Fernando Pessoa - La educación del estoico
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- Libro:La educación del estoico
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- Editor:ePubLibre
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- Año:1999
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La educación del estoico: resumen, descripción y anotación
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FERNANDO PESSOA (Lisboa, 1888 - 1935). Nació en Lisboa el 13 de junio de 1888. Tenía cinco años cuando su padre murió de tuberculosis y ocho cuando su madre se volvió a casar con el cónsul de Portugal en Durban. Allá en Suráfrica, donde se crió, recibió lo que los libros llaman «una educación inglesa». Volvió a Lisboa en 1905 y montó una tipografía que no tardaría en quebrar. A partir de entonces se dedica a la traducción de cartas comerciales, oficio que desempeñará ya durante el resto de su vida. Murió el 29 de noviembre de 1935 en un hospital lisboeta, probablemente debido a una cirrosis, a los cuarenta y siete años de edad. Después de su muerte han aparecido sus Obras Completas publicadas con diferentes nombres. I -Poesías, 1942, de Fernando Pessoa; II -Poesías, 1944, de Alvaro de Campos; III -Poemas, 1946, de Alberto Caeiro; IV -Odas, 1946, de Ricardo Reis; V -Mensajes, 1945; VI -Poemas dramáticos; y VII y VIII -Poesías inéditas. Destaca también El libro del desasosiego, que inició el poeta en 1912.
A la manera de las cajas chinas, La educación del estoico, donde el Barón de Teive se propuso «decir con sencillez por qué razones» no escribió las obras literarias que quería, es una de las muchas obras, dentro de la obra general de Pessoa, que no sólo quedaron inconclusas, sino que no llegaron a organizarse siquiera. Pessoa no publicó ningún fragmento atribuido o atribuible a Teive y solamente lo menciona en uno de sus numerosos escritos autointerpretativos (que se cita en el epílogo). Pese a las pocas referencias al barón, Pessoa escribió mucho y con empeño en nombre de este hidalgo, que debía ser uno de los heterónimos «de próxima aparición» que el autor menciona en una carta a João Gaspar Simões con fecha 28 de julio de 1932.
Fue Maria Aliete Galhoz quien dio a conocer al barón al incluir algunos extractos firmados por él en el prólogo de la edición que dirigió de la Obra Poética de Pessoa (Río de Janeiro, 1960). Teresa Rita Lopes sacó a la luz otros inéditos en su libro Pessoa por Conhecer (Lisboa, 1990). Ahora se presenta la primera edición completa de la obra atribuida a Teive que, además de añadir un buen número de fragmentos aislados —manuscritos y mecanografiados—, recoge los numerosos textos de Teive incluidos en un pequeño cuaderno negro que jamás llegaron a transcribirse. Son difíciles de leer y de ordenar, ya que consisten sobre todo en anotaciones y esbozos destinados a un desarrollo posterior. En efecto, el autor desarrolló algunos de éstos en fragmentos mecanografiados, pero la mayoría quedó como la obra restante de Teive —«ideas bruscas, admirables (…) pero desunidas, que se habrán de coser luego»— que, según cuenta el autor, echó al fuego de la chimenea.
Presentar los fragmentos del cuaderno de tapas negras (acotación 144Q) en una sección aparte, dejando intacta la secuencia, sería un procedimiento editorial absolutamente justificable (y que una edición crítica impondría), con la ventaja de dejar traslucir el proceso creador que va de una idea a otra, de un asunto a otro, ya volviendo atrás, ya saltando en otro sentido. Por desgracia, hay muchas anotaciones que están tan aisladas que se perderían en ese laberinto, o el lector se perdería en él. Por ese motivo opté por unir el contenido del cuaderno con los otros fragmentos de Teive, relacionando determinados pormenores «biográficos» que estaban sueltos (como dos anotaciones sobre la infancia, por ejemplo), o reuniendo reflexiones dispersas sobre un terna común. No se trata de una intervención quirúrgica, pues se respeta la integridad de cada fragmento autónomo, ni de una «reconstitución» ficticia de un cuerpo único que nunca existió. Solamente es un intento de destacar mejor las piedras —talladas o por tallar— de un monumento que no llegó a erguirse del suelo. En cuanto al título de esta obra en ciernes, el primero que se nos da a conocer y que aparece en el cuaderno negro era El único manuscrito del Barón de Teive (aun así, Pessoa escribió «último», para substituirlo de inmediato por «único»). Este título pasó a convertirse en subtítulo en la hoja suelta que señala como título La educación del estoico, pero no sabemos si éste último será más exacto, ni si hay un título exacto, ya que sobre éste hay un fragmento mecanografiado con la indicación «La profesión del improductor (title)». Incluso es posible que «Manuscrito encontrado en un cajón», que también aparece en el cuaderno, se contemplara como título general.
