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Geoffrey Bruun - La Europa del siglo XIX (1815-1914)

Aquí puedes leer online Geoffrey Bruun - La Europa del siglo XIX (1815-1914) texto completo del libro (historia completa) en español de forma gratuita. Descargue pdf y epub, obtenga significado, portada y reseñas sobre este libro electrónico. Año: 1964, Editor: ePubLibre, Género: Historia. Descripción de la obra, (prefacio), así como las revisiones están disponibles. La mejor biblioteca de literatura LitFox.es creado para los amantes de la buena lectura y ofrece una amplia selección de géneros:

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Geoffrey Bruun La Europa del siglo XIX (1815-1914)
  • Libro:
    La Europa del siglo XIX (1815-1914)
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    1964
  • Índice:
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La Europa del siglo XIX (1815-1914): resumen, descripción y anotación

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La Europa del siglo XIX (1815-1914) — leer online gratis el libro completo

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BIBLIOGRAFÍA

Tres volúmenes (X-XII) de The Cambridge Modern History (Cambridge y Nueva York, 1902-12) tratan de Europa después de 1815. Una reimpresión, en que se omiten las bibliografías, se publicó en 1934. Esta valiosa y autorizada obra está cediendo ahora prioridad a The New Cambridge Modern History, con doce volúmenes de texto (Cambridge y Nueva York, 1957). The Rise of Modern Europe (Nueva York, 1934), planeada en veinte volúmenes, tiene cinco (13-17) dedicados al siglo 1814-1914. Estos conjuntos abarcan la historia general de Europa desde fines de la Edad Media. The Oxford History of Modern Europe (Oxford y Nueva York, 1945) trata todos los aspectos de la historia europea durante un periodo más breve, 1789-1945, en dieciséis volúmenes. El primero en aparecer, The Struggle for Mastery in Europe, 1848-1918 , de A. J. P. Taylor, se publicó en 1954.

La mayoría de estas obras llevan bibliografías pertinentes, pero The New Cambridge Modern History las ha concentrado en un volumen aparte. Hay una útil Select List of Books on European History, 1815-1914 recopilada por A. L. C. Bullock y A. J. P. Taylor (Oxford, 1949; 2.ª edición, 1957). Los lectores que deseen reseñas críticas de obras nuevas e importantes acerca del periodo las encontrarán en The English Historical Review, en History y, frecuentemente, en The Times Literary Supplement. The American Historical Review y The Journal of Modern History proporcionan información semejante.

Uno de los atlas históricos más útiles y fáciles de encontrar, con cerca de 50 mapas de los acontecimientos del siglo XIX, es el que acompaña a la original Cambridge Modern History (1921; 2.ª ed. 1926).

Título original Nineteenth-century European Civilization 1815-1914 Geoffrey - photo 1

Título original: Nineteenth-century European Civilization, 1815-1914

Geoffrey Bruun, 1964

Traducción: Francisco González Aramburu

Retoque de cubierta: Titivillus

Editor digital: Titivillus

ePub base r1.2

INTRODUCCIÓN El siglo XIX fue la gran era de la expansión europea Durante 300 - photo 2

INTRODUCCIÓN

El siglo XIX fue la gran era de la expansión europea. Durante 300 años, a continuación de los viajes de Colón, Da Gama y Magallanes la sombra de la hegemonía europea corrió sobre los mares. Durante 10 generaciones, intrépidos exploradores, comerciantes y colonizadores izaron sus velas en los puertos del Viejo Mundo para establecer los amplios fundamentos de los imperios de ultramar. Sin embargo, sólo en el siglo XIX, cuando la ciencia occidental puso «un cinturón alrededor de la tierra», fue cuando los europeos recibieron su plena herencia imperial. Su agresiva superioridad y sus espectaculares conquistas eclipsaron todos los prólogos históricos, aunque puedan encontrarse precedentes limitados, por ejemplo, en la propagación de la cultura helénica después del siglo IV d. c. Pero la civilización helénica estuvo circunscrita al ámbito del Mediterráneo, mientras que la hegemonía de los europeos modernos se extendió hasta que todos los continentes de la tierra les produjeron alguna especie de ventaja. Entre los años de 1815 y de 1914, el mundo ingresó en una nueva era de integración global, a impulsos de la técnica occidental, era que, sin excesiva exageración, podría calificarse de era europea. Antes de que terminara el siglo XIX, la civilización europea dominaba o chocaba contra cada segmento del globo, y todos los grupos importantes de la población mundial habían recibido la huella de la cultura occidental, o habían experimentado su presión.

