• Quejarse

Charles Harness - Los Hombres paradójicos

Aquí puedes leer online Charles Harness - Los Hombres paradójicos texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Género: Ciencia ficción. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

Novela romántica Ciencia ficción Aventura Detective Ciencia Historia Hogar y familia Prosa Arte Política Ordenador No ficción Religión Negocios Niños

Elija una categoría favorita y encuentre realmente lee libros que valgan la pena. Disfrute de la inmersión en el mundo de la imaginación, sienta las emociones de los personajes o aprenda algo nuevo para usted, haga un descubrimiento fascinante.

No cover

Los Hombres paradójicos: resumen, descripción y anotación

Ofrecemos leer una anotación, descripción, resumen o prefacio (depende de lo que el autor del libro "Los Hombres paradójicos" escribió él mismo). Si no ha encontrado la información necesaria sobre el libro — escribe en los comentarios, intentaremos encontrarlo.

En un lejano futuro una minoría aristocrática, totalitaria y belicista domina los Estados Unidos de América, explotando el trabajo de hombres y mujeres que han preferido vivir como esclavos antes que morir en la pobreza. Las paradojas de Einstein y las concepciones históricas de Toynbee animan este libro singular, un clásico eminente de la ciencia-ficción contemporánea. La novela Los Hombres Paradójicos puede ser considerada como el clímax del banquete de un billón de años.Entreteje el espacio y el tiempo con altura, amplitud y belleza; zumba dando vueltas por el sistema solar como una avispa enloquecida; es ingeniosa, profunda y trivial, todo a la vez, y ha demostrado tener una inventiva que muchas hordas de presuntos imitadores han tratado de alcanzar en vano.

Charles Harness: otros libros del autor


¿Quién escribió Los Hombres paradójicos? Averigüe el apellido, el nombre del autor del libro y una lista de todas las obras del autor por series.

Los Hombres paradójicos — leer online gratis el libro completo

A continuación se muestra el texto del libro, dividido por páginas. Sistema guardar el lugar de la última página leída, le permite leer cómodamente el libro" Los Hombres paradójicos " online de forma gratuita, sin tener que buscar de nuevo cada vez donde lo dejaste. Poner un marcador, y puede ir a la página donde terminó de leer en cualquier momento.

Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer
Charles L Harness Los Hombres paradójicos Título original en Inglés THE - photo 1

Charles L. Harness

Los Hombres paradójicos

Título original en Inglés THE PARADOX MEN (Flight into yesterday)

Traducción de Edith Zilli

©1953 by Charles L. Harnes

PRÓLOGO

No tenía la menor idea sobre su propia identidad.

Tampoco sabía por qué braceaba con tanta desesperación en el agua fría y negra.

Ni por qué había un gran objeto maltrecho y brillante diez metros más allá, bajo la luz de la luna.

Por su mente aturdida cruzó por un instante la imagen de vastas distancias atravesadas a velocidad increíble, pero desapareció en seguida.

Le dolía terriblemente la cabeza y carecía de todo recuerdo.

De pronto, hacia adelante, un cegador destello de luz barrió las aguas y se detuvo sobre el flanco deshecho de la nave, que se hundía rápidamente. Creyó ver sobre el casco destrozado un animalillo de grandes ojos, con la piel aplastada al cuerpo estremecido.

Casi de inmediato apareció una lancha liviana, guarnecida en bronce, que se detuvo junto al casco. Supo entonces, sin saber por qué, que no debía demorarse allí. Tras comprobar que el objeto aferrado en su mano izquierda seguía a salvo se volvió hacia las luces distantes de la costa y comenzó a nadar con un lento y silencioso estilo pecho…

I NUDO CORREDIZO PARA UN PSICÓLOGO

Tras el antifaz un par de ojos atisbaba en la semipenumbra de la habitación. Detrás de aquellas puertas metálicas se ocultaban las joyas de la Casa de Shey, un montón centelleante que compraría la libertad de cuatrocientos hombres. Cualquier error que cometiera en ese momento lanzaría un verdadero infierno sobre aquel enmascarado. Pero fuera, en la gran ciudad, empezaba a romper el alba, obligándolo a actuar con celeridad. Debía avanzar hacia aquella puerta de puntillas, acercar la diminuta cajade voces al centro de la gran roseta de bronce y apoderarse de la fortuna encerrada allí, para desaparecer de inmediato.

