¡Auxilio! o una mujer al borde de la no potencia
¡Auxilio! o una mujer al borde de la no potencia
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Derechos reservados © 2017, respecto a la primera edición en español, por:
© Mayda Argüelles Mauri
© Editorial Guantanamera
ISBN: 9788417104368
ISBN eBook: 9781524304706
Producción editorial: Lantia Publishing S.L.
Plaza de la Magdalena, 9, Planta 3, 41001, Sevilla
www.lantia.com
IMPRESO EN ESPAÑA-PRINTED IN SPAIN
Si no sueño, me voy de la realidad.
Una sola cosa no puede ser valorada una vez perdida: la vida.
MAYDA ARGÜELLES MAURI
Para ti, que estuviste cerquitica
de convertirte en el hombre de mi vida,
y… porque no hay más na…
¡Auxilio!
o una mujer al borde de la no potencia
Ese de arriba es el título de una crónica humorística que una vez escribí. Fue de las primeras cosas que nacieron después de sumergirme como editora en el mundillo del humor. Me acuerdo todavía de lo que me divertí cuando la redacté. También recuerdo (y eso no se los voy a contar) todo lo que en mi vida desencadenó y encadenó. Mucho de bueno y otro tanto de malo. Me niego a divulgar ese escrito primero, pero como siempre me gustó su título y apunta hacia mis invariables «pases a tierra » y pelos de punta, lo retomo para nombrar este cuadernillo (llamarlo libro sería un sacrilegio) y esta nota introductoria.
Gran cantidad de escritores afirman que escriben porque no pueden vivir sin hacerlo, porque es la pasión de su vida desde muy pequeños y sueñan con alcanzar la fama o el Nobel de literatura. Yo no. Ese vicio apareció después, mucho después de la infancia. Sinceramente, aunque desde que era chiquitica y de ¿mamey?… adoraba la lectura y veía a los escritores como seres de otra galaxia, no aspiré nunca a ser una de ellos. Y mucho menos humorista; ¡con lo pesimista que siempre fui en mi juventud! Soñadora sí era; ¡uff!, más de la cuenta. ¡Cómo leí novelitas rosas mientras me succionaba el pulgar! También inventaba historias románticas que me erizaban y todo. Porque, para serles sincera, mi sueño primero y sostenido durante long time, mi afán, era conseguir el ligue. Pero no cualquier ligue. Nananina. El reallove, como la Cenicienta o Blancanieves. Pero la vida es ingrata y sobre todo caprichosa, por eso me dio lo que le dio la gana. Y yo, siguiendo aquello de que si la vida te da limones…, empecé a escribir poesía para llenar los vacíos dejados por las aspiraciones no logradas y desterrar las soledades impuestas (por supue, me refiero a lo que hacía al margen de las obligaciones habituales de todo homa sapien, editora por añadidura y cabeza dura). Esta pasión, por tanto, se fue imponiendo, y yo he sido la primera asombrada ante su presencia cada vez más tentadora.
También tuve que vencer mi tradicional vagancia para escribir; en eso me ayudó el arribo de Mipecé. Y así, y así, luego de algunas fugas obstinadas para conseguir el jevito anhelado, siempre regresaba a esta droguita demasiado adictiva ya para abandonarla.
Les informo que el entusiasmo por la escribidera comenzó a finales de mi tercera década de existencia, o sea, estando ya bastante crecidita. Me pasé alrededor de trece o catorce años con los poemas. ¡Como he botado porquerías! ¡Y las que faltan! Hasta que llegó la colección Humor a la editorial para la cual trabajaba. A partir de entonces descubrí el agua fría al comprender que es preferible reír que llorar; en especial si los que lloran son los lectores, gracias a mí, y yo me río de ellos. De esta forma y entre col y col…, surgieron los primeros textos con pretensiones humorísticas, hasta conformar este librillo que hoy les muestro, que si bien no es para morirse de la risa, sí intenta reflexionar sobre diversos temas de una forma desenfadada y fresca.
Me han dicho algunos valientes que estos escritos pueden digerirse y hasta sonreírse. Se los entrego. ¡Ah!, y otra cosa, ahora mi mayor aspiración es continuar conversando con ustedes, lectores y lectoras. Soy una mujer pidiendo auxilio y al borde de la no potencia. Con el tiempo y un ganchito aprendí que los jevitos siempre llegan azulitos (recuerden aquello del príncipe azul) y después se convierten en diablitos, por eso los he relegado a un segundo plano, como ellos a mí.
