No pretendas que las cosas ocurran como tu quieres. Desea, más bien, que se produzcan tal como se producen, y serás feliz.
Epicleto de Frigia.
CAPÍTULO 1
La noche lucía una luna estática, redonda y llena de brillos. Sin duda era la noche apropiada para algo así, hubiera incluso podido disfrutar de tanta belleza si no fuera por la situación en la que se encontraba que la hacía preguntarse continuamente si no se habría equivocado.
—¿Por qué quieres ser bruja?
—Me quiero vengar de mi novio.
La mujer la miró de arriba abajo con una sonrisa sardónica en su cara. Pat sintió un escalofrío al ver como los muslos enormes de la señora se movían mientras la llevaba de la mano hasta la orilla del mar.
—¿Dónde están tus ofrendas?
La chica recogió de la arena la cesta de mimbre donde había dispuesto sus presentes. La mujer le arrebató la cesta con brusquedad. Miró dentro y levantó las cejas menospreciando el precioso conjunto de manzanas rojas coronada por flores.
—Desnúdate —ordenó.
—¿Cómo?
—¡Que te desnudes! No puedes ser una bruja si eres una remilgada.
Pat se despojó del vestido y advirtió como la mujer echaba una mirada tasativa a su cuerpo.
—No parece que tengas tan buenas curvas cuando vas vestida. Una bruja debe resaltar su feminidad.
—Quiero ser bruja para vengarme de mi novio.
—¿Crees que estoy sorda? Ya te he escuchado antes. Métete en el agua con tu cesta y ofrécela a a la diosa Medusa. Ella decidirá si puedes ser bruja o no.
Pat entró en el agua y deslizó su cesta sobre las ondas.
—Ahora ya puedes marcharte y esperar acontecimientos —le dijo la mujer cuando regresó aterida a la orilla.
—¿Qué acontecimientos? —preguntó tímidamente mientras volvía a ponerse su vestido.
—Los sabrás cuando suceda.
Regresó a casa bordeando la playa y se metió en su cama pensando que nunca había perdido el tiempo de una forma tan estúpida.
CAPÍTULO 2
El despertador sonó a las siete de la mañana. Pat estiró el brazo y retrasó la alarma media hora más. Siempre se prometía a sí misma que se levantaría con el tiempo suficiente para darse una ducha, arreglarse el cabello y maquillarse pero cada día terminaba tomando un café con leche rápido y saliendo al instituto disparada. Una vez allí la realidad se imponía. La mayoría de las chicas tenían esa fuerza de voluntad para llegar al instituto como princesas mientras que ella llegaba con su cola de cabello en el pelo y unos vaqueros con el primer polo que había encontrado.
A las siete y media volvió a sonar el despertador. Se levantó con un esfuerzo supremo y tras echarse algo de agua en la cara bajó a tomar el consabido café con leche. Quemando como siempre. El maldito microondas hacía mucho tiempo que había pasado a mejor vida y en su casa no había dinero suficiente para comprar otro, o mejor dicho, había dinero para las salidas y entradas de su padre pero no para las cosas que se necesitaban en casa.
—¿Qué vas a hacer hoy para comer?- Escuchó preguntar a su padre.
—Hoy no como en casa.
En realidad no tenía ni idea de adónde iría pero prefería meterse en algún bar y tomar un bocadillo rápido y luego irse a la biblioteca donde se sumergiría en alguna historia de amor deliciosa hasta las cinco de la tarde que era cuando su padre empezaba a trabajar.
Cuando el padre de Pat entró en la cocina ella percibió el olor a whisky.
—Nena, estás espectacular.
Ni por un momento pensó que lo decía en serio.
—Me voy. Llego tarde.
Se montó en su bicicleta e hizo los cinco kilómetros que la separaban de su centro de enseñanza media. Advirtió la mirada de todos clavada en ella cuando aparcó su bici y la ató al árbol. Decidió pasar por alto la sensación que inexplicablemente no era desagradable.
Entró en su clase y otra vez lo mismo. Ben no estaba por ningún sitio.
