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Eve Ensler - Monólogos de la vagina

Aquí puedes leer online Eve Ensler - Monólogos de la vagina texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 2002, Editor: ePubLibre, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Eve Ensler Monólogos de la vagina
  • Libro:
    Monólogos de la vagina
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    2002
  • Índice:
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Monólogos de la vagina: resumen, descripción y anotación

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Monólogos de la vagina — leer online gratis el libro completo

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AGRADECIMIENTOS

Hay muchísimas personas increíbles que ayudaron a dar a luz a esta obra y después a alimentarla en el mundo. Quiero dar las gracias a las y los valientes que nos llevaron a la obra y a mí a sus ciudades natales, universidades y teatros: Pat Cramer, Sarah Raskin, Gerald Blaise Labida, Howie Baggadonutz, Carole Isenberg, Catherine Gammon, Lynne Hardin, Suzanne Paddock, Robin Hirsh, Gali Gold.

Un agradecimiento especial a Steve Tiller y a Clive Flowers por el maravilloso estreno británico de la obra, y a Rada Boric por conseguir que se realizara con estilo en Zagreb, y por ser mi hermana. Mis mejores deseos a las desprendidas y poderosas mujeres del Centro para Mujeres Víctimas de la Guerra, de Zagreb.

Quiero dar las gracias a las personas excepcionales del teatro HERE de Nueva York, que fueron decisivas para la buena marcha de la obra allí: A Randy Rollison y a Barbara Busackino, por su profunda dedicación y confianza en esta obra; a Wendy Evans Joseph, por su magnífico decorado y su enorme generosidad; a David Kelly; a Heather Carson, por su iluminación sexy y atrevida; a Alex Avans y a Kim Kefgen, por su paciencia y perfección y por bailar la danza del chirri conmigo noche tras noche.

Quiero dar las gracias a Stephen Pevner por su gran apoyo para poner todo esto en marcha, y a Robert Levithan por su confianza. Gracias a Michele Steckler por estar ahí una y otra vez; a Don Summa por lograr que la prensa corriera la voz; y a Alisa Solomon, Alexis Greene, Rebecca Mead, Chris Smith, Wendy Wjfner, Ms., The Village Vóice y Mirabella por hablar de la obra con tanto cariño y respeto.

Quiero expresar mi agradecimiento a Gloria Steinem por sus hermosas palabras y por estar ahí antes que yo, y a Betty Dodson por amar a las vaginas y por empezar todo esto.

Quiero dar las gracias a Charlotte Sheedy por respetarme y luchar por mí, y a Marc Klein por su trabajo cotidiano y por su enorme apoyo y paciencia. También quiero expresar mi gratitud a Carol Bodie: Su fe en mí me ha sostenido en los años difíciles, y su labor de defensa y divulgación de la obra ha vencido los temores de otras personas y la ha hecho posible.

Quiero agradecer a Willa Shalit la fe que ha tenido en mí y el talento y valentía con que ha dado a conocer mi obra. Quiero dar las gracias a David Phillips por ser mi ángel siempre presente, y a Lauren Lloyd por el gran regalo de Bosnia. Gracias a Nancy Rose por guiarme con mano experta y amable; un agradecimiento especial a Marianne Schnall, a Saliy Fisher, a Feminist. Com yal Comité V-Day.

Quiero dar las gracias a Gary Sunshine por venir en el momento apropiado.

Quiero dar las gracias a mi extraordinaria editora, Mollie Doyle, por defender este libro en más de una editorial y, en última instancia, por ser mi gran socia. Quiero dar las gracias a Marysue Rucci por tomar el proyecto en sus manos y ayudarme a lograr que se publicara este libro. Quiero expresar mi gratitud a Villard por no tener miedo.

También quiero dar las gracias por todo lo que me han dado mis amigas y amigos: A Paula Allen, por dar el salto; a Brenda Currin, por cambiar mi karma; a Diana de Vegh, cuya generosidad me sanó; a James Lecesne, porque me ve y cree en mí; a Mark Matousek, por obligarme a profundizar más; a Paula Mazur, por emprender el gran viaje; a Thea Stone, por permanecer junto a mí; a Sapphire, por forzar mis límites; a Kim Rasen, que me deja respirar y encontrar la quietud.

Quiero dar las gracias a algunas mujeres excepcionales: Michele McHugh, Debbie Schechter, Maxi Cohen, Judy Katz, Judy Corcoran, Joan Stein, Kathy Najimy, Teri Schwartz y a las chicas Betty por su constante amor y apoyo. Quiero dar las gracias a mis mentoras: Joanpe Woodward, Shirley Knight, Lynn Austin y Tina Turner.

