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Frances Yates - Las últimas obras de Shakespeare

Aquí puedes leer online Frances Yates - Las últimas obras de Shakespeare texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 1975, Editor: ePubLibre, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Frances Yates Las últimas obras de Shakespeare
  • Libro:
    Las últimas obras de Shakespeare
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    1975
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Las últimas obras de Shakespeare: resumen, descripción y anotación

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AGRADECIMIENTOS

A los editores de la edición Arden del Enrique VIII, de Shakespeare, la Methuen and Co., Ltd., por el permiso para citar parte de la introducción de R. A. Foakes.

Se reproduce el “Retrato Rainbow” por cortesía del marqués de Salisbury. He de agradecer asimismo a las siguientes instituciones o personas el permiso de reproducir fotografías: al Fitzwilliam Museum, de Cambridge; al presidente y miembros del Magdalen College, de Oxford, y a la Royal Academy of Arts; a los encargados del Chatsworth Settlement y al Courtauld Institute of Art y a los encargados del Museo Británico.

Warburg Institute

EPÍLOGO

La comprensión de las últimas obras de Shakespeare ha sufrido por la falta de información que provocó el fracaso en Inglaterra del resurgimiento isabelino, debido a la falta de apoyo para esta causa y al favorecimiento de Jacobo I hacia los intereses españoles, y al fracaso y eliminación de la rama alemana de aquel movimiento en la guerra de los Treinta Años. Curiosamente los historiadores han disminuido la fuerza del entusiasmo en Inglaterra por ambos movimientos, y tienden a subrayar la sabiduría de Jacobo al mantener a Gran Bretaña fuera de la guerra. Puede ser este un juicio histórico y político correcto en lo que toca a Gran Bretaña, pero no toma en cuenta a Europa como un todo, que buscaba ansiosamente en Jacobo a un caudillo que enfrentara la tormenta amenazan­ te y que, tras la engañosa promesa de la boda, sólo halló retraimiento y disimulo e incluso un sabotaje indirecto para la causa de la hija del rey y su esposo. Abordar esas situaciones desde el punto de vista de Shakespeare exige un nuevo enfoque sobre la historia de esos años, tarea palpablemente excesiva para estos breves pensamientos finales.

Hemos llegado a Shakespeare por una ruta desacostumbrada, y podemos ahora verlo con una luz desacostumbrada o, más bien, si aún no lo vemos, comenzamos a vislumbrar dónde se encontraba situado en las corrientes y contracorrientes de magia y religión, de Reforma y Contrarreforma, impulsadas en esos años hacia la tormenta inminente de la guerra de los Treinta Años.

El hecho importante para la comprensión histórica de las últimas obras es el resurgimiento isabelino; y para comprender éste debemos comprender la época isabelina y todo lo que estaba siendo reanimado. No sabemos si se entiende el periodo isabelino como el de una corriente de pensamiento, o como un movimiento de ideas, aunque se hayan estudiado tan acuciosamente otros aspectos. ¿Cuál era la filosofía de la época isabelina? ¿Quiénes sus pensadores característicos? ¿Hasta dónde los influyó la filosofía o la magia del Renacimiento? Insistamos en que son preguntas demasiado vastas para un epílogo, aunque en el libro se haya tocado a un pensador isabelino: John Dee.

Dee fue un mago sin inhibiciones, que intentó manejar la filosofía oculta de Agripa en sus tres niveles, y cuya influencia poderosa en la época isabelina, en la reina misma, en la aristocracia y en los artesanos, en la formación de la idea imperial isabelina, no ha sido comprendida plenamente. La influencia de Dee llegó lejos y fue amplia debido a su relación con Sidney y la tradición sidneiana, debido a su propia misión continental. De aquí que el resurgimiento isabelino incluyera el resurgimiento de Dee, y que esto coincidiera con el resurgimiento de Dee en el movimiento rosacruz alemán.

¿Nos atreveremos a decir que este movimiento alcanzó su culminación como expresión poética en La tempestad, un manifiesto rosacruz empapado del espíritu de Dee, que emplea (como Andreae) parábolas teatrales con propósitos de comunicación esotérica?

En la Europa católica, la Contrarreforma desalentaba severamente las influencias renacentistas. La muerte de Giordano Bruno inició un fuerte movimiento de represión de la filosofía renacentista. Se sospechó de obras que fueron canónicas en el Renacimiento, como De harmonía mundi, de Francesco Giorgi (que penetra en la filosofía musical rosacruz). El aristotelismo nuevo, tanto en la filosofía como en la crítica literaria, fue un freno al neoplatonismo renacentista. Esta contención de las corrientes renacentistas ocurría en Europa en general. En Francia el neoplatonismo del renacimiento francés, del que era producto sobresaliente la Academia de Poesía y Música de Baïf, cedía ante las nuevas tendencias.

