicimos en marzo a Greeley, Colorado, y que se transformó en la peor pesadilla de nuestras vidas.
Llámanos locos, si quieres, pero debido a que la última vez que hicimos un viaje familiar uno de nuestros hijos casi se nos muere, esta vez estábamos un poco aprensivos, al punto de no querer hacer el viaje. Como pastor que soy, no creo en supersticiones, pero aun así una parte de mí sentía que si nos quedábamos cerca de casa, estaríamos a salvo. De cualquier modo, finalmente ganó la razón y la tentación de conocer al pequeño Bennett, quién, según Steve, era el bebé más hermoso del mundo. De manera que cargamos nuestro Ford Expedition azul con todo lo que necesitaríamos para un fin de semana y preparamos a la familia para un viaje rumbo al norte.
Sonja y yo decidimos que lo mejor sería hacer la mayor parte del viaje durante la noche. De esta manera, si bien Colton estaría preso en su asiento de seguridad a pesar de sus cuatro años, al menos dormiría la mayor parte del viaje. De modo que, pasadas las ocho de la noche, subimos al Expedition, lo saqué del estacionamiento, pasé junto a la iglesia Wesleyana de Crossroads —de la cual soy pastor— y tomé la autopista 61.
La noche estaba despejada y clara, y una media luna se recostaba sobre el cielo aterciopelado. Imperial es un pueblito agrícola ubicado en el límite occidental de Nebraska. Con apenas dos mil almas y ni un semáforo, es la clase de pueblo que tiene más iglesias que bancos, donde los agricultores abandonan sus campos al mediodía para almorzar en el café que es propiedad de su familia, con sus botas de trabajo Wolverine, sus gorras con visera John Deere y sus tenazas para alambrar colgando del cinturón. Así que, Cassie —a la sazón, de seis años— y Colton estaban entusiasmados por el viaje a la «gran ciudad» de Sioux Falls para conocer a su primo recién nacido.
Los niños se la pasaron hablando durante los 140 kilómetros que nos separaban de la ciudad de North Platte, mientras Colton jugaba a que sus figuras de acción de superhéroes libraban batallas y salvaban el mundo una y otra vez. No eran aún las diez de la noche cuando llegamos a la ciudad de unos 24,000 habitantes, cuyo principal motivo de fama es que fue el hogar del famoso Buffalo Bill Cody.
North Platte sería prácticamente la última parada con gente que haríamos esa noche en nuestro camino hacia el noreste a través de grandes extensiones de campos de maíz en los que no había otra cosa que venados, faisanes y una que otra granja. Habíamos planeado detenernos aquí para llenar tanto el tanque de gasolina como nuestros estómagos.
Tras cargar gasolina en una estación de servicio Sinclair, tomamos la calle Jeffers cruzando un semáforo donde, si doblábamos a la izquierda, encontraríamos el Centro Médico Regional Great Plains. En marzo habíamos pasado en ese lugar quince días de pesadilla, la mayor parte de los cuales habían transcurrido de rodillas mientras le pedíamos a Dios que mantuviera con vida a Colton. Dios escuchó nuestros ruegos, pero Sonja y yo bromeamos que la experiencia nos había restado años de nuestras vidas.
A veces la risa es la única forma de procesar momentos difíciles, de manera que, cuando pasamos por esa calle decidí bromear un poco con Colton.
—Oye, Colton —dije—. Si doblamos aquí, podemos regresar al hospital. ¿Quieres regresar al hospital?
Nuestro pequeño rió en la oscuridad.
—¡No, papi, no me lleves allí! Mejor lleva a Cassie.
Sentada junto a él, su hermana rió.