¡Oh, por favor, que no se haya resfriado otra vez y venga a clase!
Ben era su único amigo. Un chico raro que tenía una mente prodigiosa, marginado por todos menos por ella, que no era exactamente una marginada pero tampoco era precisamente la chica más popular. El problema es que Ben cogía un catarro detrás de otro y faltaba a menudo, así que los días que él no iba ella se sentía muy sola.
Notó varias miradas más antes de que el profesor empezara a explicar la lección. Trató de concentrarse como hacía siempre y no pensar en nada más. Lo bueno de aquello era que como prestaba tanta atención apenas tenía que estudiar en casa.
El tiempo pasó muy lentamente y durante cada uno de los dos recreos salió del instituto para pasear por el bosque que lo rodeaba. Por lo menos no estaba tropezando como era habitual con las raíces. De hecho, la primavera parecía haberse adelantado puesto que todas las ramas estaban en flor a pesar de que corría el mes de diciembre.
A lo lejos escuchó unas risas. Eran de un chico y una chica.
Mierda, ahora tendré que irme porque hay ahí dos tortolitos.
Dio la vuelta para regresar sobre sus pasos cuando escuchó:
—Pat —se giró y hacia ella corría su novio, mejor dicho, el que había sido su novio antes de que una de esas chicas que sí se levantaban a las siete de la mañana para maquillarse y arreglarse el cabello, se lo robara. —Espera —Oliver se colocó a su lado. A lo lejos Brenda Walter caminaba también hacia ellos mirando desdeñosamente a Pat.
—Pat, no quiero que sufras, no quiero que lo pases mal, hay un montón de chicos y todos ellos mejor que yo.
—Eso no lo dudo —respondió con sequedad.
—No te lo tomes así- dijo poniéndole la mano en el brazo en una actitud de condescendencia que hizo irritar a Pat.
—No me pongas una mano encima —dijo al tiempo que se zafaba del brazo.
—Pat …¿ qué … qué le ocurre a tus ojos?
Brenda Walter se puso al lado de ellos y la miró con los ojos entornados.
—Si te parece los tengo así de llorar por ti.
Observó el rostro desencajado de Oliver. A su lado Brenda iba palideciendo.
—¿Y qué le pasa a esta anormal que te echaste por novia? ¿Nunca has visto la cara de alguien sin maquillar o hace tanto tiempo que no ves la tuya que crees estar viendo un fantasma?
—Oliver, vámonos, por favor —susurró Brenda con algo que a Pat le pareció muy similar al miedo —no hables con ella, vayámonos.
—Pat, tienes los ojos … - empezó a decir él.
—Oli, vámonos antes de que nos haga algo.
Brenda tiraba del brazo del ex novio de Pat sin conseguir que él se retirara. La chica dio un resoplido que a los oídos de Pat sonó como un vendaval.
—¿Te pasa algo, Brenda, querida? —Pat estaba empezando a disfrutar de la sensación de triunfo al humillarla. -¿Quieres que te eche una maldición o una bendición? Puedo hacer las dos cosas, sabes, soy bruja.
Dijo aquellas palabras sin pensar demasiado pero fueron suficientes para aterrorizar a Brenda y hacerla salir corriendo. Oliver permanecía clavado en el suelo mirándola inexpresivo.
—¡Oh, eres un estúpido, Oliver! No vuelvas a dirigirte a mí.
Se dio la vuelta y regresó a clase donde dio tres asignaturas más. En ningún momento se le ocurrió ir al aseo a retocar el maquillaje, sencillamente porque este era inexistente. Tampoco notó que a las siguientes clases no acudieron ni Brenda Walter ni su ex novio.
CAPÍTULO 3
La noche había caído cuando recibió la llamada de Ben.
—Ha ocurrido algo en el pueblo, junto al instituto.
—¿Cómo te encuentras, Ben? ¿Ya estás recuperado del catarro? Por favor no faltes más a clase, hoy me sentí muy sola.
—Pat, han encontrado a Oliver, tu ex novio en el bosque temblando de miedo y diciendo incoherencias. ¿Ha ocurrido algo esta mañana con él?