Andrés Calderón - PolítiKa vs. Prensa: Una relación tóxica en en tiempos convulsionados

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Índice

«En el Perú se escribe poco y mal de la industria de medios, periodismo y sus turbulentas relaciones con los poderes políticos. Estos convulsos últimos cinco años —y los otros tantos que seguramente vendrán— han hecho ese tipo de reporteo y análisis aún más necesario. Por suerte, este libro de Andrés Calderón viene a llenar ese enorme vacío»

Diego Salazar

«Este libro es la primera exploración sistemática de las relaciones siempre complicadas —y muchas veces defectuosas— entre prensa y poder político en el Perú contemporáneo. Andrés Calderón logra una narración y análisis convincente que todo ciudadano interesado en la libertad de expresión debería leer».

Alberto Vergara

«Cinco años parece un periodo corto para las dramáticas relaciones entre prensa y poder, pero el tiempo que cubre la investigación de Andrés Calderón (2016 – 2021) presenta un mosaico con todas las piezas del universo que conforma esa guerra perpetua entre la libertad de informar y su represión por parte del poder político. No todas las batallas son iguales. A veces sutiles, a veces brutales, los desaciertos del poder pasan por estas bien narradas páginas sin dejar a nadie en pie. Con todo rigor, propietarios de medios de comunicación, audiencias, políticos y periodistas son examinados y expuestos desde la doble perspectiva del abogado y del periodista. Esta historia no tiene fin, pero sus muchas sombras y sus pocas luces, son una alerta indispensable sobre el futuro de la libertad de expresión en el Perú.

Este es un libro indispensable para la memoria de las grandezas y miserias de nuestra política y, de igual manera, de nuestra prensa.»

Rosa María Palacios

Prólogo
El arte de controlar los medios

Este libro transcurre en un período vertiginoso de la política peruana: el que va desde la victoria de Pedro Pablo Kuczynski sobre Keiko Fujimori, en 2016, hasta la de Pedro Castillo, en 2021, sobre la misma candidata de Fuerza Popular. Ambas por tan estrecho margen que un soplo de viento podía definirlas. Kuczynski prefirió renunciar antes de que el Congreso cortara su cabeza. El sucesor, Martín Vizcarra, se deshizo de este Congreso en 2019. A su vez, Vizcarra sería vacado por la nueva representación legislativa. El mandatario de transición, Manuel Merino, resultó arrasado por manifestaciones de repudio. El escándalo de Lava Jato ya había estallado con brutalidad sobre la clase política y judicial. El expresidente Alejandro Toledo fue arrestado en los Estados Unidos. El expresidente Alan García se suicidó cuando iban a detenerlo. Otro expresidente investigado, Ollanta Humala, entró y salió de prisión. Kuczynski, alejado de sus bienes y de su familia, dio comienzo a una melancólica prisión domiciliaria.

Ninguna mano guió estos acontecimientos —salvo la de Vizcarra, en un tramo— pues, en general, el país vivió al vaivén de sus contradicciones. Y de sus carencias: sin líderes, sin representación política, sin una fuerte sociedad civil. Al examinar estos años de tempestades surge naturalmente la pregunta referida al papel que jugaron los medios. En el vacío reinante el rol de la prensa puede parecer mayor de lo que realmente es. ¿O fue determinante? Mucha gente cree que define no solo lo que debe discutir la sociedad, sino a las personas que llegarán a gobernarla. En torno de este punto giran muchas discusiones.

Por ejemplo, puede pensarse que América TV le arrebató la victoria electoral a Keiko Fujimori al publicar un reportaje que, sin demostrarlo, la vinculaba con el lavado de dinero del narcotráfico. Al menos lo creyó la candidata, y, una vez en el control del Congreso, decidió ajustar las clavijas al grupo propietario. Este, a su vez, estaba muy consciente de su capacidad de influencia. Tanto que en 2021, en plena coyuntura electoral, introdujo cambios en su dirección periodística para modificar una línea editorial que venía siendo hostil hacia el fujimorismo. Buena parte del libro que tenemos entre manos se dedica a hacer una radiografía de ambos episodios.

Así, en cierto modo, PolítiKa vs. Prensa constituye el relato de los afanes del fujimorismo por aplicar represalias a determinados medios. Es la crónica de una retaliación, con las voces de los implicados en el Congreso y en las salas de redacción. El tema trasciende esta pugna, pues remite, primero, a una frecuente creencia de los gobernantes respecto de los propietarios de medios: estos, antes que sus directores periodísticos, son responsables de lo publicado o dejado de publicar, y sus bolsillos deben sentir lo que es ponerse en plan de acusadores. Nadine Heredia, en el quinquenio anterior al que aludimos, le hizo saber a Odebrecht que el gobierno de su esposo no haría negocios con Graña y Montero porque su propietario pertenecía a un grupo mediático al que consideraban enemigo.

El relato de los intentos legislativos contrarios a la libertad de expresión incluye análisis jurídicos. Desfilan varios proyectos. El que impedía que los investigados por corrupción pudieran ser propietarios de empresas periodísticas, lo que supuestamente limitaba a uno de los accionistas del Grupo el Comercio. El que obligaba a las empresas a financiar un fondo de retiro para los vendedores de periódicos. El que prohibía al Estado poner publicidad en medios privados. Etcétera. El cultivado académico del Derecho, que es Andrés Calderón, ofrece un material de estudio imprescindible.

Pero no solamente existe un muestrario de legislación impertinente. También hay juicios del autor respecto de límites para la prensa que suelen estar en discusión. Los emite a propósito de chats entre fujimoristas, captados por zoom fotográficos y de cámaras de televisión en el Congreso, que luego se emplearon contra los líderes de Fuerza Popular, incluso por el Ministerio Público. Los mensajes correspondían a varios grupos de chat —principalmente «La Botica» y «Mototaxi»— en los cuales parlamentarios soltaban libremente, creyéndose amparados por el secreto, todo tipo de comentarios e iniciativas, con el desenfado y lenguaje impropio que puede emplearse en la intimidad. Fueron atacados sañudamente. El Poder Judicial desestimó los mensajes puestos a su consideración porque procedían de comunicaciones privadas. Calderón discrepa del uso libertino que le dio la prensa. Cree que debieron divulgarse los que tenían interés público y fueron captados por terceros, no por periodistas.

En otra dimensión, repasa los acontecimientos vinculados al despido de la directora periodística de América TV, Clara Elvira Ospina, a siete semanas de la segunda vuelta entre Keiko Fujimori y Pedro Castillo. Como en los capítulos precedentes, el texto está nutrido de entrevistas con todos los actores relevantes y con una información de contexto que le permite al lector formarse un criterio propio. Con esta prolijidad, y con la probatoria documentación, tenemos material suficiente sobre el arte de controlar los medios en el período. Sin embargo, queda la idea de que Andrés Calderón está iniciando un debate mucho mayor: cómo usa la prensa las libertades de las que goza. Siempre la discusión ha girado sobre cómo defenderlas, o sobre las amenazas que se advierten. Esa es la agenda necesaria ahora mismo, en los comienzos del peligroso gobierno de Pedro Castillo. Pero en este libro, y como hace habitualmente en las páginas de opinión de El Comercio , Calderón defiende y critica al periodismo. Pocos empeños hay tan arduos y tan necesarios.