Viajes De Fu Fuen Campos Copyright © 2019 Fuen Campos Moreno Diseño de portada y maquetación: www.fuencampos.com Fotos: © Fuen Campos Moreno Editor: © Fuen Campos Moreno Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación. Incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, transmitida ni utilizada de ninguna manera sin previo consentimiento del autor. Las fotografías han sido extraídas de la página Pixabay.com Dedicatoria Este libro está dedicado especialmente a mi padre, que nos transmitió el sentido del humor. Siempre estaba contento y explicando chistes, aunque las cosas a veces no fueran viento en popa, él tomaba todo con humor y alegría. También lo dedico a todas aquellas personas que han formado parte de las historias.
Así también a las que les gusta el sentido del humor o, a aquellas que lo han dejado en algún lugar perdido, para que vuelvan a recuperarlo. Reír nos alarga la vida. “Si eres capaz de reírte de ti mismo ya lo único que puede pasarte es que seas feliz. “Usa tu sonrisa para cambiar el mundo. No dejes que el mundo cambie tu sonrisa” Fu no había salido nunca del pueblo. Aquí en las altas montañas solamente había visto vacas y animales, que entonces había muchas.
La ciudad y los transportes modernos solo los había visto por televisión. Así que cada viaje era una experiencia que aprendí y aprendimos a reírnos de ellas porque si no nos habríamos quedado en el pueblo sin salir nunca más desde la primera vez que fue un viaje en avión. Así que, con amigos, familias, parejas, pasan cada día montones de cosas divertidas que todos podríamos contar y reír. Eso es lo que voy a hacer en este libro. Las cosas más divertidas son las que pasan en la vida real. Espero que te rías tanto como nosotros nos reímos con todas ellas.
Hasta dolernos la barriga y hasta tener que irnos a dormir a lugares diferentes por no poder parar de tanta risa que parecía que teníamos en la panza. Primer viaje en avión Viaje de Ida Barcelona- Granada Ni y yo hicimos las maletas. Al fin salíamos del pueblo. Dos jóvenes de 21 y 25 años. Nos despedimos de los papis y recibimos sus encargos. ¡Qué ilusión! La alhambra. ¡Qué ilusión! La alhambra.
De encargo, mi madre: ― Tráeme chorizos de Andalucía, sobre todo, que los echo de menos. Así que éramos niños muy obedientes y para una vez que salíamos íbamos a complacer a mamá. Llegamos al aeropuerto, después de tres horas de coche desde el pueblo. ― Madre mía Ni, ¡Qué lugar tan grande! Preguntando llegamos a una planta en donde había guardias civiles. ¡Qué susto! ― Deje ahí el bolso. ―Me dijo uno de ellos.
Allí solo había una máquina con una negra cinta. De repente esa cinta comenzó a caminar y mi bolso desapareció. Ya no tenía ni dinero ni carné ni nada, ni siquiera sabía para qué se habían llevado mi bolso. ¿Iban a detenerme? ¿Cómo avisaría a mi familia? ¿Iban a registrar todas mis cosas? ¿Caería mi bolso a un foso? ― así, que le pregunté al guardia: ― ¿Dónde está mi bolso? ― pregunté con cara de circunstancia. ― Chiquilla, da unos pasos y recógelo al otro lado del agujero. Así que allí descubrí, que la cinta se tragaba el bolso y después lo recuperaba al otro lado.
Estaba intacto, menos mal. Seguimos andando, y nos dijeron que había que buscar unas puertas de embarque. No entendíamos porque si era un avión ¿Acaso el embarque no quería decir barco? ― Ni, mira que si nos hemos equivocado y ahora esto no es el aeropuerto. ―Pero nos ha traído el taxi, y el taxista debe saberlo ―dijo Ni. Al fin llegamos a una puerta con una entrada grande en un tubo. Nos metieron por allí y se hizo el milagro, estábamos en un avión.
Yo siempre creí que podrías estirar los pies en un avión, que era ancho, y parecíamos salchichas. Nos acomodaron en nuestros asientos y por fin, ya podíamos disimular e ir de listos, porque habíamos conseguido llegar bien. De repente, miré por la ventanilla. ¡Oh no, dios mío! Ojalá y Ni no lo viera, Estaban metiendo un ataúd en el avión. Ni era muy aprensivo y se querría bajar. ― ¿Qué es eso? Es un ataúd ¿Verdad? ― Bueno Ni, no pasa nada. ― ¿Qué es eso? Es un ataúd ¿Verdad? ― Bueno Ni, no pasa nada.
