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Pascual Serrano - La prensa ha muerto: ¡viva la prensa!

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Pascual Serrano La prensa ha muerto: ¡viva la prensa!
  • Libro:
    La prensa ha muerto: ¡viva la prensa!
  • Autor:
  • Editor:
    Planeta
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    2014
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Índice Introducción La difusión y reproducción de la información nunca - photo 1
Índice
Introducción

La difusión y reproducción de la información nunca había sido tan sencilla y rápida como ahora, pero vivimos en la paradoja de que es ahora cuando más difícil se está haciendo la supervivencia del periodismo, tal y como lo habíamos entendido mayoritariamente hasta este momento. Solo en España, más de seis mil periodistas han perdido su puesto de trabajo en los últimos años. Es evidente que el modelo de negocio se está desplomando. De ahí que llevemos años escuchando el discurso alarmista de quienes dicen que el periodismo se acaba. En 2012 Gumersindo Lafuente, entonces adjunto al director de El País , reconocía que el origen de la crisis se encuentra en que las grandes empresas periodísticas han perdido «la administración en exclusiva de la intermediación». El periodismo siempre creció a caballo de los avances tecnológicos: las rotativas, las linotipias, la radio, la televisión, los ordenadores... Cada cambio daba más poder al periodista y, a medida que requería más inversión económica, también a la empresa que ponía en marcha el medio. Como resultado, ello daba lugar a un oligopolio que controlaba la información a su interés, «convirtiendo el servicio público en negocio o viceversa, según quien nos relate la historia», señalaba Lafuente. Lo que ha sucedido es que los medios han perdido sus dos privilegios, el acceso a la información y la capacidad posterior de difusión, a favor de la ciudadanía. Y en su discurso catastrofista, confunden el fin de sus empresas con el fin del periodismo.

José Cervera, profesor en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Rey Juan Carlos, señala que el «problema de la profesión periodística y de la prensa, la industria que vive de ella, es que nacieron en un mundo que ya no existe». Como bien afirma, «el periodismo surgió para resolver la escasez de información». En la medida en que escaseaba, la información era valiosa y, en consecuencia, poseerla suponía tener poder y su distribución era un negocio. Pero se les ha acabado y ahora, aplastado el ciudadano por un exceso de información, el periodismo debe ser otra cosa. Y eso, más que en un problema, puede convertirse en una oportunidad.

Ante este panorama, el debate en torno a la viabilidad de un medio de comunicación que se fundamente en el apoyo de una amplia base social de lectores, colectivos sociales, intelectuales y periodistas, frente a un panorama dominado por emporios empresariales que controlan y cuasi monopolizan (o controlaban y monopolizaban) la oferta informativa, es recurrente entre una ciudadanía que busca un nuevo modelo de medio de comunicación, alejado del empresarial dominante. Es frecuente que la mayoría de las personas que se inquietan por esta cuestión conozcan con mayor o menor precisión algún medio de comunicación independiente del poder empresarial en algún lugar del mundo. Sin embargo, ese conocimiento suele ser incompleto e indirecto, y limitado a casos excepcionales. Por ello resulta oportuno rastrear el panorama internacional, al menos el mundo occidental, para detectar y ubicar estos casos de comunicación y desentrañar cómo, precisamente en estos momentos de crisis de las empresas periodísticas, logran mantenerse a flote con todos los elementos en contra: no disponen de poderosos accionistas, los ciudadanos soportan una crisis económica que afecta a su poder adquisitivo y a su predisposición a la solidaridad, el mercado inunda todos los ámbitos de nuestra vida social y el valor de la información es ignorado por una ciudadanía que accede gratis a mucha más de la que quisiera. A pesar de todo ello, los medios que aquí vamos a conocer han logrado —gracias a criterios de cohesión editorial tan sólidos como plurales, con estrategias financieras originales e incluso pintorescas, pero siempre con mucha imaginación y audacia— nacer, desarrollarse y consolidarse a lo largo de varios años.

