Carmen Susana Calderón Gallegos
El silencio de Dios
Relato de una superviviente
Índice
Sinopsis
Susana y su esposo Luis emprenden el viaje de sus vidas. A Egipto. Era el sueño cumplido de Luis, el viaje tendría dos semanas de duración pero solo duró tres días, porque al tercero fueron víctimas de unos mortíferos ataques a cargo de la fuerza aérea egipcia. Luis era una de las ocho víctimas fallecidas de los mortales ataques. Relatada en primera persona, la historia de Susana Calderón está escrita en forma de carta a Luis, compañero fiel y leal que "emprendió el viaje hacia las estrellas". El relato es estremecedor, la prueba mas dura que una persona puede sufrir, el manuscrito muestra el dolor y el amor sin ningún tipo de concesiones y a un corazón tan limpio que emociona. El Silencio de Dios en una declaración de amor en toda regla, un amor que nos inunda y llena de energía. Las líneas que tendrá el lector ante sus ojos han sido escritas por una mujer valiente cuyo corazón fue capaz de soportar la pérdida de seres muy amados y aun así ser capaz de sacar la cabeza y seguir caminando.
El silencio de Dios
Relato de una superviviente
Carmen Susana Calderón Gallegos
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© Carmen Susana Calderón Gallegos, 2018
Diseño de la cubierta: Equipo de diseño de Universo de Letras
Imagen de cubierta: ©Shutterstock.com
Fotografía: ©Manuel Lucio
universode letras.com
Primera edición: Mayo, 2018
ISBN: 9788417139766
ISBN eBook: 9788417436766
A ti guardian de mi alma, mi otro corazón valiente. Gracias Alfonso Bayardo
A mi amado esposo Luis y en su memoria, gracias mi cielo por ser el perfecto compañero de mi vida, gracias por ser mi inspiración y por ser la luz de mis ojos.
A mi dulce hermano Pepe, gracias cariño mío por ser el héroe que tanto amo.
En memoria de todos mis compañeros que del desierto partieron a su viaje hacia las estrellas.
Lulú, Vane, Gaby, Queta, Nena, Rafa, Isra.
Los llevo siempre en mi corazón.
Prólogo
La significativa invitación de Susana Calderón para prolongar su obra, estremeció lo más sensible de mi ser y removió mi conciencia individual, para ser responsable con las palabras que puedan introducir al lector, a la magnitud de un texto tan desgarradoramente personal.
Y es que no se trata tan solo de la cruel belleza de un relato que sin intentar ser prosa poética, termina siéndolo, cuando la autora dialoga con el amor de su vida... y de su muerte.
Retrata y se trata, de la desnudez absoluta del ser humano al enfrentarse accidentalmente e inexorablemente a la eterna lucha del bien y del mal.
Y no es una visión maniqueísta, es la confrontación cara a cara con la parte más lamentable de la enfermedad social: el extremismo que lleva al asesinato de inocentes... Inocentes de cuerpo y alma.
Susy llega a mí, muerta de alma y casi muerta de cuerpo pero, inexplicablemente, más lúcida que nunca y con su inocencia original intacta.
Allí empezó la verdadera lucha. No la de respirar desesperados sorbos de aire seco y caliente del inhóspito desierto para sobrevivir, sino la de entrar a su desierto interior y vivir la noche más oscura de su alma.
Parecía que de esta último no iba a poder escapar y las múltiples lesiones y secuelas en todo su cuerpo eran una constante invitación al abandono; entonces, su espíritu respondió más que su cuerpo para iniciar, paso a paso, segundo a segundo, pedazo a pedazo, la gestación de un milagro: renacer a la esperanza.
El milagro no fue gratuito porque su brillante memoria emocional a mediano y largo plazo y su sensibilidad a flor de piel —piel quemada— la harían vivenciar cada instante, hasta el más ínfimo detalle que conformaría la bella historia de amor que tienes en tus manos, amable lector.
Si pareciera un desvarío tal afirmación, te invito al acompañamiento solidario con lo más noble de tu inteligencia intelectual y emocional, para que constates con un corazón conmovido, lo que puede surgir de la adversidad cuando se tiene u obtiene la grandeza de alma, resucitada y liberada, que descubrirás en la autora.
Cito, con profundo respeto, un fragmento del poema «Para la libertad» de Miguel Hernández, para que exprese dignamente, lo que mis torpes y limitadas palabras no hayan hecho.
Porque, donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella pondrá dos piedras de futura mirada
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.
Retoñarán aladas de savia sin otoño
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida
porque soy como el árbol talado que retoño;
porque aún tengo la vida...
Aún tengo la vida
J. Alfonso Bayardo Zaragoza.
Una linda historia
Se siente bien saber que impactas a alguien sin dispararle una bala...
Te voy a contar una linda historia, una pequeña parte de mi nueva historia... Cuando yo volví a Gaia después de ese terrible suceso, ese terrible terminar y volver a empezar, pasé unos meses en casa de mi madre esperando recuperar un poco de fuerzas y poder volver a ponerme en pie, y empezar el verdadero proceso de mi duelo... Un duelo como todos, doloroso y difícil.
Lo que me esperaba no era para nada lindo ni ligero, ¡todo lo contrario! Hasta entonces entendí que Dios me había regalado la bendición de no pensar y no recordar con claridad lo que en realidad había sucedido...
Volví a casa... con el alma hecha pedazos, el corazón roto y la vida deshecha, Gaia no era la misma... Todo era distinto y por lo tanto nuevo, ¡nuevo pero doloroso!
Recuerdo las primeras noches, en mi cama llorando..., en posición fetal rogando a Dios que no me lastimara..., que ya no me hiciera daño... Era como si esperará las explosiones y las ráfagas de las metralletas sobre mí... ¡Los golpes terribles de las ondas expansivas de las bombas a mi alrededor! ¡Cualquier ruido me detonaba el estrés postraumático y me hacía temblar como un triste trozo de gelatina..., enfrentando la ausencia de mi esposo, la dolorosa ausencia!
El silencio..., el silencio que me ensordecía... El sonido terrible del silencio que me enloquecía... así fueron mis primeros días de regreso a mi hogar, porque en mi lucha entendí que mi hogar es donde yo esté y en esos momentos yo no sabía en dónde estaba. Sentía que algunos de mis cuerpos se habían quedado quién sabe dónde..., tal vez en el desierto aquel día.
Por esos días creo que Dios se apiadó de mí y tuve respuesta del consultorio de mi terapeuta, anunciándome que ya tenía un sitio disponible para mí, mi maravilloso y lindo terapeuta: ¡el Dr. Alfonso Bayardo!
Yo tuve la oportunidad de elegir empezar mi acompañamiento con alguien más desde que volví a Gaia, pero preferí esperar a que él estuviera en condiciones de recibirme. Él había tenido que ser intervenido en una cirugía de su columna vertebral y cuando me puse en contacto con él no estaba en condiciones de atender a nadie, así que decidí esperar... Mientras recuperaba fuerzas y sanaba mi cuerpo de tantas heridas de guerra, porque literalmente ¡había ido a la guerra, aunque yo no lo sabía...! Una guerra entre el bien y el mal. El mal cayó del cielo sobre nosotros, todo el mal y la oscuridad que suele caer sobre las almas más luminosas luchando por apagarlas... ¡Pero esta vez no pudieron! Solo el odio y la oscuridad del mal es capaz de accionar a los humanos débiles y cobardes para hacerlos actuar de manera tan primitiva.
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