Creo poder afirmar que la amistad develada en estas cartas implicaba un conocimiento relativamente profundo de sus respectivos trabajos, cuyos temas, por lo demás, se cruzaron en más de una ocasión. Benjamin y Auerbach fueron grandes misivistas, bella palabra que para la RAE todavía no existe. Sus cartas son el testimonio no solo de una amistad en tiempos de horror, sino de sus respectivas supervivencias. Ellas testimonian tanto una amistad prácticamente desconocida para gran parte de la intelectualidad contemporánea, como la muerte de una época en que la redacción de cartas tenía un lugar central.
Erich Auerbach & Walter Benjamin
Correspondencia entre Erich Auerbach y Walter Benjamin (1935 - 1937)
ePub r1.0
Titivillus 08.03.16
Título original: Correspondencia entre Erich Auerbach y Walter Benjamin (1935 - 1937)
Erich Auerbach & Walter Benjamin, 2015
Traducción y estudio preliminar: Raúl Rodríguez Freire
Corrección: Hernán López Winne
Ilustración de Walter Benjamin y Erich Auerbach: Juan Pablo Martínez
Diseño de cubierta: Víctor Malumián
Editor digital: Titivillus
ePub base r1.2
ERICH AUERBACH (Berlín, 9 de noviembre de 1892 - Wallington (Connecticut), 13 de octubre de 1957) gran filólogo, romanista y crítico literario alemán. Auerbach se inscribe en la tradición filológica alemana de Ernst Robert Curtius, Leo Spitzer y Karl Vossler.
Nota de los editores
La correspondencia entre Erich Auerbach y Walter Benjamin incluye una vasta cantidad de notas al pie introducidas por Raúl Rodríguez Freire, el traductor de las cartas que integran el libro, así como también de Karl Barck y Luis Costa Lima [para el artículo de Werner Krauss «Marburgo bajo el nazismo»]. Estas notas, ricas en datos filológicos y de contexto, han sido incluidas al final del libro, de modo tal que el lector pueda seguir la lectura recurriendo a ellas cuando lo crea necesario.
Agradecimientos
Cuatro piezas integran este trabajo, aunque el centro lo constituyen las cartas que intercambiaron Erich Auerbach y Walter Benjamin durante los años treinta del siglo pasado. Lo acompañan un texto introductorio, un informe de Werner Krauss sobre las condiciones de la Universidad de Marburgo bajo el nazismo y, para cerrar, un pequeño epílogo dedicado a la política de Auerbach.
Fue trabajando sobre la obra de Roberto Bolaño que descubrí este intercambio epistolar y desde entonces le he seguido la pista a sus distintas versiones. Primero, gracias a Andrés Maximiliano Tello, que logró visitar el archivo de Walter Benjamin en Berlín, recibí las cartas en alemán. En una visita a París, Consuelo Biskupovic me consiguió la traducción al francés. Vía internet, di con la versión inglesa. Esta republicación me dio el ánimo para rastrear una temprana traducción realizada en Brasil, de cuya existencia Horst Nitschack me puso sobre aviso hace un tiempo, pero no pude contar con ella para la primera publicación que se hizo en la revista Guaraguao (2012), gracias a que Mario Campaña aceptó inmediatamente la idea de publicarlas por primera vez en español.
Cuando Silviano Santiago las leyó, en esta traducción al español, me hizo reparar en su importancia: «constituyen la biografía soterrada del trabajo intelectual», señaló en un mensaje electrónico, afirmación que dio lugar a un mayor aprecio por este tipo de textos, que hoy forman parte de la arqueología del pensamiento del siglo XX.