Junto a su colapso empresarial, los grandes medios ya han demostrado que son acríticos y que siguen incondicionalmente al poder. La aparente pluralidad y el debate que creemos percibir en ellos es una farsa: para los asuntos relevantes el consenso es absoluto, y la discusión se circunscribe a lo intrascendente y dentro del pensamiento dominante. La periodista estadounidense Amy Goodman, fundadora de Democracy Now! , uno de los medios analizados en este libro, lo contaba así durante la guerra de Irak:

Una vez que las bombas comenzaron a caer, la diversidad de la programación se convirtió en algo como esto: declaración a la prensa en directo del Pentágono; seguida de una rueda de prensa de la Casa Blanca; seguida del Departamento de Estado; luego, conexión con el extranjero para que el Ministerio de Defensa británico nos pusiera al día de los últimos acontecimientos; luego, algunos anuncios; luego, de vuelta al estudio para algo de análisis por parte de los generales retirados; luego, con el Centro de Mando (CETCOM); luego, con los reporteros que trabajaban como «empotrados» con las tropas.

Goodman recoge en el siguiente ejemplo el marco en el que se desarrollan la discusión y el debate en los medios tradicionales. Se trata de una entrevista de una periodista de la cadena Fox a un teniente general del ejército estadounidense:

PREGUNTA DE LA PERIODISTA : General McInerney, vayamos a lo del helicóptero Apache de hoy. Dos prisioneros de guerra. ¿Por qué se estaba utilizando un helicóptero Apache en esta batalla? ¿Por qué no se empleó un caza de combate en su lugar?

RESPUESTA DEL MILITAR : Es una muy buena pregunta...

Como denuncia Goodman, ¿qué más da cuál de esas dos armas se utilizó? Lo que realmente importa es: ¿cuándo llegan a la parte en la que se preguntan cuántos niños iraquíes murieron como consecuencia de las explosiones que esas extraordinarias armas causan en sus vecindarios?

Ante esto, el cineasta y escritor estadounidense Michael Moore reaccionó así: «Me gustaría pedir la inmediata retirada de todas las tropas estadounidenses ¡de la CBS, ABC, NBC, FOX y CNN!».

Durante la primera guerra del Golfo, en 1991, el Pentágono decretó un bloqueo informativo que implicó el control absoluto de los periodistas que intentaron desplazarse al lugar del conflicto. Los despachos del frente se sometían a censura y los periodistas que intentaban moverse por su cuenta terminaron arrestados. Algunos medios alternativos como Pacifica Radio, The Nation , Harper’s , The Village Voice y LA Weekly , entre otros, demandaron al Pentágono bajo la acusación de que sus medidas contra la prensa eran inconstitucionales. En cambio, las grandes cadenas de televisión y los principales diarios no quisieron sumarse a la demanda ni apoyar ninguna declaración unitaria. Es más, ni siquiera informaron sobre ella. Eso quiere decir que los grandes medios están muy a gusto en el sistema de control informativo por parte de los grandes poderes. Por eso hemos buscado a los díscolos. Pero no a unos díscolos cualquiera, sino a los que hacen periodismo y no panfletos, a los que logran que sus contenidos se difundan ampliamente, a los que han demostrado su constancia y solidez durante años, a los que reconocen y remuneran el trabajo de los periodistas y no basan su funcionamiento en el voluntarismo y la solidaridad de sus trabajadores.

Los medios que analizamos en este libro no son grandes y poderosos; si lo fueran, sería la prueba de que nuestro sistema informativo es verdaderamente democrático y participativo. Pero todos ellos han encontrado la forma de llegar a los ciudadanos: se encuentran en cientos o miles de puntos de distribución, han creado redes de apoyo que los difunden, poseen miles de suscriptores que los financian, circulan por numerosos canales de radio o televisión, son reproducidos por muchos nodos de comunicación, colectivos u otros medios alternativos... Y, sobre todo, se inspiran en la ciudadanía para decidir sus contenidos, dan voz a los sectores populares y a los líderes e intelectuales críticos, y funcionan con el apoyo de sus lectores y audiencias.

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