Quiero dar las gracias a mi madre, Chris; a mi hermana, Laura; y a mi hermano, Curtis, por franquear el laberíntico camino que distaba entre ellos.

Quiero expresar mi agradecimiento a las mujeres valientes y llenas de coraje del programa de SWP que se enfrentan una y otra vez a la oscuridad y la atraviesan, especialmente a Maritza, Tarusa, Stacey, Ilysa, Belinda, Denise, Stephanie, Edwing, Joanne, Beverly y Tawana.

Quiero expresar mi profundo agradecimiento a centenares de mujeres que me dejaron entrar en sus espacios íntimos, que me confiaron sus historias y sus secretos. Que sus historias tracen el camino para un mundo libre y seguro, para: Hannah, Katie, Molly, Adisa, Lulu, Allyson, alivia, Sammy, Isabella y otras.

Quiero dar las gracias a mi hijo, Dylan, por enseñarme el amor; a mi nuera, Shiva; y a mi nieta, Coco, por nacer.

Finalmente, quiero dar las gracias a mi pareja, Ariel Orr Jordan, que concibió esta obra conmigo, cuya bondad y ternura fueron un bálsamo, fueron el principio.

INTRODUCCIÓN

«Vagina». Ya está, lo he dicho. «Vagina»… He vuelto a decirlo. He estado diciendo esa palabra una y otra vez durante los últimos tres años. La he estado diciendo en teatros, en universidades, en salas de estar, en cafeterías, en cenas, en programas radiofónicos de todo el país. La diría en la televisión si alguien me dejara hacerlo. La digo 128 veces cada noche que interpreto mi obra, Monólogos de la vagina, basada en entrevistas realizadas a un grupo variopinto de más de doscientas mujeres que hablan sobre sus vaginas. Digo la palabra en sueños. La digo porque se supone que no debo decirla. La digo porque es una palabra invisible… una palabra que suscita ansiedad, incomodidad, desprecio y asco.

La digo porque creo que no decimos aquello que no vemos, no reconocemos o no recordamos. Aquello que no decimos se convierte en un secreto, y los secretos a menudo crean vergüenza, miedo y mitos. La digo porque quiero sentirme cómoda algún día diciéndola, no avergonzada y culpable.

La digo porque no hemos acuñado una palabra más amplia y envolvente, que realmente describa la zona entera y todas sus partes. «Chocho» —o «chochito»— probablemente sea mejor palabra, pero se asocia con demasiadas cosas. Además, no creo que la mayoría de nosotras tengamos una idea clara de a qué nos referimos cuando decimos «chocho». «Vulva» es una buena palabra; es más específica, pero no creo que la mayoría tengamos claro qué incluye la vulva.

Digo «vagina» porque cuando empecé a decir esta palabra descubrí lo fragmentada que yo estaba, lo desconectado que estaba mi cuerpo de mi mente. Mi vagina era algo que estaba allí, en la distancia. Rara vez habitaba en ella, o tan siquiera la visitaba. Estaba ocupada trabajando, escribiendo; siendo madre, siendo amiga. No veía a mi vagina como mi recurso primario, como un lugar de sustento, humor y creatividad. Era un lugar inquietante, lleno de miedo. Me habían violado de niña, y aunque había crecido y hecho todas las cosas que una adulta hace con su vagina, nunca había vuelto a adentrarme realmente en esa parte de mi cuerpo después de haber sido violada. Había vivido básicamente la mayor parte de mi vida sin mi motor, mi centro, mi segundo corazón.

Digo «vagina» porque quiero que la gente reaccione, y lo ha hecho. Han intentado censurar esa palabra en todos los lugares adonde ha viajado la obra Monólogos de la vagina y en todas las modalidades de comunicación: en los anuncios de periódicos importantes, en las entradas a la venta en grandes almacenes, en las pancartas de las fachadas de los teatros, en los servicios de venta telefónica de localidades donde la voz grabada solamente se refería a la obra como: «Monólogos» o «Monólogos de v».

¿Por qué ocurre esto?, pregunto. «Vagina» no es una palabra pornográfica; de hecho, es una palabra médica, un término para referirse a una parte del cuerpo, al igual que «codo», «mano» o «costilla».

«Puede que no sea pornográfica —dice la gente—, pero es una palabra fea. ¿Y si nuestras hijitas llegaran a oírla? ¿Entonces qué les diríamos?».

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