Caribe-Betania Editores es un sello de Editorial Caribe, Inc.
© 2005 Editorial Caribe, Inc.
Una división de Thomas Nelson, Inc.
Nashville, TN, E.U.A.
www.caribebetania.com
Título en inglés: Good Morning, Holy Spirit
©1990, 1997 por Benny Hinn
Publicado por Thomas Nelson Publishers
Nashville, Tennessee
A menos que se señale lo contrario, todas las citas
bíblicas son tomadas de la Versión Reina-Valera 1960
© 1960 Sociedades Bíblicas Unidas en América Latina.
Usadas con permiso.
ISBN 0-88113-917-3
ISBN 978-0-88113-917-4
ISBN 978-0-71802-496-3 (eBook)
Tipografía: Jirah Typesetting
Reservados todos los derechos.
Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin la debida autorización por escrito de los editores.
Impreso en E.U.A.
Printed in the U.S.A.
24a Impresión, 04/2011
A la persona del Espíritu Santo quien es la única razón de mi existencia y a mis hijas Jessica y Natasha, quienes, si el Señor tardara, llevarán este mensaje a su generación
CONTENIDO
T res días antes de la Navidad de 1973, el sol todavía estaba saliendo en aquella mañana fría y nebulosa de Toronto.
De repente Él estaba allí. El Espíritu Santo entró en mi cuarto. Él era tan real para mí aquella mañana como lo es para ti el libro que tienes en tus manos.
En las ocho horas siguientes, tuve una experiencia increíble con el Espíritu Santo.
Cambió el curso de mi vida. Lágrimas de asombro y gozo rodaron por mis mejillas al abrir las Escrituras, y Él me dio las respuestas a mis preguntas.
Parecía que mi cuarto se había elevado al hemisferio del cielo. Y yo quería quedarme allí para siempre. Había acabado de cumplir veintiún años, y esa visitación fue el mejor regalo de cumpleaños o Navidad que jamás yo haya recibido.
Al final del pasillo estaban mi mamá y mi papá. Ellos posiblemente nunca entenderían lo que le estaba pasando a su Benny. En realidad, si ellos hubieran sabido lo que yo estaba experimentando, podría haber sido el punto de rompimiento de una familia que ya estaba al borde de desmoronarse. Por casi dos años —desde el día que yo le di mi vida a Jesús— no había comunicación entre mis padres y yo. Era horrible. Como el hijo de una familia inmigrante de Israel, yo había humillado la familia rompiendo la tradición. Ninguna otra cosa en mi vida había sido tan devastadora.
En mi cuarto, sin embargo, había puro gozo. Sí, era inefable. Sí, ¡estaba lleno de gloria! Si se me hubiera dicho sólo cuarenta y ocho horas antes de lo que estaba a punto de pasarme, yo habría dicho: «De ninguna manera». Pero desde ese mismo momento, el Espíritu Santo se hizo vida en mí. Ya Él no era la lejana «tercera persona» de la Trinidad. Él era real. Tenía personalidad.
Y ahora yo lo quiero compartir contigo.
Mi amigo, si estás listo para comenzar una relación con el Espíritu Santo que sobrepasa todo lo que has soñado posible, continúa leyendo. Si no, déjame sugerirte que cierres la tapa de este libro para siempre. Así es. ¡Cierra el libro! Porque lo que estoy a punto de compartir transformará tu vida espiritual.
De repente te sucederá a ti. Puede que sea cuando estés leyendo. Quizás cuando estés orando. O cuando vayas de camino a tu trabajo. El Espíritu Santo va a responder a tu invitación. Él va a llegar a ser tu amigo más íntimo, tu guía, tu consolador, el compañero de toda tu vida. Y cuando tú y Él se encuentren, dirás: «¡Benny! ¡Déjame decirte lo que el Espíritu ha estado haciendo en mi vida!»