No creo que pongan al muerto en los asientos, ira en algún lugar que no se vea. ―Yuyu, yuyu. Mala suerte. Nosotros no salimos vivos de ésta. ―Yo también lo pensé. ―Nos hicieron poner los cinturones, así que ya estábamos perdidos. ―Nos hicieron poner los cinturones, así que ya estábamos perdidos.
No podíamos bajarnos. Lo único que podía hacer era lo que hice. Rezar. Ya no podía pasar nada más. Qué mala suerte, para la primera vez que salíamos de casa, pero estaba equivocada... ― Ni, ¿Qué te pasa? Ni estaba blanco, sudaba a chorro, apenas hablaba, solo balbuceaba.
Yo no sabía qué hacer. Estábamos despegando. No había azafatas. A ver si con lo del ataúd íbamos a tener mala suerte de verdad y le iba a dar un infarto a Ni. ― ¡Azafata, azafata! ―Comencé a gritar. ―No chilles chica, toca este timbre, pero no vendrá nadie hasta que hallamos despegado.
Así lo hice. Para cuando llegaron Ni ya ni zurria ni bullía. En fin, parecía otro muerto. Las azafatas le pusieron cosas para oler y por fin, recuperé a Ni. ―Ay Ni, qué miedo he pasado por ti. ―Ay cariño, pensaba que me moría ― dijo Ni ―y lo peor no es eso. ― ¿Y qué es lo peor? ―Que tenemos que volver ―dijo N Viaje de vuelta Granada- Barcelona. ― ¿Y qué es lo peor? ―Que tenemos que volver ―dijo N Viaje de vuelta Granada- Barcelona.
Ya habíamos pasado nuestros días en Granada, sin novedad. Fuimos eso si, a las carnicerías a ver dónde eran mejores los chorizos para cumplir el antojo de mi madre. Encontramos unos que eran muy ricos, así que compramos cuatro kilos para que tuviera para mucho tiempo, ya que no sabíamos cuándo íbamos a volver. Por la noche volvimos a hacer las maletas, pero esta vez era diferente. Parecía que la ropa había engordado. No cabía todo.
Metimos los chorizos, nos sentamos encima para cerrarla y nada. Al final tuvimos que llevarlos en la mano, como equipaje de mano, pero en bolsas blancas transparentes casi, ya que no teníamos dónde ponerlos. Ya volvíamos a estar en el mismo escenario de hacía una semana, el aeropuerto. Esta vez pasábamos desapercibidos. Ya sabíamos poner el bolso, y los chorizos también en el agujero. Luego los recogeríamos al otro lado, y andaríamos como si eso lo hubiéramos hecho toda la vida.
En el avión, pusimos la bolsa en el equipaje arriba del asiento. De repente... ― Ni. ― ¿Qué? ― Creo que tendremos que sacar los chorizos de ahí. ― ¿Porqué? ― Porque huelen mucho y la gente se va a quejar. ― ¿Y dónde lo ponemos? ―No lo sé, igual debajo del asiento para que no los vean. ― ¿Y dónde lo ponemos? ―No lo sé, igual debajo del asiento para que no los vean.
Los olerán, pero nosotros disimularemos. ― Vale, probemos. Así que, sacamos los chorizos y los pusimos debajo del asiento. Olían por todas partes, pero nadie sabía al menos en dónde estaban. La azafata comenzó a dar instrucciones de respiración, mascarillas, etc. De repente, cuando decía: ― El salvavidas, está debajo del asiento, nosotros nos mirábamos con Ni y decíamos: ―Y los chorizos también.
Y llegaron sanos y salvos a mi madre, y estuvo contentísima, pero nosotros dijimos que nunca más llevaríamos chorizos en un avión. Entonces hace más de 20 años y dejaban. Moraleja: “Vivan los chorizos, viva Ni y yo y viva la madre que nos parió”. Primer viaje en Barco Algeciras – Gibraltar Así que ya éramos veteranos. Podíamos viajar solos por el mundo. Por eso decidimos hacer una pequeña travesía en barco.
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