A la mañana siguiente, Izan dormía en su cama y yo estaba al lado de la mujer centenaria en un jardín junto a unos árboles casi tan longevos como ella...
Y fue allí, encima de aquel césped y con el cielo de Capri cubierto de nubes donde ella me preguntó lo que ya os conté: «¿No deseas poder ser feliz en todos los aspectos de tu vida...? ¿No tener que aceptar nada que no te agrade...? ¿Sentir que la vida es controlada por ti en lugar de ir a rebufo de ella en el vagón 23...? ¿Quieres o no quieres controlar tu vida? ¿Quieres o no quieres ser dueño de todos tus momentos? ¿Quieres?».
Yo asentía entusiasmado, esperando que me marcara el camino a mi nuevo mundo.
Había bajado de esta bicicleta en la que llevaba tantos años pedaleando y sólo tenía dos perlas, una profesión que lo significaba todo en mi vida y una relación que había roto porque no deseaba un enano.
Creo que aquella mujer, preciosa a mis ojos, no sabía cuánto necesitaba sus consejos.
En aquel momento de mi vida, sin lo que me fuera a decir, sólo me quedaba fuelle para un par de años más. Jamás llegaría a la edad de George ni a la del Sr. Martín.
Ése era un motivo más para admirarlos. Creo que cualquier persona que llegue a los sesenta debe ser admirada. Vivir tantos años es un acto de valentía.
Siempre he pensado que si es tan fácil salir del juego, ¿por qué jugamos?
Me daba la sensación de que aquella anciana leía mis pensamientos, o eso parecían indicar aquellos ojos que me observaban con tanta atención...
Sabía que había mucha sabiduría en ella, y lo mejor era que deseaba compartirla conmigo.
—Lo que te diré... —comenzó en un tono excesivamente bajo, tuve que acercarme mucho— lo que te diré tan sólo te servirá si te lo tomas como norte de tu vida. Si lo mezclas con otras filosofías o principios no conseguirás nada.
Asentí obediente.
—Son sólo dos conceptos. —Su tono se elevó, pero ya no quise apartarme de su vera—. Por un lado, recuerda algo tan sencillo como que querer es siempre más valioso que que te quieran.
»Querer mueve y detiene mundos. Que te quieran si tú no quieres, te acaba aletargando.
Hizo una pausa mientras amanecía en Capri. No intenté ni siquiera asimilarlo. Toda la vida me he dejado querer, y quizá aquello era insuficiente.
—Lo segundo y más valioso para llevar tu vida adelante es que debes darte cuenta de que nos hemos pasado la vida desde pequeños respondiendo a la pregunta «qué me gusta».
»Qué me gusta de comida, de ropa, de juguetes, de estudios, de trabajo, de amistad, de amor, de sexo...
»Y ese “qué me gusta” marca nuestro mundo. Da la sensación de que si nos gusta algo es un indicador de un rumbo o un deseo, y debes saber que no.
»Lo que nos gusta no es nuestro camino, ni tampoco lo que no nos gusta. A veces el rumbo puede estar en lo que nos provoca indiferencia, en aquello que no nos apasiona ni aborrecemos.
»Entiende esto... Has de confiar en ti, no en lo que crees que te gusta a ti... La senda no la marca lo que te gusta a ti, sino que la marcas tú...
Después de aquello volvió a abrazarme y se marchó hacia la casa, tarareando «Si tú me dices ven lo dejo todo... pero dime ven». Se encendió un cigarrillo de camino y os juro que me recordó a aquella mujer del casino que amó el Sr. Martín... Se parecía... Desde lejos y desde cerca... Quizá era ella...
Supe que sus dos consejos marcarían mis próximos años; aunque no tenía prisa en ponerlos en práctica. Antes, deseaba ver aquel amanecer nuboso en Capri y lentamente ir decidiendo mi ruta, mi camino, mi senda...
Noté que desde la ventana de la casa me observaba Izan. Me volví y le saludé; me devolvió el saludo.
Supe en ese instante que deseaba tener mi Izan propio. Querer... Lo iba a querer tanto, quizá más de lo que jamás me han querido...
Además, no me importaba cómo fuese, ni lo que midiese, ni lo que me recordase el verlo... Daba igual lo que me gustase o lo que no me gustase... Me producía indiferencia lo que opinasen...
Cogí el móvil y le escribí un mensaje a ella: «Quiero tener a Izan... No puedo vivir sin ti ni sin él...».
Esperé la respuesta.
Casi tardó dos minutos. El sonido de entrada de mensaje coincidió con el amanecer; fue su banda sonora.
Ella respondió: «Sí que puedes...».
Sonreí. Volvía a nuestro código, al final de la escapada.
Quizá ese momento era el final de la escapada y no el que yo pensé hace años cuando me marché de Capri.
Sonreí y escribí la respuesta ansiada...
«Sí que puedo, pero no quiero... ¿Por qué no vienes a Capri, debes conocer al Izan que creamos de un soplido, el faro preferido de un hombre que amaba a mujeres que manejaban ruletas y maniquíes que dominaban corazones, el subterráneo de piedra donde se revelan perlas y diamantes y se construyen sacos con retazos de vida y también a una increíble mujer centenaria que opina que “Si tú me dices ven lo dejo todo... pero dime ven”.»
Esa vez, la respuesta llegó casi al mismo tiempo que el envío. Justo noté un viento menorquín en mi rostro a la vez que el sonido del mensaje iluminaba la pantalla como un suspiro...
«Ven... Y voy.»
Mi vida volvía a girar... Lentamente, hice dos cosas que deseaba hacer desde hacía tiempo. Me puse el anillo de mi padre en el dedo y seguidamente cogí el faro de plata, me coloqué la parte del monóculo en el ojo izquierdo y vi esas nubes moverse hasta que el sol apareció. Entonces fue cuando el «Mi» que había en mi índice brilló con fuerza.
Volvía a ser yo, el mundo había dejado de estar parado...
Escrito durante el verano del año 2010
por aire, mar y tierra en...
Menorca, Ibiza, l’Escala, Cabrils,
Barcelona, Las Pungolas,
Zurich y Helsinki...
Dedicada a todos
los que siguen queriendo ser diferentes
y luchan contra aquellos
que desean que seamos iguales...
Dani se dedica a buscar niños desaparecidos. En el mismo instante en que su pareja hace las maletas para abandonarle, recibe la llamada de teléfono de un padre que, desesperado, le pide ayuda. El caso le conducirá a Capri, lugar en que afloraran recuerdos de su niñez y de los dos personajes que marcaron su vida: el señor Martin y George. El reencuentro con el pasado llevará a Dani a reflexionar sobre su vida, sobre la historia de amor con su pareja y sobre las cosas que realmente importan.
"Dedicada a todos los que siguen queriendo ser diferentes y luchan contra aquellos que desean que seamos iguales."
Albert Espinosa
Albert Espinosa
Si tú me dices ven lo dejo todo... pero dime ven
ePUB v1.5
Mística26.11.11
Cuando crees que conoces todas las respuestas,
llega el Universo
y te cambia todas las preguntas...
JORGE FRANCISCO PINTO,
maestro
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Recuerdo como si fuera hoy cuando ella me dijo: «¿No deseas poder ser feliz en todos los aspectos de tu vida...? ¿No tener que aceptar nada que no te agrade...? ¿Sentir que la vida es controlada por ti en lugar de ir a rebufo de ella en el vagón 23...?».
No respondí...
Sólo resoplé, resonó un montón de aire saliendo de mi nariz y apareció mi diente roto tras una sonrisa de esperanza.
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