Ernesto Ballesteros Arranz - Goya

ERNESTO BALLESTEROS ARRANZ (Cuenca, España, 1942) es Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad Complutense y doctor en Filosofía por la Autónoma de Madrid. El profesor Ernesto Ballesteros Arranz fue Catedrático de Didáctica de Ciencias Sociales en la Facultad de Educación, además de su labor como enseñante en el campo de la Geografía, manifestó siempre un particular interés por la filosofía, tanto la occidental como la oriental, en concreto la filosofía india. Buena prueba de ellos son sus numerosas publicaciones sobre una y otra o comparándolas, con títulos como La negación de la substancia de Hume, Presencia de Schopenhauer, La filosofía del estado de vigilia, Kant frente a Shamkara. El problema de los dos yoes, Amanecer de un nuevo escepticismo, Antah karana, Comentarios al Sat Darshana, o su magno compendio del Yoga Vâsishtha que fue reconocido en el momento de su edición, en 1995, como la traducción antológica más completa realizada hasta la fecha en castellano de este texto espiritual hindú tradicionalmente atribuido al legendario Valmiki, el autor del Ramayana, y uno de los textos fundamentales de la filosofía vedanta.

Ha publicado también Historia del Arte Español (60 Títulos), Historia Universal del Arte y la Cultura (52 Títulos).

Nacido en Fuendetodos (Zaragoza) el 30 de marzo de 1746, Francisco de Goya y Lucientes llegó pronto a Zaragoza para estudiar en los Escolapios y formarse con el pintor José Luzán, muy diestro en la realización de los grandes lienzos de tema religioso, tan prodigados en el ultimo barroco.

Años más tarde, en 1763, Goya paso a Madrid para intervenir en un concurso convocado por la Academia de San Fernando. Fracasó y decidió hacer un viaje a Italia; después de visitar Roma, llego a Parma, donde recibió un premio de aquella Academia. En 1771, ya de regreso en España, le encargan los bocetos para decorar la bóveda del coro de la basílica del Pilar, en Zaragoza, en los que se muestra plenamente influido por los pintores barrocos italianos; al año siguiente, y en solo cuatro meses, logró pintar al fresco el tema de esos bocetos: la Adoración del nombre de Dios por los ángeles.

Las relaciones artísticas de Goya con su paisano y protector Francisco Bayeu, pintor de cámara de Carlos III, le hicieron conocer a su hermana Josefa, con la que contrajo matrimonio en 1773. Al año siguiente llevó a término las extraordinarias composiciones murales de la cartuja zaragozana de Aula Dei, realizadas con una técnica rápida a base de modelar con manchas claras sobre una preparación oscura.

A fines de 1774, y con ayuda de Bayeu, Goya llegó a Madrid para empezar a trabajar en el taller de Rafael Mengs, donde se realizaban los cartones para la confección de los tapices de la Real Fábrica de Santa Bárbara. Así se Iniciaba ya, de manera oficial, la gran producción del pintor aragonés.

En mayo de 1775, Goya hizo la primera entrega de cinco cartones a la Real Fabrica, comenzando así una labor que habría de continuar durante quince años, salvo ligeras interrupciones. La mayor parte de los cartones de Goya, siempre realizados al óleo sobre lienzo, fueron destinados a confeccionar tapices para las habitaciones reales de El Escorial y El Pardo.

En su mayoría, los cartones representaban costumbres madrileñas de la época, como este de «La merienda a orillas del Manzanares», pintado en 1776 para un tapiz del comedor de príncipes de El Pardo. En estas escenas se mezclaban nobleza y pueblo en una época cuya moda venía señalada por el hecho de que la alta sociedad gustaba de vestir al estilo de majas y chisperos. La gama de colores que emplea Goya es la típica del rococó, si bien este colorido difiere un tanto del usado en la pintura francesa.

En la misma época (1775-1780), y con igual destino que el anterior, realizó Goya el cartón para «EL quitasol» (1777), en el que vemos una joven sentada con un perrillo en la falda, mientras un galán la protege del sol con una sombrilla verde. Todavía la paleta sigue siendo muy reducida de colores. Las figuras presentan un silueteado excesivo, pero preceptivo para pasarlas luego al tapiz. Estos dos tapices citados, cuyo destino ya hemos indicado, formaban conjunto con los titulados «Baile en San Antonio de la Florida», «Riña en la Venta Nueva», «La maja y los embozados», «EL bebedor», «La cometa», «Los jugadores de naipes», «Niños robando fruta» y «Niños inflando una vejiga», conservados todos en el Museo del Prado.

Con destino a fabricar unos tapices para el dormitorio de príncipes del palacio de El Pardo realizó Goya una nueva serie de cartones, también de temas populares. «El cacharrero» (1778), también conocido como «El puesto de loza», representa un puesto ambulante de loza de Alcora ante el que pasa un coche con lacayos. Expresa el contraste entre dos mundos distintos, el de los vendedores de cerámica y sus habituales clientes y el de los nobles que pasan en sus coches sin prestarles atención. Idéntico destino que este cartón tenían los de «El ciego y la guitarra», «La feria de Madrid», «La acerolera», «El militar y la señora», «Las lavanderas», «El resguardo de tabacos», «El majo de la guitarra», «La novillada», «El columpio», «El juego de la pelota», «La cita», «El cazador en la fuente», «El dulzainero», «Los leñadores», «El niño del árbol», «El muchacho del pájaro» y «Los niños jugando a soldados».

Ya afincado en Madrid y con un trabajo seguro en la Real Fábrica de Tapices, Goya también trabajó por su cuenta. En 1780 fue a Zaragoza para pintar los frescos de otra cúpula de la basílica del Pilar dedicada a la «Regina Martyrum». Ese mismo año la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando reconoció sus méritos y le recibió como académico. Para ello presentó Goya como trabajo reglamentario su «Cristo en la cruz». Muchas veces se ha dicho que el pintor de Fuendetodos no sentía la pintura religiosa; tal vez sea cierto. Aquí Goya se ha preocupado únicamente de pintar un cuerpo apolíneo y escultórico; es un Cristo que ni acusa el dolor ni inspira una oración, pero que, sin duda, está de acuerdo con el gusto académico imperante, al que tuvo que doblegarse Goya para su trabajo de ingreso en la Real Corporación.

En una segunda etapa (1786-1788) de confección de tapices de la Real Fábrica de Santa Bárbara interrumpida por su enfrentamiento con Bayeu, en 1781, realizó Goya una serie de cartones, de entre los que destacan los destinados a representar las cuatro estaciones del año; «La primavera o las floristas», «La era o el verano», «El otoño o la vendimia» y «La nevada o el invierno», todos para fabricar tapices con destino al palacio de El Pardo. «La vendimia» (1786) presenta unos tonos delicados de color que hacen destacar el grupo situado en primer término. Ahora en sus cartones concede más importancia al paisaje y a la luz, al tiempo que agudiza su sentido narrativo y realista.