Para los pueblos de Europa, el periodo transcurrido entre 1815 y 1914 fue una era de progresos tan notables, en cada uno de los países del continente, que casi se cegaron a la influencia constantemente creciente que su economía ejercía en ultramar. Fue un periodo que no se vio dañado por guerras prolongadas, o gravemente debilitadoras; fue un siglo durante el cual las energías acumulativas de Europa pudieron dirigirse a empresas constructivas y el capital y la población excedentes encontraron inversiones lucrativas en otros continentes. Cada generación disfrutó de un aumento de riqueza y de comodidad, de una ampliación de las oportunidades económicas y de un mejoramiento en los niveles de alimentación, salud y saneamiento. Con cada década, nuevos avances técnicos aceleraron la mecanización de la industria, nuevas ciudades dibujaron contra el cielo sus anárquicas siluetas y nuevos niveles de producción se alcanzaron en las fábricas y talleres. Pero los índices más significativos del progreso no fueron ni políticos, ni económicos, sino demográficos. A lo largo del siglo XIX, la población de Europa aumentó, por término medio, a un ritmo de tres a cuatro por ciento anual, tasa de crecimiento que nunca antes había alcanzado una población tan vasta, durante un periodo tan prolongado.

Este desarrollo fenomenal de la población constituyó uno de los factores decisivos de la supremacía europea. Cálculos generales convienen en que la población de Europa, en 1815, ascendía a cerca de 200 000 000; en el siglo XIX, esta cifra se duplicó de sobra, hasta alcanzar un total de 460 000 000 hacia 1914. Otros continentes registraron también un excepcional aumento numérico durante el mismo espacio de tiempo, pero los europeos superaron a todos. En 1815, las personas que vivían dentro de los límites geográficos de Europa constituían, quizá, una quinta parte de la población mundial; hacia 1914, constituían un cuarto. Para comprender la naturaleza singular de este triunfo es preciso señalar que todos los demás continentes rivales poseían una tasa de natalidad general más alta que la Europa del siglo XIX. Los europeos modificaron el equilibrio demográfico del globo, no elevando su tasa de natalidad, sino más bien disminuyendo su coeficiente de mortalidad.

Sin embargo, las cifras correspondientes a Europa, por sí solas, no son suficientes para indicar toda la magnitud del logro europeo en materia de crecimiento de la población. Entre la caída de Napoleón, en 1815, y el estallido de la primera Guerra Mundial, en 1914, más de 40 000 000 de emigrantes abandonaron sus patrias europeas para establecerse en otros continentes. Las consecuencias de esta vasta migración hicieron que los europeos se convirtieran, en gran parte, en una raza extraeuropea. En 1815 había menos de 20 000 000 de personas nacidas en Europa o de sangre predominantemente europea al otro lado de los mares. Hacia 1914, el total se había multiplicado diez veces, hasta sumar cerca de 200 000 000.

Este incremento y dispersión de los europeos durante el siglo XIX fue un reflejo fiel de su espíritu imperial. Hacia 1914 había tantas personas de ascendencia europea fuera de Europa, como habitantes había tenido este continente el siglo anterior. O, para decirlo de otra manera, alrededor de 1914, de cada tres europeos, uno vivía en ultramar. Como ya dije, los 460 000 000 de habitantes de Europa en esa fecha constituían una cuarta parte de la población mundial. Si a esta cifra se suman los 200 000 000 de personas de sangre europea que vivían en el exterior, se ve claramente que, en el año de 1914, vivían cerca de 700 000 000 de personas de ascendencia europea. La cepa racial de éste, el más pequeño de los continentes, contando a sus hijos emigrantes, y a los descendientes de éstos, había llegado a constituir un tercio del género humano.

Datos estadísticos como los que he mencionado hacen ver con claridad que una narración equilibrada de la Europa del siglo XIX debe exceder los estrechos límites de la escena europea. Los actos principales del drama todavía se representaban ahí, pero la esfera de su acción se había ampliado hasta comprender una magna Europa, más allá de los mares. Había pasado el día en que los anales coloniales podían tratarse como epílogo de los acontecimientos europeos. Los lazos políticos que en otro tiempo habían ligado al Nuevo y al Viejo Mundo se cortaron o aflojaron hacia 1815. Las ciudades levantadas en los vastos y casi desiertos territorios ocupados habían crecido hasta alcanzar magnitudes soberanas y convertirse en los núcleos de naciones independientes. Sin embargo, aun las más remotas comunidades fronterizas fundadas por la iniciativa europea se consideraban a sí mismas como vástagos de una cultura paterna viva, como atestiguan tan a menudo sus nostálgicos toponímicos. Sus tradiciones y sus técnicas reconocían su origen en el otro lado del mar, y podían rastrearse a lo largo de los siglos; sus raíces alcanzaban hasta los monasterios medievales, que en otro tiempo motearon el círculo en expansión de la cristiandad; sus defensas recordaban los campamentos romanos que marcaron los bordes de un

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