Lecturas prohibidas
L a censura inquisitorial en el Perú tardío colonial
Pedro Guibovich Pérez
Lecturas prohibidas
la censura inquisitorial en el Perú tardío colonial
Lecturas prohibidas. La censura inquisitorial en el Perú tardío colonial
Pedro Guibovich Pérez
© Pedro Guibovich Pérez, 2013
De esta edición:
© Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2014
Av. Universitaria 1801, Lima 32, Perú
Teléfono: (51 1) 626-2650
Fax: (51 1) 626-2913
www.fondoeditorial.pucp.edu.pe
Cuidado de la edición, diseño de cubierta y diagramación de interiores: Fondo Editorial PUCP
Prohibida la reproducción de este libro por cualquier medio, total o parcialmente, sin permiso expreso de los editores.
ISBN: 978-612-4146-99-2
Agradecimientos
L a escritura de este libro me ha tomado varios años, tal vez más de los que alguna vez me hubiese imaginado. En mi largo y accidentado andar son muchas las deudas de gratitud acumuladas. Por ello quiero empezar expresando mi agradecimiento a quienes han hecho posible esta tarea. En primer lugar, al Center for the Study of Books and Media , de la Universidad de Princeton, y a su director, Robert Darnton, que me concedieron una beca posdoctoral de investigación. Mi estancia como visiting research fellow del Departamento de Historia de esa universidad, entre setiembre de 2003 y mayo de 2004, me permitió redactar el primer borrador completo de este libro. En Princeton, las conversaciones con Stanley Stein, Paul Firbas, Raymond Birn, Jeremy Adelman, Thierry Brigogne y Arcadio Díaz Quiñones siempre resultaron fructíferas. Tampoco puedo dejar de mencionar a Fernando Acosta, el encargado de la colección latinoamericana de la Firestone Library, solícito a mis pedidos bibliográficos. Con Robert Darnton no solo tuve la oportunidad de charlar largo sobre temas de común interés, sino además de disfrutar de su generosa hospitalidad. Me abrió las puertas de su bellamente decorada casa, donde su esposa Susan, una excepcional anfitriona, hizo de las cenas auténticas tertulias en un ambiente amical, cálido y distendido.
También durante el año de mi estancia en Princeton me fue posible exponer algunos avances de este texto, y sobre la historia del libro y la lectura en la época colonial, así como hacer investigaciones en archivos y bibliotecas. Hortensia Calvo y John Charles me invitaron a ofrecer un seminario y una conferencia en la Universidad de Tulane sobre la producción del libro y la censura inquisitorial en el Perú colonial, respectivamente. Allí pude consultar la magnífica colección de documentos relacionados con la Inquisición novohispana reunida por Richard Greenleaf, en particular los impresos vinculados a la censura de libros. En la Universidad de Yale, gracias a una invitación de Rolena Adorno, además de dar una charla sobre la historia de la lectura en el virreinato peruano, pude volver a trabajar los magníficos fondos de manuscritos e impresos coloniales que alberga la Sterling Memorial Library. Tampoco puedo dejar de mencionar las breves estancias en las universidades de Harvard y Duke, gracias a la generosidad y cortesía de José Antonio Mazzotti y Margaret Greer. Todas estas visitas me permitieron ir acumulando datos, ideas y documentos, así como hacer nuevas lecturas sobre la censura laica y eclesiástica en la segunda mitad del siglo XVIII.
De regreso a Lima, me reincorporé a mis labores como profesor en la Pontificia Universidad Católica. Desafortunadamente las páginas escritas en Princeton permanecieron, no censuradas, pero sí ocultas por mucho tiempo debido a mis diversas obligaciones académicas y administrativas. La obtención de un semestre de investigación en la PUCP en el año 2008 me permitió rescatar dichas páginas del relativo olvido en el que se hallaban y dedicarme a tiempo completo a concluir su redacción, así como a acudir al Archivo General de la Nación y a la Biblioteca Nacional, en Lima, en busca de mayor información. Agradezco a Pepi Patrón y a Margarita Suárez, quienes, cuando fueron jefa del Departamento de Humanidades y directora de la Dirección Académica de Investigación de la PUCP, respectivamente, apoyaron mi proyecto de estudio.
La redacción final de este libro se ha beneficiado considerablemente de la conversación con amigos y colegas como Gabriela Ramos, Juan Carlos Estenssoro, Víctor Peralta, César Itier, José Antonio Rodríguez Garrido, Alejandro Cañeque y Carlos Aguirre. En este punto no puedo dejar de mencionar al maestro Luis Jaime Cisneros, quien orientó mis pasos hacia la historia del libro y la lectura. Stephanie Rohner, María Estela Reaño y Javier Antonio Rodríguez me facilitaron la reproducción de algunas de las ilustraciones. Asimismo, agradezco a Gino Luque, quien realizó la corrección de estilo, y a Sandra Arbulú Duclos, que tuvo a su cargo el cuidadoso trabajo editorial. Por último, mi reconocimiento al Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú y a su directora, Patricia Arévalo, por su entusiasmo en la publicación de este texto.
Introducción
E l visitante que ingresa al antiguo local de la Inquisición de Lima, hoy convertido en museo, lo hace atraído más por la curiosidad y menos por su historia. Contribuye a ello el hecho de que el guión museográfico no esté diseñado para instruir, sino para exacerbar la imaginación del visitante por lo sórdido y lúgubre, ya que, ante sus ojos, se despliegan las imágenes de dolientes reos y de atroces tormentos. Día tras día, las paredes del vetusto edificio acogen los ecos del trajinar de personas de muy diversa condición y de las explicaciones de los guías del museo; pero otros eran los sonidos, más discretos, que se escuchaban entre esas mismas paredes antes de1820: los de las plumas de escribir y los papeles movidos por diligentes escribanos, archiveros, contadores y fiscales en el desempeño de sus labores cotidianas al responder la correspondencia, redactar informes, mantener al día los registros de los denunciados y ordenar la documentación generada por y para el Tribunal. Este, además, como otras instituciones de la época colonial, poseía un enorme patrimonio —que consistía, básicamente, en ingresos procedentes del alquiler de propiedades urbanas y rústicas, censos, capellanías, fundaciones y préstamos—, cuya administración era esencial para mantenerlo en funcionamiento.
También esas mismas paredes fueron testigos, antes de1820, de una de las tareas centrales del quehacer inquisitorial: la censura de libros. En efecto, los oficiales del Tribunal eran los responsables de elaborar los edictos de libros prohibidos, encargar su impresión en los talleres tipográficos locales, recibir las denuncias en contra de los lectores que habían cometido infracciones a las disposiciones del Tribunal y de cumplir las disposiciones provenientes de Madrid acerca de edictos y catálogos.
Por ello, la circulación de libros prohibidos en el virreinato del Perú y los esfuerzos del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición por evitar su difusión entre los miembros de la sociedad colonial es el tema de este libro. El periodo de estudio comprende desde 1754, fecha de publicación en Lima del Índice de 1747 —que marca un cambio en la orientación de la censura ya que incorporó numerosas obras, laicas y religiosas, de autores franceses—, hasta 1820, año de la supresión definitiva del Tribunal en el virreinato del Perú.
Entre 1754 y 1820 se sucedieron una serie de acontecimientos en Europa y América que afectaron de diverso modo la actividad del Santo Oficio: la aplicación de las reformas borbónicas, el estallido de la Revolución francesa, el colapso de la monarquía española y el establecimiento en España de un gobierno liberal y el posterior retorno del absolutismo.