En esta labor difícil y nueva de intentar situar a Shakespeare en la tradición hermética es importante, en esta etapa, evitar la imposición de definiciones demasiado presurosas, aunque podemos comenzar a considerarlo perteneciente al tardío resurgimiento del pensamiento esotérico y mágico en un mundo donde tales ideas estaban en peligro. Podríamos definir la oposición de Ben Jonson, en uno de sus aspectos, como una influencia contrarreformista empleada no sólo políticamente en apoyo de España, sino también filosóficamente para controlar y desalentar las tradiciones renacentistas.

En la masonería, que en cierto sentido está unida al rosacrucismo, parecen haber sobrevivido algunas influencias por el lado religioso, aunque se trata aquí de un problema difícil. Esta podría ser la respuesta a las experiencias litúrgicas reflejadas en La boda química, y tal vez insinuadas en el drama shakespeariano en los niveles esotéricos. Quizá por ello La tempestad nos recuerda La flauta mágica.

Existen muchos viejos problemas que podrían iluminarse desde nuevos ángulos con este acercamiento nuevo; por ejemplo, Shakespeare y Francis Bacon. Esta es una de las zonas que casi se han convertido en inaccesibles a la investigación seria por estar copadas por la seudoerudición. Permítaseme afirmar claramente mi pleno convencimiento de que Shakespeare fue el autor real de las obras de Shakespeare. Sin embargo, es probable que exista un nexo entre Bacon y Shakespeare, pues ambos desempeñaban la misma actividad. Bacon escribió una mascarada para la boda de la princesa Isabel, y era amigo de ella: la Nueva Atlántida, una obra llena de influencias rosacruces. Vimos la manera en que Jonson empleó las matemáticas de Dee para atacarlo. Tal ferocidad habría espantado a Bacon, cuya filosofía procedía en tan gran medida de la tradición hermética renacentista, y quien tenía que apaciguar a Jacobo. Comenzamos a comprender que La tempestad fue un manifiesto muy atrevido, y Shakespeare más valiente que Bacon.

El desasosiego de los últimos años del reinado de Jacobo, cuando se desconoce y suprime a medias el resurgimiento isabelino, introduce en la historia del pensamiento un giro que es difícil de desentrañar. La mascarada de La tempestad, con su insistencia en la castidad, pertenece al resurgimiento isabelino, y es como un complejo retrato isabelino, aplicado ahora a la princesa Isabel. Las mascaradas posteriores de Ben Jonson, hechas para Jacobo, muestran un cambio de hincapié, un alejamiento del tono de las mascaradas del príncipe Enrique, y un alejamiento del desalentado resurgimiento isabelino, así como un acercamiento al absolutismo jacobiano. En esas mascaradas, Jonson alaba del modo más pleno a Jacobo como monarca absoluto, actitud de mayor afinidad a la influencia hispano-habsburguesa que a la monarquía liberal de la tradición isabelina. Debido a esta desviación de la tradición isabelina hacia el absolutismo jacobiano, se pierde de vista la tendencia puritana de la tradición isabelina, y se la confunde con la imaginería de la monarquía estuarda. El absolutismo carolino fue de matiz diferente del jacobiano: no pro hispano, sino un anglicanismo influido por el resurgimiento en Francia del platonismo.

Por tanto, Shakespeare y no Jonson estaba en la línea que conducía al avance de la ciencia. El historiador de las ideas tiene mucho material para meditar en las presentaciones positiva y negativa que de Dee hacen Shakespeare y Jonson.

Isabel de Bohemia, que representaba la principal oposición protestante a los poderes católicos, tan estimada por los puritanos, como lo han demostrado nuestros estudios, era vigorosamente hermética en sus manifestaciones rosacruces. Tras muchas vicisitudes, el principio de la sucesión protestante aseguró el triunfo de la forma protestante de monarquía en Gran Bretaña, y Jorge I llegó al trono inglés. Era, inútil es decirlo, nieto de Isabel de Bohemia y, por medio de la línea hannoveriana, también la reina Victoria era descendiente de aquélla. De esta manera, la princesa Isabel fue en verdad “madre de naciones”, como se profetizara en las “Vallas”, y antepasada del Imperio británico Victoriano. Uno de sus biógrafos, que escribe en la tradición victoriana, tiene obviamente en mente a Victoria cuando menciona el protestantismo firme de su heroína.

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