Ernesto Ballesteros Arranz - El Renacimiento en la escultura
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- Libro:El Renacimiento en la escultura
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- Editor:ePubLibre
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- Año:2013
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El Renacimiento en la escultura: resumen, descripción y anotación
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ERNESTO BALLESTEROS ARRANZ (Cuenca, España, 1942) es Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad Complutense y doctor en Filosofía por la Autónoma de Madrid. El profesor Ernesto Ballesteros Arranz fue Catedrático de Didáctica de Ciencias Sociales en la Facultad de Educación, además de su labor como enseñante en el campo de la Geografía, manifestó siempre un particular interés por la filosofía, tanto la occidental como la oriental, en concreto la filosofía india. Buena prueba de ellos son sus numerosas publicaciones sobre una y otra o comparándolas, con títulos como La negación de la substancia de Hume, Presencia de Schopenhauer, La filosofía del estado de vigilia, Kant frente a Shamkara. El problema de los dos yoes, Amanecer de un nuevo escepticismo, Antah karana, Comentarios al Sat Darshana, o su magno compendio del Yoga Vâsishtha que fue reconocido en el momento de su edición, en 1995, como la traducción antológica más completa realizada hasta la fecha en castellano de este texto espiritual hindú tradicionalmente atribuido al legendario Valmiki, el autor del Ramayana, y uno de los textos fundamentales de la filosofía vedanta.
Ha publicado también Historia del Arte Español (60 Títulos), Historia Universal del Arte y la Cultura (52 Títulos).
El primer tercio del siglo XVI representa la etapa de introducción de las formas renacientes. Es la época de mayor número de obras importadas de Italia y también la de mayor cantidad de artistas italianos llegados a España. Las primeras obras renacentistas en España (como «La Virgen con el Niño», atribuida a Donatello, en la Catedral de Gerona o la parte italiana del sepulcro del cardenal Mendoza, en la Catedral de Toledo) presentan un notable carácter «quattrocentista». Pero hay otras relacionadas con los talleres del grupo genovés-napolitano, sobre todo con las obras de los Grazzini, con los que colaboró Antonio María Aprile. A este grupo corresponden los sepulcros de los padres del primer marqués de Tarifa (capilla de la Universidad de Sevilla), los de los marqueses de Ayamonte (en San Lorenzo, de Santiago de Compostela), el destruido del obispo abulense fray Francisco Ruiz (en San Juan de la Penitencia, en Toledo) y el de los condestables de Castilla (realizado por Juan de Lugano para su capilla absidal en la Catedral burgalesa). Dentro de este mismo grupo puede incluirse el magnífico sepulcro del virrey de Nápoles, Ramón Folch de Cardona, fallecido en 1522. El sepulcro fue labrado hacia 1524-1525 por Giovanni di Nola, para ser instalado en el convento fundado por el difunto en su villa natal de Bellpuig (Lérida). Está formado por una gran fachada compuesta de arcosolio, que cobija la urna sepulcral entre dos cuerpos salientes, todo ello decorado con fantásticos y riquísimos pormenores decorativos muy al estilo de B. Ordóñez, si bien la traza recuerda obras de Sansovino.
En el primer tercio del siglo XVI trabajaron en España varios artistas italianos que, al establecerse en la Península, contribuyeron de modo decisivo a la entrada triunfal de las formas renacientes. Además de Julián Florentino (autor de los relieves del trascoro de la Catedral de Valencia), el escultor italiano más famoso de los que trabajaron en España fue Domenico Alessandro Fancelli (1469-1519) . Su formación florentina es bien notoria, sobre todo en cuanto se refiere al preciosismo detallista, que se hace patente en su sepulcro del cardenal Hurtado de Mendoza (1508-1510) para la Catedral de Sevilla. Cuando llegó a Sevilla para instalarlo, recibió el encargo de realizar un sepulcro en mármol de Carrara para el príncipe don Juan, hijo de los Reyes Católicos, fallecido en Salamanca en 1497, con destino al monasterio de Santo Tomás, de Ávila. Fancelli lo trabajó en Génova y lo trajo terminado en 1513. Con esta obra, en la que toda la decoración está tallada de manera muy fina, se inicia en España el tipo de sepulcro exento con lados en talud, que supone una gran novedad frente a los anteriores sepulcros góticos exentos.
