Ernesto Ballesteros Arranz - La arquitectura bajo los primeros Austrias

ERNESTO BALLESTEROS ARRANZ (Cuenca, España, 1942) es Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad Complutense y doctor en Filosofía por la Autónoma de Madrid. El profesor Ernesto Ballesteros Arranz fue Catedrático de Didáctica de Ciencias Sociales en la Facultad de Educación, además de su labor como enseñante en el campo de la Geografía, manifestó siempre un particular interés por la filosofía, tanto la occidental como la oriental, en concreto la filosofía india. Buena prueba de ellos son sus numerosas publicaciones sobre una y otra o comparándolas, con títulos como La negación de la substancia de Hume, Presencia de Schopenhauer, La filosofía del estado de vigilia, Kant frente a Shamkara. El problema de los dos yoes, Amanecer de un nuevo escepticismo, Antah karana, Comentarios al Sat Darshana, o su magno compendio del Yoga Vâsishtha que fue reconocido en el momento de su edición, en 1995, como la traducción antológica más completa realizada hasta la fecha en castellano de este texto espiritual hindú tradicionalmente atribuido al legendario Valmiki, el autor del Ramayana, y uno de los textos fundamentales de la filosofía vedanta.

Ha publicado también Historia del Arte Español (60 Títulos), Historia Universal del Arte y la Cultura (52 Títulos).

Uno de los más importantes maestros del segundo tercio del siglo XVI es, sin duda, Rodrigo Gil de Hontañón (muerto en 1577), hijo del afamado maestro del último gótico Juan Gil de Hontañón, cuyas obras pueden admirarse en las series 17 y 24 de esta colección. Dice Camón Aznar que Rodrigo Gil de Hontañón hizo evolucionar el «plateresco» hacia normas de más claridad y clasicismo, con evidente sobrevaloración de los elementos constructivos sobre los decorativos, pero sin perder la raigambre hispana, y que su estilo hubiera llegado a desembocar en el barroco «si Felipe II no lo hubiera cortado rudamente». Esta impresión también nos la producen, quizá con más intensidad, los monumentos andaluces. La fachada de la Universidad de Alcalá se eleva en 1549 y tiene una composición clara y majestuosa. Solo la del Alcázar de Toledo puede servir de precedente, pero esta la supera en gracia arquitectónica y en personalidad. Se corona con una galería tradicionalmente española, que será un elemento típico de Rodrigo Gil de Hontañón. Pilastras adosadas encuadran la calle central, que termina en un frontón donde campean las armas imperiales, a una escala poco usada en el «plateresco».

Obra cumbre de Rodrigo Gil de Hontañón es el Palacio de Monterrey, que ejecuta conjuntamente con fray Martín de Santiago a finales de la cuarta década del siglo XVI. El enorme torreón angular y las espléndidas galerías del tercer piso, coronadas con cresterías de reminiscencia isabelina, son una de las construcciones más destacadas del renacimiento español. Aunque en algunas porciones se trata de una obra sin concluir, hay mucha distancia entre un artista como Álava, de la primera generación del siglo en Salamanca, empeñado en la decoración minuciosa y abundante, junto al aspecto grandioso y despejado de Hontañon, que se revela como un maestro innovador y dotado de genio personal.

La arquitectura civil sigue dotando de obras preeminentes a la ciudad del Tormes en este segundo tercio del siglo. Entre ellos queremos destacar esta espléndida fachada del Palacio de Fonseca, donde la decoración de medallones y pilastras en los vanos y la galería corrida del último piso evidencian la mano de Rodrigo Gil de Hontañón. El patio de esta casa resulta no menos monumental y grandioso, con una cornisa de enormes ménsulas sujetando la galería superior. En esta obra intervinieron varios artistas, como Ibarra.

Un arquitecto menos conocido que Hontañón, pero indudablemente empujado, como aquel, hacia la sobriedad monumental que huye de la recargada decoración «plateresca» del primer tercio, es Pedro de Ibarra. Su obra más conocida es el patio del Colegio de los Irlandeses, de Salamanca. Esta gran obra duró de 1528 a 1588, y como nos consta que Ibarra fallece hacia 1570, es seguro que no concluyó el monumento, en el que se notan distintas ejecuciones. La fachada, por ejemplo, parece obra de Diego de Siloé, aunque existió un proyecto de Covarrubias. El patio del Colegio de los Irlandeses es uno de los más serenos y equilibrados de España. Presenta la originalidad de la columna adosada al pilar, siguiendo modelos italianos inspirados en antiquísimas obras romanas. La proporción de sus arquerías y columnatas, tanto en la primera como en la segunda planta, es sencillamente insuperable.

En este hospital colaboran varios maestros isabelinos y platerescos, pero el que ahora atrae nuestra atención, autor de patios y escaleras internas, es Alonso de Covarrubias. Nacido en 1488 y muerto en 1570, se nos muestra como una de las personalidades más progresivas del Renacimiento, y sus obras evolucionan desde la filigrana decorativa plateresca, a obras de una mayor monumentalidad y sobriedad decorativa. Es el continuador de la escuela toledana de Lorenzo Vázquez y digno émulo del gran maestro de principios del siglo XVI. La escalera del Patio de Santa Cruz, de Toledo, es un hermoso ejemplar renacentista que incluye de un modo sistemático todos los elementos que Vázquez había introducido en la arquitectura española, como el almohadillado, etc… Las arquerías son de medio punto y carpanel y presentan rica decoración en molduras, columnas, barandales, etc…

Como muchos otros arquitectos del XVI, Alonso de Covarrubias se mueve en un radio de acción muy amplio, aunque su sede principal se encuentre en Toledo. Una de sus obras más importantes, sobre todo por su patio y escalinatas (como el ejemplo anterior) es el Palacio Arzobispal de Alcalá de Henares. A diferencia del patio toledano, Covarrubias prefiere cubrir el segundo piso de Alcalá con dinteles y zapatas, según la tradicional norma de los arquitectos hispanos, en especial de Lorenzo Vázquez. Son obras en las que no se muestran grandes adelantos constructivos, pues siguen en lo general la pauta del primer renacimiento italiano. Brillan por su capitulo decorativo y por la abundancia con que emplean algunas técnicas decorativas como el almohadillado italiano.

Encargado de la reconstrucción del Alcázar toledano, erige en 1537 su fachada principal, donde se revela como el maestro más progresivo del renacimiento español. Consta de un largo muro encuadrado entre dos torreones que le proporcionan serenidad y firmeza. Pero lo más original consiste en la decoración, pues aunque en el tercer cuerpo conserva el almohadillado de Brunelleschi (o mejor diríamos de Vázquez), en los primeros pisos prescinde de toda decoración y se limita a encuadrar los vanos de las ventanas con pilastras que culminan en frontón triangular. La propia decoración de la portada resulta muy sobria y rompe con el gusto decorativo plateresco. Es una obra que resulta incluso demasiado plana y sin atractivos, junto al estilo plateresco del primer tercio de siglo. Por otro lado, el espesor del muro y la pequeñez de los vanos contribuyen a darle un aspecto de pesadez y solemnidad característico. No es la obra más inspirada de Covarrubias, pero se trata, sin duda, del primer intento eficaz de renovar un estilo tan recargado como el «plateresco». Destruido casi completamente en la guerra última, ha sido reconstruido.