Algunas exclusiones del corpus merecen mencionarse. Existe un fragmento —publicado por primera vez en la Obra Poética citada más arriba— titulado «L. de D. (o Teive?)» que a mi parecer se integra mejor en el Libro del desasosiego (fue incluido, como fragmento 207, en la edición de Assírio & Alvim/Acantilado) y, a juzgar por el paréntesis, Pessoa también se inclinaba por esta opción. Además, en la Obra Poética aparece otro fragmento de Teive (o más bien parte de un fragmento), publicado como un pasaje del cuento «Dáfnis e Cloe», pero no encontré en el escrito del autor ni en otra parte del relicto de Pessoa ningún motivo para relacionar este fragmento con el cuento, ni ningún pasaje del cuento con Teive. «Dáfnis e Cloe» cuenta la historia de un triángulo amoroso en el que no figura ningún barón; por ello queda excluido de la presente edición.
El apéndice incluye, además de un breve texto explicativo de Pessoa sobre Teive, cuatro textos relevantes por su temática. Así como es posible que «El duelo» se escribiera mucho antes de existir el barón de Teive, «Three Pessimists» y «Leopardi» parecen ser de la misma época en que el hidalgo escribía (de 1928 en adelante). Hay frases que parecen prosa teiviana y cuyo inglés es bastante aportuguesado, fenómeno que se fue acentuando a medida que Pessoa se distanció de su infancia sudafricana. Manuela Rocha hizo las traducciones al portugués. El cuarto texto, «En el jardín de Epicteto», también nos parece tardío; es relevante en la obra del barón de Teive porque se manifiesta de forma negativa, ya que representa lo que éste, en su «educación», no ha aprendido del gran filósofo estoico.
He aprovechado las escasísimas indicaciones textuales que había para ordenar los fragmentos, que se han separado con grandes espacios. Es importante señalar que, en el caso del cuaderno, la definición de fragmento es más interpretativa e incluso arbitraria. Hay páginas en las cuales varias anotaciones breves se desarrollan sin muchos nexos, por lo que no me ha parecido sensato clasificar cada una de ellas como fragmentos individuales.
Varios especialistas y amigos, entre los que se cuentan Teresa Rita Lopes y Luísa Medeiros, me ayudaron a fijar el texto. Merece especial mención Manuela Parreira da Silva, que compartió conmigo la ardua tarea de descifrar el cuaderno 144Q. He corregido lapsos evidentes de escritura y puntuación, y he actualizado la ortografía con la ayuda de Manuela Rocha. A excepción de algún que otro caso mencionado en el apartado de las notas, las dudas que aparecen en el texto —particularmente frecuentes en el cuaderno— no se han señalado.
Consideramos que el duelo debería ser absoluta y completamente prohibido; no porque sea peligroso y conlleve un riesgo para la vida, sino porque es algo tan ridículo, que no tiene derecho a existir.
¡Ahora bien, me refiero al duelo moderno!
En tiempos antiguos, cuando convenía, cuando correspondía a la psicología de la época, era aceptable que existiera. Pero hoy, ¿para qué? No es propio de nuestras costumbres actuales, a no ser por estupidez.
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