La esbelta figura de antifaz negro se recostó contra la pared, de donde colgaban tapices bordados en oro y platino, y escuchó con atención. Primero, el ritmo de su extraño corazón; después, el mundo que lo rodeaba.

Desde el otro extremo de la habitación, distante unos seis metros, subía y bajaba el ronquido leve y complacido del conde Shey, psicólogo imperial a ratos, pero más famoso por sus riquezas y su diletantismo. Su amplio estómago debía estar lleno aún de faisán y borgoña cosecha 1986.

Los labios de Alar se curvaron amargamente bajo la máscara.

A través de la puerta cerrada a sus espaldas le llegaba el susurro de un mazo de barajas y las voces apagadas de los custodias personales de Shey, que llenaban el cuarto. No se trataba de siervos esclavos, privados de todo voluntad, sino de soldados duramente adiestrados, que recibían una excelente paga; todos eran muy veloces con la espada. Alar crispó inconscientemente la mano sobre la empuñadura de su propio sable; su respiración se hizo más rápida aún. Ni siquiera un diestro Ladrón como él podía hacer frente a seis de los guardias que Shey se costeaba. Sus últimos años de vida habían sido tiempo prestado; era una suerte que esta misión no involucrara derramamiento de sangre.

Silencioso como un gato, se deslizó hasta la puerta de bronce, mientras sacaba el pequeño cubo del saco que llevaba a la cintura. Sus dedos sensibles encontraron el centro de la roseta, donde se ocultaba la cerradura vocal. Al oprimir el cubo al frío metal percibió un leve chasquido; entonces sonaron las palabras grabadas en la aguda voz de Shey, casi inaudibles; les habían sido robadas una a una, día por día, en el curso de las semanas anteriores.

Volvió a guardar el cubo y aguardó.

Nada.

Por un largo instante Alar permaneció inmóvil; sentía la garganta seca y los sobacos mojados. Quizá la Sociedad le había proporcionado una clave vocal fuera de uso o, había una variante insospechada.

Fue entonces cuando reparó en dos detalles. En primer lugar fue el ominoso silencio de la sala y del cuarto de los guardias. Pero además habían cesado los ronquidos provenientes de la cama. El instante siguiente se alargó, infinito, hacia su culminación.

Era evidente que la señal incorrecta había activado alguna alarma invisible. Aun mientras su cerebro trabajaba en frenética urgencia, imaginó por un momento el rostro duro y alerta de los quinientos policías imperiales, que ya habrían encaminado hacia esa zona los patrulleros a chorro.

Desde la sala le llegó un leve y vacilante arrastrar de sandalias. Comprendió al momento que los guardias estaban desconcertados por la posibilidad de que su intervención pusiese en peligro al amo. Pero no tardarían en gritar.

Llegó de un solo salto a la puerta que comunicaba el dormitorio con el cuarto de la guardia y la cerró violentamente con los cerrojos electrónicos. Al otro lado se alzaron voces coléricas.

– ¡Traigan una fresa a rayos! -gritó alguien. La puerta caería en poco tiempo.

Simultáneamente sintió un fuerte golpe en el hombro izquierdo y el dormitorio se iluminó súbitamente, Giró sobre sí, agachado, para observar fríamente al hombre que le había disparado desde la cama.

La voz de Shey era una extraña mezcla de somnolencia, alarma e indignación.

