CRIPTOZOOLOGÍA:
EL ENIGMA DE LAS
CRIATURAS INSÓLITAS
CRIPTOZOOLOGÍA:
EL ENIGMA DE LAS
CRIATURAS INSÓLITAS
Las maravillas y misterios de la zoología.
Los animales más increíbles y el origen de
muchas leyendas.
D ANIEL R OJAS
Colección: Investigación Abierta
www.nowtilus.com
Título: Criptozoología: el enigma de las criaturas insólitas
Autor: © Daniel Rojas
© 2010 Ediciones Nowtilus S. L.
Doña Juana I de Castilla 44, 3º C, 28027 Madrid
www.nowtilus.com
Editor: Santos Rodríguez
Diseño y realización de cubiertas: Ediciones Noufront
Diseño y realización de interiores: JLTV
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ISBN: 978-84-9763-817-3
Libro electrónico: primera edición
A todos los que, para bien,
han formado o forman parte de mi vida.
Í NDICE
La historia de un chimpancé llamado Oliver causó un gran revuelo en los años setenta. Se cuenta que fue capturado en el Congo y adquirido a una temprana edad por dos entrenadores, Frank y Janet Berger, como un chimpancé normal, aunque sus rasgos físicos y su rápida forma de aprendizaje, recibiendo órdenes y ejecutándolas perfectamente, parecían decir lo contrario. Tenía poco pelo, un cráneo pequeño y redondeado, oídos pronunciados y la increíble habilidad de poder andar erguido durante casi todo el tiempo. Aparte de costumbres como sentarse en el sofá con sus criadores para ver la tele mientras tomaba una taza de café o una copa, después de un duro día de trabajo ayudando en las tareas de la casa, lo que más parecido le daba al hombre era su inteligencia y actitud casi humana. Según declararía su cuidadora Janet, era muy pacífico y no le gustaban las escenas violentas que salían en la tele, a lo que respondía golpeando la pantalla. Oliver se sentía atraído sexualmente por las hembras humanas, rechazaba a las hembras de su especie y a su vez ellas a él, por lo que nunca pudo procrear. En 1975 un abogado de Manhattan llamado Michel Miller, que se había obsesionado con Oliver tras verlo en una revista, se presentó en casa del matrimonio con la intención de llevárselo, lo que le costaría unos ocho mil dólares. Maravillado, el ex abogado invitó a varios científicos a conocerlo, de modo que toda la historia salió a la luz. Una cadena nipona de televisión ofreció a Miller dinero y unos estudios genéticos para aclarar el misterio de Oliver, que finalmente no resolverían. El colmo llegaría cuando una chica japonesa declaró que se ofrecería como pareja del animal, pudiéndose filmar en el acto sexual para estudios científicos. Arrepentido por la lamentable situación en que se encontraba Oliver, enjaulado casi inmóvil, el antiguo abogado lo rescataría dejándolo en manos del adiestrador Ralf Helfer, con la condición de cuidarlo y alejarlo de todo aquello que pudiera hacerle algún mal. Así pasaría sucesivamente de cuidador en cuidador, trabajando en shows de televisión, hasta que en 1989 fue revendido a la Buckshire Corporation de Pensilvania, donde de nuevo pasó siete años encerrado en una jaula que ocasionó que se le atrofiaran los músculos.
En 1996 fue rescatado una vez más de los laboratorios y llevado a un refugio para chimpancés donde lo rehabilitaron. En este año se le harían pruebas genéticas en la Universidad de Chicago para determinar el misterio de su físico y carácter. Después de varias pruebas en las que algunos se declinaban por una especie de híbrido, finalmente se concluyó que Oliver era un chimpancé normal, con el mismo número de cromosomas que estos. Por este motivo, Oliver quedó relegado al olvido. Aunque muchas de las características que se le atribuían en distintos medios fueran exageradas para aumentar su leyenda, quedaron bastantes interrogantes sobre su conducta casi humana, y estaba claro que, de alguna forma, él no era igual al resto de los chimpancés.
El enigmático y aclamado Oliver.
Pero la simpatía de Oliver queda muy lejos de la verdadera imagen de los chimpancés. Son omnívoros y también caníbales, ya que hacen batidas en grupo muy bien organizadas para cazar, e incluso recientemente se han observado ejemplares que utilizaban lanzas para cazar pequeños primates. En el Parque Nacional de Gombe, donde la famosa primatóloga Jane Goodall realizara sus estudios sobre estos simios, las normas prohíben la entrada de niños menores de ocho años. En una ocasión un matrimonio norteamericano descuidó a su hijo pequeño para fotografiar a los chimpancés, momento que aprovechó uno de ellos para atrapar al niño, subirse a un árbol y comérselo. En las últimas décadas se tiene constancia de que, debido a la proximidad de campos de cultivo a sus hábitats naturales, algunos simios han llegado a raptar a los propios hijos de las trabajadoras. Incluso a veces utilizan sus organizados métodos de grupo, mientras unos distraían a los hom-bres armados, otros se dedicaban a rastrear las zonas cultivadas en busca de cualquier tipo de alimento, ya fuera de origen vegetal, animal o humano. Los chimpancés no son personas aunque a veces lo parezcan, no razonan ni se rigen por una ética o moral como nosotros. Estos casos ocurren porque invadimos su hábitat natural, les estrechamos tanto su mundo que no les queda más remedio que adaptarse al nuestro, en el que encuentran fáciles oportunidades de encontrar alimento.
Pero, por mucho que la fauna se adapte, el progresivo exterminio de sus hábitats termina provocando la extinción de muchas especies. Y si es difícil convencer a la humanidad de lo negativo que resulta que especies de gran tamaño como mamíferos o aves se extingan, imagínense un insecto.
La última vez que se vio con vida a la tijereta de Santa Elena fue en la década de los sesenta. La introducción de roedores, de la Scolopendra morsitans, gatos, cabras y otros animales, así como la destrucción de su hábitat causaron su más que probable extinción. La Labidura herculeana era la tijereta más grande del mundo, llegando a medir el ejemplar más grande catalogado 7,8 cm. Esta especie endémica tenía un color negro brillante y unas patas rojas, era de hábitos nocturnos y más activa después de las lluvias. Habitaba las zonas secas y áridas de la isla. Fue descubierta por primera vez en 1798 por el danés Johan Christian Fabricius, y se confundió posteriormente con la Labidura riparia de menor tamaño. Los últimos en verla fueron los ornitólogos Douglas Dorward y Philip Ashmole cuando buscaban huesos de aves en 1962, y ya en consecutivas expediciones, exactamente en los años 1988, 1993 y 2003, no hubo ni rastro de ella. A pesar de todo, en 2005 los científicos se opusieron a la construcción de un aeropuerto, pues aún tenían esperanzas de que hubiese sobrevivido en algún lugar remoto de esta isla del Atlántico, situada entre los continentes de África y Sudamérica, donde Napoleón Bonaparte pasó sus últimos días de vida al ser arrestado por los ingleses.