Fe y filosofía
Eric Voegelin – Leo Strauss
Fe y filosofía.
Correspondencia 1934-1964
Edición y traducción de
Antonio Lastra y Bernat Torres Morales
MINIMA TROTTA
MINIMA TROTTA
© Miguel Ángel Lorente y Juan-Ramón Capella, 2009
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ISBN (edición digital epub): 978-84-9879-131-0
INDICE
Pistis, noein: una correspondencia truncada:
Antonio Lastra y Bernat Torres Morales
Correspondencia 1934-1964
Introducción
PISTIS, NOEIN: UNA CORRESPONDENCIA TRUNCADA
«Aludir a un pensamiento no significa explicar ese pensamiento, sino tratar de explicarlo; que la intención se cumpla no depende, en lo decisivo, del autor, sino del lector».
(Leo Strauss)
«El Dios que juega con el hombre como con una marioneta no es el Dios que se convierte en hombre para ganar su vida mediante el sufrimiento de su muerte».
(Eric Voegelin)
«Strauss no tuvo nada que ver con mi reseña de Voegelin. De hecho, oímos hablar muy poco de Voegelin durante los años que pasé en Chicago. Antes de eso, hubo cierto intercambio epistolar entre ellos. Según lo recuerdo, Strauss pensaba que tenía algunas cosas en común con Voegelin: ambos representaban la tradición continental de erudición. Pero Strauss consideraba a Voegelin demasiado cristiano en su lectura de los griegos». Quien así se expresa, en respuesta a preguntas de uno de los traductores de esta correspondencia entre Leo Strauss y Eric Voegelin, es el filósofo Stanley Rosen, que estudió con Strauss en la Universidad de Chicago a finales de los años cuarenta y principios de los cincuenta del siglo pasado —cuando el «intercambio epistolar» entre Strauss y Voegelin fue más intenso y su prestigio académico iba en aumento— y que en 1958 redactaría una desfavorable reseña de los volúmenes segundo y tercero de la obra magna de Voegelin, Order and History [Orden e historia, 1956-1974], dedicados respectivamente a «El mundo de la polis» y «Platón y Aristóteles».
En su reseña, Rosen argumentaba, precisamente, que Voegelin habría estado menos interesado en lo que podríamos llamar —con las palabras más conocidas de Strauss— «Atenas» que en «Jerusalén» o, tal vez con más propiedad, Roma. Rosen publicó su reseña en 1958, el año en que Voegelin, por una ironía de la historia, como luego veremos, volvería a Alemania, tras casi veinte años de exilio en Estados Unidos, para hacerse cargo de la Cátedra Max Weber de la Universidad de Múnich, vacante desde la muerte del autor de «La política como vocación». No ha quedado constancia de que Strauss escribiera ninguna carta a Voegelin entre 1953 y 1960 ni de que leyera su obra durante esos años con la atención con la que solía leer. Sin embargo, muchos lectores de Rosen han pensado siempre que Strauss le habría sugerido la reseña, en parte porque Rosen era el menos straussiano de sus estudiantes, y el más dotado para la metafísica, y en aquella época luchaba para librarse de su «nihilismo con base trascendental», un estado de ánimo que lo aproximaba existencialmente a Voegelin. Strauss le habría puesto a Rosen ante los ojos la figura del filósofo, distinta a la del poeta, pero el propio Rosen proporcionaría implícitamente, muchos años después, una pauta de lectura de la correspondencia truncada entre Strauss y Voegelin al dar cuenta de su propia decepción con el «ocultamiento alfarabiano del dilema de la decadencia» que habría llevado a Strauss, en su opinión, a un punto muerto entre la filosofía y la poesía, o la fe, entre la razón y la revelación o entre el noein y la pistis. «Cualquiera que sea el significado de noein [conocer] —le había dicho Strauss a Voegelin en diciembre de 1950—, desde luego no es pistis [creencia] en ningún sentido».