– ¡Un Ladrón! -exclamó, arrojando el revólver-. Estas armas no sirven de nada contra la pantalla que les rodea el cuerpo. Y aquí no tengo espada.

Y agregó, mientras se pasaba la lengua por los labios gordinflones, con una risita nerviosa:

– Recuerde que el código de los Ladrones prohíbe lastimar a un hombre indefenso. Mi bolsa está sobre la mesa de los perfumes.

Ambos escucharon el sonido mezclada de las sirenas policiales distantes y las ahogadas maldiciones que provenían del otro lado de la puerta. -

– Abra el cuarto de las joyas -indicó Alar, serenamente.

Los ojos de Shey se dilataron, atónitos:

– ¡Mis joyas! ¡No se las daré!

Tres sirenas se oían ya muy próximas; de pronto cesaron de sonar. La policía imperial estaría bajando del patrullero a chorro, con sus. Kades semiportátiles, capaces de volatilizarlo, con armadura o sin ella.

Mientras tanto la puerta del dormitorio empezaba a vibrar bajo el efecto de la fresa a rayos.

Alar se encaminó tranquilamente a la cama y se detuvo junto al grueso rostro de Shey, vuelto hacia arriba en temblorosa palidez. Con un solo movimiento, de sorprendente destreza, el Ladrón sujetó el párpado izquierdo de su huésped entre el índice y el pulgar. Este dejó escapar un horrorizado cloqueo, pero levantó la cabeza, a desgana, con dolor. Se sentó en el borde de la cama. Se puso de pie. Cuando trató de aferrar a su torturador por la garganta fue como si un cuchillo se le clavara en el ojo.

Un momento después se detenía ante el cuarto de sus amados tesoros, con el rostro inundado de sudor.

Todas las sirenas habían cesado. Frente a la casa debía haber por lo menos cien patrulleros. Shey también lo sabía, y una mueca astuta se le dibujó en los labios.

– No me siga lastimando -exclamó-; voy a abrir el cuarto de las joyas.

Acercó los labios a la roseta y susurró unas pocas palabras. La puerta se deslizó sin ruido hacia el interior de la pared. El psicólogo retrocedió a tropezones, frotándose el ojo, mientras el Ladrón entraba a la alcoba de los tesoros.

Alar abrió los cajones de teca con metódica celeridad, guardando en la bolsa su reluciente contenido. Un Ladrón de menor experiencia no habría sabido dónde ni cuándo detenerse, pero él sí. En el momento en que alargaba la mano hacia un hermoso brazalete, que bien valía la libertad de cuarenta hombres, interrumpió el movimiento y cerró de un tirón la boca de su saco.

De un solo brinco estuvo en la entrada, precisamente en el instante en que la puerta del dormitorio caía hacia adentro, precediendo a una confusa aglomeración de espadas. Sacó rápidamente la suya y desarmó al guardia más próximo, pero sabía que las probabilidades adversas eran demasiadas; era forzoso que lo hirieran, que lo mataran tal vez antes de que lograra llegar a la altísima ventana. Antes de saltar tenía que atar la punta enroscada de su cordón amortiguador a algún objeto inmóvil. Pero ¿cuál?, el lecho de Shey no era de los antiguos y no tenía columnas. Súbitamente encontró la solución.

Página siguiente
Luz

Tamaño de fuente:

Restablecer

Intervalo:

Marcador:

Hacer

Libros similares «Los Hombres paradójicos»

Mira libros similares a Los Hombres paradójicos. Hemos seleccionado literatura similar en nombre y significado con la esperanza de proporcionar lectores con más opciones para encontrar obras nuevas, interesantes y aún no leídas.


Reseñas sobre «Los Hombres paradójicos»

Discusión, reseñas del libro Los Hombres paradójicos y solo las opiniones de los lectores. Deja tus comentarios, escribe lo que piensas sobre la obra, su significado o los personajes principales. Especifica exactamente lo que te gustó y lo que no te gustó, y por qué crees que sí.