El poder de Dios revelado
Una noche corta en Pittsburgh
Un amigo mío, Jim Poynter, me había pedido que fuera con él en un ómnibus fletado a Pittsburgh, Pensilvania. Había conocido a este ministro metodista libre en la iglesia que yo asistía. El grupo iba a una reunión de una evangelista que sanaba, Kathryn Kuhlman.
Sinceramente, sabía muy poco de su ministerio. Yo la había visto en televisión, y ella me había disgustado totalmente. Pensé que hablaba gracioso y lucía un poco extraña. Así que no estaba lleno de expectación.
Pero Jim era amigo, y yo no quería defraudarlo.
En el ómnibus le dije a Jim: «Jim tú jamás sabrás el mal rato que tuve con mi padre sobre este viaje». Después de mi conversión, mis padres hicieron todo lo que pudieron para que yo fuera a la iglesia. ¿Y ahora un viaje a Pittsburgh? Estaba fuera de la posibilidad, pero refuñando me dieron permiso.
Salimos de Pittsburgh el jueves a media mañana. Y lo que pudo haber sido un viaje de siete horas se tardó más por una abrupta tormenta de nieve. No llegamos a nuestro hotel hasta la una de la mañana.
Entonces Jim dijo: «Benny, tenemos que levantarnos a las cinco».
«¿Cinco de la mañana? Pregunté yo. «¿Para qué?
Él me dijo que si no estábamos a las puertas del edificio para las seis, no conseguiríamos asiento.
Bueno, yo no lo podía creer. ¿Quién ha oído jamás de estar parado en el frío helado antes de salir el sol para ir a la iglesia? Pero él dijo que eso era lo que teníamos que hacer.
El frío era glaciar. A las cinco me levanté y me puse toda la ropa que pude encontrar: botas, guantes. Parecía un esquimal.
Llegamos a la Primera Iglesia Presbiteriana, en el centro de Pittsburgh, mientras todavía estaba oscuro. Pero lo que me asombró fue que cientos de personas ya estaban allí. Y las puertas no se abrirían hasta dos horas más tarde.
Ser pequeño tiene algunas ventajas. Yo comencé a abrirme paso más y más hacia las puertas —y halando a Jim detrás de mi. Aún había gente durmiendo en los escalones del frente. Una mujer me dijo: «Ellos han estado aquí toda la noche. Es así cada semana».
Cuando estaba parado allí, de repente comencé a vibrar —como si alguien hubiera agarrado mi cuerpo y comenzado a sacudirlo.
Por un momento pensé que el frío glaciar me había invadido. Pero yo estaba vestido con ropas dobles, y ciertamente no sentía frío. Un sacudimiento incontrolable vino sobre mí.
Nunca antes nada como eso me había pasado. Y yo no paraba. Estaba demasiado avergonzado para decírselo a Jim, pero yo podía sentir mis huesos crujiendo. Lo sentía en mis rodillas. En mi boca. «¿Qué me estaba pasando? — me preguntaba—. ¿Es éste el poder de Dios?» Yo no entendía.
Corriendo a través de la iglesia
Para entonces las puertas estaban a punto de abrirse, y la multitud presionaba hacia delante hasta que apenas yo podía moverme. Aún la vibración no paraba.
Jim me dijo: «Benny, cuando esas puertas se abran, corre tan rápido como puedas».
«¿Por qué?» pregunté.
«Si no corres, ellos correrán sobre ti». El había estado allí antes y sabía qué esperar.
Bueno, nunca pensé que estaría en una carrera yendo a la iglesia, pero allí estaba yo. Y cuando aquellas puertas se abrieron, salí como un corredor olímpico. Pasé a todo el mundo: mujeres ancianas, hombres jóvenes, a todos ellos.
De hecho, llegué a la fila del frente y traté de sentarme. Un ujier me dijo que la primera fila estaba reservada. Más tarde supe que el personal de la señorita Kuhlman escogía las personas que se sentaban al frente. Ella era tan sensible al Espíritu que quería sólo los que la apoyaban con oración positiva al frente de ella.
Página siguiente