Strauss y Voegelin representaban, en realidad, dos tradiciones antagónicas de la sabiduría continental enfrentadas a la experiencia del exilio y, sobre todo, de la democracia en América: la tradición racionalista o filosófica y la tradición mística o poética. Su correspondencia era, por tanto, la actualización de una controversia más antigua e impersonal en la que sólo superficialmente podía llegarse a un acuerdo. La correspondencia entre ambos, en efecto, iniciada en Inglaterra en 1934, cuando ni Strauss ni Voegelin eran demasiado conscientes aún de lo que suponía el nacionalsocialismo, se prolongaría hasta 1964. Voegelin escribiría la primera y la última carta, pero ninguna de esas dos cartas obtendría respuesta. La ausencia de respuesta, que, en muchos aspectos, se repetiría durante el intercambio epistolar, adquiere cierto valor de lectura en un autor como Strauss, peculiarmente atento en sus estudios a lo no dicho en la escritura filosófica. En su última carta, Voegelin acusaría el recibo de The City and Man [La ciudad y el hombre, 1964] de Strauss, cuyo capítulo sobre Tucídides, dedicado precisamente al análisis de la forma literaria, encarecería de un modo especial.
Strauss murió en 1973 en Annapolis (Maryland, el estado americano originalmente católico, muy cerca de Washington, una circunstancia que ni sus defensores neo-cons ni sus detractores han dejado de considerar simbólica), habiendo dejado como testamento The Argument and Action of Plato’s Laws [Argumento y acción de las Leyes de Platón, 1975] y Studies in Platonic Political Philosophy [Estudios de filosofía política platónica, 1983]. Voegelin viviría hasta 1985, fecha en la que murió en Stanford (California), reconciliado con el espíritu cristiano que, en su opinión, se manifestaba preferentemente en los Estados Unidos y sin que hubieran terminado de publicarse los cinco volúmenes previstos de Order and History: el quinto, «In Search of Order» [En busca de orden], aparecería póstumamente en 2000 en el estado inacabado en el que lo dejó su autor; el último de sus artículos, «Quod Deus Dicitur» [Lo que se llama Dios], redactado en su lecho de muerte, se publicaría en su último año de vida gracias a su ayudante y amigo Paul Caringella. La publicación, en 1993, de la correspondencia entre Strauss y Voegelin, de la que hasta entonces sólo se tenía noticia por terceros, pondría de relieve el drama del pensamiento conservador europeo enfrentado a la desaparición de su entorno material y a la necesidad de alinearse a favor de la democracia.
La correspondencia alcanzaría su momento culminante, precisamente, con la reseña de Voegelin de On Tyranny [Sobre la tiranía, 1948] de Strauss y la respuesta de Strauss a la reseña (en una puesta al día de la cuestión publicada en 1954), recogidas aquí en los apéndices a la carta 20. Pero el silencio sería aún mayor. Strauss no mencionó nunca a su corresponsal en la correspondencia que mantendría con Gershom Scholem hasta su muerte y en la que adoptaría la misma actitud ante el judaísmo que había adoptado ante el cristianismo de Voegelin; de hecho, Strauss no mencionaría la correspondencia con Voegelin a ninguno de sus corresponsales. Voegelin, por su parte, se mostró ambiguo con Strauss en su correspondencia con Alfred Schütz, de la que Strauss tenía un conocimiento parcial, en la medida en que pudo leer la larga carta sobre Husserl que reproducimos como apéndice a la carta 10. En enero de 1952, Voegelin le dirá a Schütz que, «cuando hablo [con Strauss] siempre tengo la sensación de que, de hecho, estamos de acuerdo en todas las cuestiones, pero que hay un impedimento incomprensible [unfassbarer Widerstand] del que no se ven los motivos. En este sentido es uno de los pocos que entienden de filosofía». Voegelin respondía así a una carta de Schütz en la que éste le había trasladado una conversación con Strauss a propósito de las Conferencias Walgreen que Voegelin había pronunciado en Chicago: «Creo que Strauss siente gran veneración por usted, pero procura ocultarla cuando le tiene delante. Es uno de esos casos curiosos en los que un hombre sensato y buen conocedor de la filosofía tropieza constantemente con su propio complejo de inferioridad».