El éxito logrado con el sepulcro del príncipe motivó el encargo de su obra cumbre: el sepulcro de los Reyes Católicos, en la Capilla Real de Granada, que terminaría en 1517. En el sepulcro real mantiene Fancelli el mismo lecho horizontal que en el de Ávila, aunque más grande, para dar cabida a los dos yacentes; las paredes siguen siendo en forma de talud, revestidas con redondos medallones y hornacinas aveneradas, rematando en unos originales grifos en las esquinas. Cuatro estatuas sedentes de los Padres de la Iglesia velan en los extremos de la cornisa el sueño de los monarcas.
Otro de los escultores italianos que trabajaron en España fue Pietro Torrigiano (1472-1528) . Antes de llegar a España pasó por Inglaterra, donde ejecutó en 1512 las tumbas de Enrique VII e Isabel de York, de perfecta realización. Ya en España, trabajó en Sevilla, donde aparece en 1521. En el museo sevillano se conserva su obra maestra en España, el San Jerónimo en barro cocido realizado para el monasterio de San Jerónimo, de Buenavista, en las afueras de Sevilla. Es un magnífico estudio del natural, en el que Torrigiano hace gala de un profundo conocimiento de la anatomía humana.
Por las mismas fechas que Torrigiano llegaba a Sevilla, arribaba a Granada otro artista florentino, Jacopo da Torni el Indaco (1466-1526) , colaborador y amigo de Miguel Ángel y dotado de un estilo ya plenamente «cinquecentista». Además del maravilloso grupo de la Anunciación que corona la portada de la sacristía de la Capilla Real de Granada, Jacopo Torni o Jacopo Florentino parece ser el autor del famoso «Entierro de Cristo», que estuvo en el monasterio de San Jerónimo y hoy se encuentra en el Museo de Granada. Realizado probablemente para uno de los altares del crucero de la Capilla Real, repite el tema del Santo Entierro a la manera usual en Italia, y de la que hay algunos otros ejemplos en España (Toledo y Tarragona); pero el Entierro del florentino supera a los demás por su clasicismo y, sobre todo, por su sentimiento, aunque este no llega al realismo y expresividad de los que luego realizará Juan de Juni. En la cabeza de José de Arimatea es patente el influjo que en la escultura renacentista produjo el descubrimiento del grupo helenístico del Laoconte; sin embargo, el cuerpo de Cristo, con cuidada armonía, sobre todo en su brazo caído, revela la huella de Miguel Ángel.
Dentro ya de la escultura originariamente hispana se señalan dos grupos principales: el de Levante, La Rioja y Aragón, que arranca de Forment, y el de Castilla, iniciado por Felipe Bigarny o Felipe de Borgoña, y que, a su vez, daría lugar con posterioridad a un nuevo núcleo en Andalucía. La región levantina tuvo un contacto más directo con Italia que Castilla, y se convirtió en el primer foco de italianismo en la escultura. El valenciano Damián Forment (m. en 1540) se transformó en el eje de toda la escultura del Renacimiento levantino. Su primera obra conocida era el retablo mayor de la colegiata de Gandía (1501-1507) , ya destruido. Luego lo encontramos en Zaragoza haciendo el retablo del Pilar (1509), en el que, salvo el basamento de estilo italiano, el resto sigue fiel a la tradición gótica, al igual que el de la Catedral de Huesca (1520), con figuras de mucha arrogancia; ambos retablos son de alabastro, según la tradición aragonesa y el modelo de Pere Johan. Sobre un gran banco con siete escenas de la Pasión se alza el retablo de Huesca con otras tres grandes escenas de la Pasión en altorrelieve; sobre la Crucifixión de la calle central se encuentra el expositor para la Sagrada Forma, muy peculiar en todos los retablos aragoneses. Más tarde, en el retablo del monasterio de Poblet, Forment trató de hacer una obra clásica, pero fracasó; en cambio, acertó en su última obra, el retablo de Santo Domingo de la Calzada (1538), donde, siguiendo la tradición castellana, abandonó el alabastro en favor de la madera policromada.
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