Annotation
Pago para tener sexo… tengo mis razones.
Viéndome al frente de una empresa de pompas fúnebres, nadie podría sospechar que me gasto el dinero en gigolós y sexo sin compromisos. Pero así es. Las personas que me visitan a diario en la funeraria me recuerdan que toda relación de pareja está condenada a acabarse, y la mejor manera de protegerme contra ese dolor es pagar para saciar mis apetitos sexuales sin que mis sentimientos corran peligro.
Por desgracia, con Sam cometí un error que puede costarme muy caro. Lo confundí con el gigoló al que había pagado para que me sedujera en un bar y me llevara a la cama y ahora no sé si quiero volver a cama, mis aventuras de pago.
Lo único que espero es que Sam no descubra esa parte inconfesable de mi vida...
Annotation
Pago para tener sexo… tengo mis razones.
Viéndome al frente de una empresa de pompas fúnebres, nadie podría sospechar que me gasto el dinero en gigolós y sexo sin compromisos. Pero así es. Las personas que me visitan a diario en la funeraria me recuerdan que toda relación de pareja está condenada a acabarse, y la mejor manera de protegerme contra ese dolor es pagar para saciar mis apetitos sexuales sin que mis sentimientos corran peligro.
Por desgracia, con Sam cometí un error que puede costarme muy caro. Lo confundí con el gigoló al que había pagado para que me sedujera en un bar y me llevara a la cama y ahora no sé si quiero volver a cama, mis aventuras de pago.
Lo único que espero es que Sam no descubra esa parte inconfesable de mi vida...
AGRADECIMIENTOS
CAPÍTULO 01
CAPÍTULO 02
CAPÍTULO 03
CAPÍTULO 04
CAPÍTULO 05
CAPÍTULO 06
CAPÍTULO 07
CAPÍTULO 08
CAPÍTULO 09
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
ARGUMENTO
SOBRE LA AUTORA
Megan Hart
Extraños en la cama
Jugando con fuego, 05
— oOo —
Título Original: Stranger
Editorial original: HQN / Enero 2009
Traductor: García Rodríguez, Daniel
Autor: Hart, Megan
©2009, Harlequín Ibérica, S.A.
Colección: Harlequín especial fuego, 19
ISBN: 9788490000335
— oOo —
A Bootsquad por sus críticas y locuras.
A Maverick Authors por lo mismo.
A Jared por gustarme cada vez más.
Y como siempre, a DPF,
porque aunque podría hacerlo sin ti,
estoy encantada por no tener que hacerlo.
AGRADECIMIENTOS
Quiero dar las gracias a Steve Kreamer, director del Kreamer Funeral Home en Annville, Pensilvania, por la reveladora charla que dio en mi instituto sobre los servicios funerarios, descubriéndome una profesión fascinante y ayudándome a entender lo que realmente significa.
He procurado que la ambientación de la novela sea lo más fiel posible a la realidad, y asumo toda responsabilidad por los fallos que haya podido cometer.
CAPÍTULO 01
Buscaba a un desconocido.
El Fishtank no era mi local habitual, aunque ya había estado un par de veces. Sus recientes reformas buscaban competir con los nuevos bares y restaurantes del centro de Harrisburg, pero no era la decoración tropical, los acuarios ni los precios razonablemente baratos de las bebidas lo que atraía a una clientela masiva. Su rasgo característico y mayor aliciente, del que carecían los locales más exclusivos, era el hotel adjunto. El Fishtank era el sitio ideal «para pescar» a los jóvenes solteros del centro de Pennsylvania. O al menos eso era para mí, joven y soltera.
Tras observar a la multitud que abarrotaba el local, me abrí camino hacia la barra. El Fishtank estaba lleno de desconocidos, y uno de ellos sería el perfecto desconocido que yo buscaba. «Perfecto» era la palabra.
Hasta el momento no lo había encontrado, pero aún había tiempo. Me senté junto a la barra y la falda se elevó con un susurro sobre mis muslos, desnudos por encima de las medias sujetas por un fino liguero de encaje. Las bragas se frotaron contra mis partes íntimas al moverme sobre el taburete forrado de cuero.
—Tröegs Pale Ale —le pedí al camarero, quien rápidamente me sirvió una botella y asintió con la cabeza.
Comparada con las mujeres que frecuentaban el Fishtank, mi atuendo era bastante conservador. La falda negra me llegaba elegantemente por encima de la rodilla y la blusa de seda realzaba mi busto. Pero en aquel mar de pantalones vaqueros de cintura baja, camisetas que dejaban el ombligo al descubierto, tirantes finos y tacones de veinte centímetros mi presencia destacaba de manera singular. Justo como yo quería.
Le di un trago a la cerveza y miré a mí alrededor. ¿Quién sería aquella vez? ¿Quién me llevaría arriba esa noche? ¿Cuánto tiempo tendría que esperar?
Todo parecía indicar que no demasiado. El taburete junto al mío estaba vacío cuando me senté, pero un hombre lo había ocupado. Por desgracia, no era el desconocido al que estaba buscando. Tenía el pelo rubio y los dientes ligeramente separados. Era mono, pero ni mucho menos lo que yo quería.
—No, gracias —le dije cuando me invitó a una copa—. Estoy esperando a mi novio.
—No es verdad —respondió él con una inquebrantable seguridad—. No estás esperando a nadie. Deja que te invite a una copa.
—Ya tengo una —su insistencia le habría hecho ganar puntos en otra ocasión, pero yo no estaba allí para irme a la cama con un niñato universitario que se tomaba las negativas a guasa.
—Vale, te dejo en paz —una pausa—. ¡O no! —se echó a reír mientras se palmeaba el muslo—. Vamos, deja que te invite a un trago.
—He dicho que...
—¿Qué haces molestando a mi chica?
El universitario y yo nos giramos al mismo tiempo y los dos nos quedamos con la boca abierta, aunque por razones muy distintas. Él, sorprendido al descubrir que se había equivocado. Yo, encantada.
El hombre que estaba ante mí tenía el pelo negro y los ojos azules que había estado buscando. Un pendiente en la oreja. Unos vaqueros desgastados, una camiseta blanca y una chaqueta de cuero. El taburete en el que yo estaba sentada era bastante alto, y sin embargo su estatura me sobrepasaba con creces. Debía de medir un metro noventa y cinco, por lo menos.
Era perfecto.
Mi desconocido agitó una mano como si estuviera espantando una mosca.
—Largo de aquí.
El universitario ni siquiera intentó buscar una excusa. Se limitó a sonreír y se bajó del taburete.
—Lo siento, tío. Pero tenía que intentarlo, ¿no?
Mi desconocido se giró hacia mí y sus ojos azules me recorrieron de arriba abajo.
—Supongo —respondió tranquilamente.
Se sentó en el taburete vacío y extendió la mano con la que no sostenía un vaso de cerveza negra.
—Hola. Soy Sam. Un solo chiste con mi nombre y te devuelvo con ese imbécil.
Sam. El nombre le sentaba bien. Antes de que me lo dijera me lo hubiera imaginado con cualquier otro nombre, pero al saberlo ya no pude pensar en ningún otro.
—Grace —me presenté, estrechándole la mano—. Mucho gusto.
—¿Qué estás bebiendo, Grace?
Le enseñé la botella.
—Tröegs Pale Ale.
—¿Qué clase de cerveza es?
—Rubia.
Sam levantó su vaso.
—Yo tomo Guinness. Deja que te invite a una.
—Todavía no he acabado ésta —le dije, pero con una sonrisa que no le había ofrecido al universitario.
Sam llamó al camarero y le pidió dos botellas más de Pale Ale.
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