El interés y la motivación para republicarlas vino inicialmente de Julio Ramos, que insistía en la necesidad de que aparecieran en un formato distinto, en una edición cuidada. La primera republicación, realizada por la editorial Catálogo en una bella edición, surgió una noche de conversa en casa de Cecilia Bettoni y Alejandro Tapia, cuando recién nos habíamos mudado a Viña del Mar. La segunda, ahora por Ediciones Godot, se debe al prestigio de dos grandes misivistas que de seguro estarán muy bien acompañados. Mary Luz Estupiñán ha estado involucrada en lo que hago y en lo que siento, y ello posiblemente se deba a que desde que nos encontramos, hace ya unos bellos ocho años, nunca he dejado de escribirle cartas (aunque en formato electrónico). A todos ustedes, y al emperador Claudio, que inventó el diccionario de idiomas, mis sinceros agradecimientos.
Argonautas
La correspondencia entre Erich Auerbach y Walter Benjamin
por Raúl Rodríguez Freire
Tu proverai sì come sa di sale
lo pane altrui, e come è duro calle
lo scendere e ’l salir per l’altrui scale.
E quel che più ti graverà le spalle,
sarà la compagnia malvagia e scempia
con la qual tu cadrai in questa valle;
che tutta ingrata, tutta matta ed empia
si farà contr’a te; ma, poco appresso,
ella, non tu, n’avrà rossa la tempia.
Dante, Paradiso, XVII.
I
En Núremberg, llegaba a su fin el 15 de septiembre de 1935 el séptimo congreso anual del Partido Nacional Socialista Alemán de los Trabajadores (NSDAP). Sobre la base de diferencias raciales, las funestas leyes allí promulgadas legitimaron la exclusión de los judíos de cualquier posición e injerencia sobre la educación y la cultura alemana. Ese mismo día, Erich Auerbach se encontraba en Siena de camino a Roma, aunque con el tiempo suficiente para enviarle una carta a su colega y amigo Karl Vossler, contándole sobre la posibilidad de emigrar a Estambul. Sin embargo, la propuesta que ha recibido no lo convence del todo: la capital de Turquía, le han comentado, es un buen lugar para estar de paso, pero no una larga temporada. Antes de tomar cualquier determinación quisiera agotar todas las posibilidades, por lo que pide a Vossler no solo sugerencias, sino también que le ayude a conseguir algún puesto en el círculo ibérico. Cercano a la desesperación, incluso escribe al Consejo de Asistencia Académica de Londres, para saber si aún puede aceptar el cargo que ha rechazado hace menos de un año.
Hacia el final del verano de 1935, Auerbach había viajado a Italia, posiblemente para «testear las aguas del exilio», pero ahora no se trataba del centro de Europa, sino de su límite. Spitzer había llegado a Estambul en 1933 con el fin de establecer un Departamento de Literaturas Occidentales. Dos años más tarde recibió un ofrecimiento para incorporarse a la Universidad Johns Hopkins, en Estados Unidos, que aceptó inmediatamente. Pero Auerbach quería «hacer lo correcto» y le pidió tiempo a su colega, quien le dio plazo hasta noviembre para decidir.
Mientras, sus vacaciones continuarían en Italia hasta inicios de octubre, aunque más que vacaciones, este viaje consistía en la búsqueda de un lugar fuera de Alemania que le permitiera pensar en la vida por venir fuera de la tierra paterna. Y fue precisamente en la capital italiana, un 21 de septiembre, donde su esposa Marie encontró un pequeño texto que les hizo pensar con nostalgia en la ciudad en la que crecieron hacia el mil novecientos, pero que el nazismo había comenzado a borrar, quizá para siempre. El texto no solo les hablaba de una infancia berlinesa ya desaparecida, sino que además estaba firmado por un intelectual de similar origen, y cuya situación era tan angustiante como la propia. Su nombre era Walter Benjamin, viejo amigo al que posiblemente no veían desde el ascenso de Hitler. Auerbach le escribió inmediatamente, indicándole que aproximadamente un año atrás lo había recomendado para un cargo en la naciente Universidad de São Paulo, pero que el mensaje que le había enviado a Dinamarca, donde se encontraba Benjamin aquel verano de 1934, no llegó a sus manos.