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Gabriel Salazar - En el nombre del Poder Popular Constituyente

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Gabriel Salazar En el nombre del Poder Popular Constituyente
  • Libro:
    En el nombre del Poder Popular Constituyente
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    2011
  • Índice:
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En el nombre del Poder Popular Constituyente: resumen, descripción y anotación

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Luz

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I
Estupor

Hace ya 38 años desde que las Fuerzas Armadas, capitaneadas por Augusto Pinochet, nos forzaron, a balazo, corvo y picana eléctrica, a someternos al modelo neoliberal más extremista de la tierra…

Y hace ya 21 años desde que la Concertación de Partidos por la Democracia, volviendo la espalda a sus principios históricos, comenzó a administrar la herencia pinochetista con ortodoxa eficiencia neoliberal…

¿No será demasiado tiempo?

Y llevamos más de dos décadas —después de retirado el terrorismo militar— acosados por un camuflado terrorismo del Mercado… Endeudándonos para educar a nuestros hijos. Endeudándonos para asegurar nuestra salud. Endeudándonos para tener nuestra casa, nuestros muebles, nuestros utensilios de vida. Endeudándonos para pagar los créditos contratados, los intereses, los seguros y, encima de todo eso, la usura insaciable del retail… Pagando hasta cinco veces, después de licenciados, por el crédito universitario con aval del Estado… Pagando todo, hasta lo más esencial y valioso en nuestra vida: la formación y salud de los niños, la cultura, el futuro familiar, el esparcimiento… Y además, rivalizando por marcas y puntajes, uno contra otro, desde la enseñanza básica, despedazándonos mutuamente ¿para lograr qué?: una migaja más, ‘otra’ partícula de consumo… Y para que, a fin de cuentas, los intereses acumulados tripliquen nuestro ingreso anual, para terminar no pudiendo, pese a todo, ni educar bien a nuestros hijos, ni asegurar bien nuestra salud, ni tener buena casa, ni buen empleo, ni mantener la unidad familiar… Hasta que reventamos: el 45 % de los chilenos padecen de depresión seria; el 58 % de los niños que nacen en Chile son “huachos”; el 25 % de las madres son madres solteras; la tasa de nupcialidad ha caído un 60 % en 12 años, las separaciones se duplican… Los femicidios también.

¿No será demasiado?

Cuando, encima de nosotros, ‘nuestros’ políticos han permitido que el capital extranjero se apropie de 2/3 de nuestro cobre; de todo el oro enterrado bajo los glaciares de Pascua Lama; de la administración total del fondo previsional de los trabajadores (AFPs e ISAPRES), que totaliza la suma de $US 200.000.000.000,3 veces el PIB chileno, y también de la mayor parte de las fuentes de energía; del agua de los ríos de Aysén; de las semillas, de los mayores bancos, etc. Cuando los malls y las multitiendas nos inundan con productos traídos de China, de Japón, Estados Unidos, Europa, Taiwán, etc., mientras nuestras industrias tradicionales desaparecen una tras otra… Pues ¿dónde está la Compañía Refinería de Azúcar de Viña, o la Textil Yarur, o la Bellavista-Tomé? ¿Dónde están las fundiciones que fabricaban locomotoras a comienzos del siglo XX, o las armadurías de tractores y automóviles de los años 60… El alud del mercado mundial, el sobrepeso jurásico del consumismo globalizado, la hegemonía corrosiva del capital mercantil-financiero, a más del obsecuente neoliberalismo fundamentalista practicado por nuestros dirigentes, han desintegrado el débil sector industrial que logramos, con no poco esfuerzo y lucha, levantar en el siglo XX … Hemos retrocedido, productivamente, casi, al período post-colonial…

¿Nos hemos dejado colonizar de nuevo?