Help me, please, escuchen mis descargas; de lo contrario no me queda otra salida que el pabellón de psiquiatría de la Covadonga. No me lleven a esos extremos. Protéjanme de los psicofármacos y las buenas compañías.
Mayda Argüelles Mauri
En familia
¡Cómo no!, mi niña, puedes usar ese vaso, pero ten cuidado no se rompa; ese juego lo tengo desde mi boda con el padre de Candito. Me trae tantos recuerdos … Siempre ha estado ahí, observando nuestras vidas. Es parte de la familia, como puedes tú llegar a serlo. Deja, deja, yo lo friego, yo sé que tú sabes hacerlo sin que se rompa; lo que quiero es que no te dañes las manos con el detergente. Ven, siéntate aquí conmigo, en el sillón no porque era donde se sentaba el difunto, aquí, en el sofá. Baja un poquito la TV, que no soporto los ruidos; ¡ah!, y debes bañarte antes de que termine la telenovela, porque después yo me acuesto y cualquier ruido me despierta. Claro, hija, ya puedes comer, no sabía que tenías hambre. Aquí se come siempre a las ocho en punto, sin excepciones. ¡Qué bien uno se siente al lado de los jóvenes!, mucho más si es con muchachas como tú. ¡Tan hacendosa, calladita y disciplinada!
Despecho
La amaba como solo saben hacerlo los hombres de verdad: en todas las circunstancias (festivas), sin condiciones (exceptuando el compromiso) y para toda la vida (para toda la vida de esa relación).
Crecimiento
Yo cultivaba el sentido del horror, ahora cultivo también el sentido del humor… ¿o el del hedor? A veces tengo mis recaídas y mezclo las cosas.
Etcéteras
En la farmacia la joven muchacha pregunta, entre angustiada y penosa, si hay condones, de esos con «grasita». La señora a su lado, ya entrada en los cincuenta, sonríe y le expresa resignada:
―No te avergüences, mi niña, penoso es tener que comprar diazepán, ergofeína, ppg, ibuprofeno…
Limpieza
¡Así que hay que limpiar!, ¿eh? ¡Es verdad!, el polvo está que hace ola. Hola, vecina, ¿lavando? Cuando termines llégate por aquí, ja, a ver si me ayudas un poquito. ¿Mi marido? Bueno, como siempre, reunido. Dice que hay un bateo en la empresa y que van a cortar cabezas por un desfalco que descubrieron. ¡Qué cosa! ¡Cortar cabezas!, como si tuvieran. Deberían cortarles otra cosa por no atender bien a sus mujeres. ¿Vinieron los huevos? Huevos es lo que hace falta en esta casa, no hay chiva ni soga para amarrarla; y aún así, con Barbarita más pegada al espinazo que el domingo al lunes, se atreve a decirme: Mama, hace tiempo que… ¡tú sabes! Y luego: Mama, mi computadora está llena de polvo. Mama, no laves más mis camisas en la lavadora, que se rompen. Mama, Mama, Mama… ¡Hasta cuándo, chica! Después los hombres se ofenden porque nos gustan los extranjeros. Ellos no nos mandan a lavar y mucho menos a quitar el polvo. Ellos regalan flores, nos llevan a comer y nos echan un polvo, y no de brujería. Este fin de semana yo me conformaría si mi marido me regalara un marpacífico, después me comprara una pizza, un refresco y diéramos un paseíto por el Malecón. Me sentiría una reina… ¡A lo que llega una por tan solo un poquito de felicidad! En verdad, los extranjeros, mientras están aquí, te bajan el cielo si es preciso, pero cuando llegan allá, te aplican el Período Especial y sin libreta de abastecimientos. Pregúntenle a mi Madrina si no me creen. Su hija se casó con un gallego viejo pesetudo, que en los primeros tiempos le regaló un anillo de compromiso con un brillante inmenso, boda de película con damas de compañía, banquete para un montón de gente, traje blanco con una cola tan grande como la lengua de mi cuñada y hasta un vals de recién casados y florecitas volando por todas partes. Cuando llegó a la Madre Patria, ¡alabado sea el Señor!: justo lo necesario para que no lo acusaran de asesinato. ¡Pobre muchacha! Terminó en una casa de esas que protegen a las mujeres abandonadas y víctimas de la violencia de sus maridos. No, no siempre eso de casarse con yumas te resuelve el problema. Pero, bueno, basta ya de cháchara, tengo que seguir con lo que me toca: agua y escoba. ¡Hombres!, ¡hombres!, en toda la extensión de la palabra, son lo que hace falta para arreglar este país, porque si no aparecen, nos va a comer el churre.
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