Acerca de este libro
El Rey de los Gigoló es una comedia que no permite respiros al lector que busca entretenerse con una historia sorpresiva y muy sensual. Gira alrededor de las vicisitudes de un joven de ascendencia cubano-española que, intempestivamente, descubre que posee un atractivo irresistible ante el sexo femenino. Decidido a convertirse en el mejor de los gigoló de la alocada Nueva York de los años noventa, su historia salpica de risas al lector y le entrega, finalmente, el abrazo siempre bienvenido del amor verdadero.
Diego Almagro, su protagonista principal, caerá irremediablemente en los enredos que arrastra a partir de su capacidad innata de seductor. Pero también deberá enfrentarse a los desaciertos cómicos de su bulliciosa familia y luego, a la seducción final que ejercita en él una mujer de características inesperadas, no sin antes ejercer hasta el último aliento la que considera su “profesión”.
Inevitables, los contenidos de alta sensualidad son parte de la vida diaria de este latin lover de fina estirpe que sabe cómo satisfacer al sexo opuesto, pero no cómo manejar su vida. Muchos querrán imitarlo y otros gigoló más afamados que él, terminarán idolatrándolo, pero ninguno alcanzará su perfección en las lides del romance. Aunque habrá también enemigos poderosos y divertidos. Algunos extraídos de la mafia, otros provenientes de los mundillos más disímiles. Tratarán de exterminarlo, si es posible; pero habrá siempre alguna fémina dispuesta a socorrerlo.
Lo más claro es que no es un libro para permanecer serio, ni para resistirse a gozar llanamente de la intimidad de su relato. Ni siquiera para apartarse de su lectura por demasiado tiempo. Siempre está latente el riesgo, eminentemente agradable, de quedar atrapado entre sus letras.
Acerca del autor
José Miguel Vallejo nació el 31 de julio de 1954 en Santiago de Chile.
En 1996 jubiló de la Policía de Investigaciones de Chile, institución en la que fue jefe de la Brigada Antinarcóticos Metropolitana y profesor policial en la escuela para detectives y en la academia superior para jefes policiales.
En 1997 es candidato a Senador, independiente, por Santiago.
Libros publicados:
“La Marité”, Editorial Universitaria, 1983, una edición.
“El secuestro que conmovió a Chile”, Editorial Universitaria, 1989, una edición.
“Conspiración Blanca”, editorial Mosquito, 1997, tres ediciones.
Programas radiales:
“Bajo la lupa de Vallejo”, 1996, radio Nacional, Chile.
“La voz de los sin voz”, 1997, radio Nacional, Chile.
“Historias de la vida real”, 1998, radio Bio Bio, Chile.
En el 2005 dicta clases de “periodismo policial radial” en la Universidad de las Comunicaciones, UNIACC, Santiago, Chile.
Publica entre 1984 y 1992 la página dominical “Bitácora Policial” en el diario “Las Ultimas Noticias”, Chile.
En el 2012 es distinguido con un Accésit en el II Certamen Internacional basada en valores “Concha de Luz”, en Murcia, España, por su obra de teatro “Dos genios, un día…”, que fantasea filosóficamente acerca de un encuentro entre Shakespeare y Cervantes, fallecidos un mismo día, en la antesala de la eternidad.
El mismo año obtiene el primer lugar en el concurso internacional de cuentos organizado por el Mundo Literario de Limache, Chile, con su historia “El Poseído”. Poco después resulta finalista en el concurso literario de Editnovel –editorial española–, con su novela “El Año del Sable”, ganándose el derecho a ser publicada en edición digital.
En el 2013 la editorial chilena Edición Digital lanza su novela “Conspiración Blanca”. Ya en la tercera semana de su lanzamiento al mundo hispano alcanza el noveno lugar en Amazon en el ranking general de libros y el primer lugar en la categoría de suspenso y misterio, mientras que en iTunes de Apple logra el décimo cuarto lugar en las preferencias.
Desde 1984 participa en paneles policiales en variados programas de televisión chilenos, comenzando en “Sábados Gigantes”, con “Don Francisco”, en Canal 13; “Venga Conmigo”, del mismo Canal; en emisiones matinales y de mediodía de distintas casas televisivas nacionales; cerrando en el 2011, luego de 11 años seguidos, su tradicional espacio policial en “Morandé con Compañía”, de Canal Mega. A partir del 2012 se integra al programa “Bienvenidos”, de Canal 13, con sus “Crónicas policiales” semanales.
CAPÍTULO I
Era una situación francamente ridícula. Pero de absurdos venía tratándose mi vida. Mi familia entera parecía haber nacido de vicisitudes ridículas y casuales.
Aunque no tenía para nada deseos de que me aconteciera algo fuera de lo común en aquella calurosa tarde de tedio veraniego neoyorquino. Simplemente me disponía a atravesar una de esas avenidas inquietas cercanas al Central Park y ninguna cosa me hacía presagiar que la luz de paso del semáforo me estaba abriendo la puerta a una parte peculiar de mi destino.
Ni siquiera me percaté del lujoso carro que se aproximaba y mucho menos me di cuenta, hasta el último momento, de cómo mi cuerpo de atleta saltaba por los aires como una pluma soplada por la energía siempre vigorosa del parachoques de un Rolls . Cuando regresé plenamente a los cinco sentidos, ya estaba siendo levantado en andas por aquellas dos rubias extrañas que no dejaban de parlotear.
Me acomodaron sin mucha dulzura en el amplio asiento posterior del espléndido vehículo y sin decirme “agua va”, se lanzaron nuevamente a la autopista como si acabaran de recoger los pedazos de un gato atropellado por casualidad en la calle. Esas cosas pasaban, al fin de cuentas, en el Nueva York de fines de los noventa, cuando la Gran Manzana se henchía salpicada de singulares aromas, como una torta a medio hornear.
De cualquier modo aquellas dos mujeres de no más de 30 años, parecían hechas del mismo sino fortuito que caracterizaba mi vida de latino veinteañero.
La flaca mandaba a la gorda y aunque no eran hermanas, definitivamente, les agradaba hacer creer que lo eran. Lo que me quedó en claro desde un principio, eso sí, además de que se trataba de dos adictas incorregibles a la verborrea, era que las unía una corrida interminable de negocios lucrativos de los que, incansablemente, no cesaban de hablar.
No se molestaron verdaderamente en saber de mi estado sino hasta el momento en que la más robusta estacionó el Rolls en el apartadero subterráneo de uno de esos fastuosos departamentos que orillan el barrio de Broadway , donde luego de revisarme de cuerpo entero como si yo fuese un perro faldero y viendo que no exhibía otra cosa que un natural atontamiento propio de las circunstancias y un par de magulladuras en alguna parte recóndita de mi espalda, me invitaron a subir con ellas por el ascensor al espléndido “rinconcito” que les servía de morada.
Se trataba de una suite enquistada en las alturas de un veintavo piso, desde el cual se podía extender la vista plácidamente por la barriada más pintoresca de Manhattan . Aunque lo más interesante se hallaba, sin lugar a dudas, en los amplios salones y particularmente en la colorida habitación destinada a los huéspedes donde las rubias me depositaron con delicadeza jocosa, invitándome a tenderme en una cómoda cama de agua rodeada de muebles y aparatos lujosos que mi corta vida en los suburbios del Bronx todavía no me permitían conocer.
— Así es que eres latino, bomboncito — me dijo la gorda, lanzándome algunas palabras en un pésimo castellano, en medio del inglés.
— Déjame adivinar — intervino la flaca —; de origen cubano y de “pura cepa” española. ¿O me equivoco?
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