Cuando el Plan Laboral —que es una aseguradora de plusvalías de producción y circulación— ha reducido a la protagónica clase trabajadora del pasado a una masa de subcontratados “precaristas” y de profesionales “a honorario”, sin seguridad de futuro, sin identidad laboral con proyección propia por la cual luchar y progresar (sumida además en el humillante tráfago del transporte público, precarizada por las “necesidades de la empresa”, las “reingenierías” de pacotilla, la “externalización de servicios”, amén de descuidada por la legislación e ignorada por las clases políticas), el estatus social del asalariado de hoy —que es lo que sentimos dentro de nosotros mismos— se asemeja más al peón-gañán del siglo XIX (“roto alzado, sin Dios ni Ley”) que al trabajador “organizado” del período 1938-1973…

Nos han degradado… Y de nada sirve que nos inunden con 20 millones de tarjetas de crédito para comprar blue-jeans de marca, celulares, televisores, aparatos electrónicos…, porque aun con todo eso, no estamos contentos, ni por dentro ni por fuera… Tal como ha informado el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) desde 1998: “los chilenos viven un profundo malestar interior”…

¿No será el tiempo de la rabia?

Y por supuesto, para no dar salida a la rabia, nos ofrecen más y más “líneas de crédito”, a efecto de ahogar la frustración con más consumismo y endeudamiento. E insisten en que “todo está bien”, que estamos creciendo al 6.0 % anual con una tasa de inflación del 4 % y un desempleo apenas de 8.3 %, razón por la que estamos blindados contra la crisis financiera mundial… Somos líderes en América Latina y miembro con honores del selecto club neoliberal de la OCDE… Que, por todo esto, podemos y debemos olvidar el pasado y, sobre todo, reconciliarnos y unirnos para asegurar el futuro… Debemos, por eso, juntar las estatuas de Carrera y O’Higgins, para simbolizar nuestra patriótica fraternidad… ¡Y olvidar la Caravana de la Muerte, los fusilamientos de Pisagua, la incineración de campesinos en los hornos de Lonquén, la masacre de campesinos en Paine, los miles de torturados de Villa Grimaldi, las vejaciones perpetradas en Londres 38, los honores del centro de torturas de la calle Simón Bolívar, la violación de mujeres por perros policiales, el asesinato de los hermanos Vergara…! ¡Olvidar el rostro descompuesto del asesino principal, el de los aprendices de dictador rindiéndole honores en Chacarillas, el de los que retozan en el resort de Punta Peuco, el de los oficiales que usaron el corvo para sacar los ojos de los prisioneros!…

¿Pretenden que endeudándonos y consumiendo olvidemos todo eso? ¿Todo eso?

¿Somos capaces de olvidar ESO?

Y no son los militares, sin embargo, los que, principalmente, nos piden olvidar y soportar a la vez, con entereza y alegría, el endeudamiento perpetuo, el trabajo precario, la separación de parejas, la crisis afectiva de nuestros niños, que el tráfico delictivo sea más remunerativo que el trabajo asalariado, que la distribución del ingreso nacional sea la tercera peor del mundo, que la violación de los derechos humanos piadosamente se encubra con un patriótico manto de esperanzas futuras, etc. No, no han sido sobre todo los militares, han sido ellos: los políticos civiles que antaño fueron nuestros aliados y dirigentes; los que en el pasado fueron ‘socialistas revolucionarios’ (unos), ‘socialistas comunitarios’ (otros) y ‘demócratas radicales’ (aquéllos). No nos equivoquemos ni nos confundamos: son exactamente ésos, los mismos de anteayer. Que ya no son lo que fueron (o aparentaron). Que han hecho de la política el negocio de su acomodación en un Estado que no construyeron ellos —tampoco la ciudadanía— y que venía manchado de sangre, tortura e ilegitimidad; ese sucio negocio de disolver las riquezas nacionales y el orgullo nacional en la droga alucinógena de la globalización neoliberal, como también la clase popular entera en el remolino sin fin del endeudamiento consumista. Son ellos —aliados en esto a los discípulos de Pinochet— los que han convertido la política en un carrusel mercantilizado, en una farándula de chácharas sin contenido (que, pese a todo, dispara díscolos a diestra y a siniestra) ni raigambre representativa en la ciudadanía real… ¡Si hasta nos hicieron elegir como Primer Mandatario al más astuto especulador del mercado y de la Bolsa!

¿Es lo que nos merecemos? ¿No nos habremos alienado más de la cuenta?

En los años sesenta, por mucho menos (había educación gratuita, salud gratuita, empleos permanentes, sindicatos poderosos, legislación protectora, partidos populistas, gobiernos benefactores, etc.) intentamos promover la

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