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Ediciones Siruela, S. A.
c/ Almagro 25, ppal. dcha.
Morir y empezar de nuevo
El caballero ha muerto
de Cees Nooteboom
No se puede matar a un personaje de ficción, aunque a veces a uno le gustaría hacerlo. Bien protegido de la realidad cambiante, encerrado entre las cubiertas de un libro, el personaje queda fijado para la eternidad. Vuelve a vivir en cuanto un lector lo devuelve a la vida. Hasta el final de los tiempos, en cualquier parte del mundo, Edipo se arrancará los ojos, Anna Karénina se tirará a las vías del tren, Samsa se despertará en forma de insecto repugnante y Philip irá en busca de esa chica en particular. Una vez creado, el personaje ya no es propiedad del autor, sino del lector. El autor se aparta y tiene que ver, impotente, cómo sus personajes son amados, difamados, comprendidos o malinterpretados. Con cada creación nace la impotencia de una muerte.
¿Qué hacer si uno ya no es o no quiere ser el escritor y la persona que fue? Como Virginia Woolf, puedes llenarte los bolsillos de piedras, meterte en el agua y ahogarte. O como Jerzy Kosinski, te tragas un puñado de somníferos, te pones una bolsa de plástico en la cabeza y te asfixias. Y si tienes a mano una escopeta, como Ernest Hemingway, puedes hacerte presa de tu deseo de matar. También puedes escribir una novela en la que dejes que se muera aquel escritor. Eso es lo que hizo Cees Nooteboom en su segunda novela El caballero ha muerto. Él mata en una novela al autor de la primera novela, al escritor que él ya no quiere ser. Lo hace para poder convertirse en el escritor que es ahora, el escritor de Rituales, Una canción del ser y la apariencia, La historia siguiente, El día de todas las almas, Perdido el paraíso.
Es el poder del lector el que hace que él pueda afirmar todo eso con impunidad y puede que suene patético, pero como lectora le agradezco que muera y empiece de nuevo.
El respeto que guardo por El caballero ha muerto coincide con el respeto que tengo por el escritor de una obra impresionante. Si Cees Nooteboom no hubiera pasado por una crisis de escritor, que es el tema de su segunda novela, no se hubiera convertido en el escritor que es ahora. Las novelas Philip y los otros y El caballero ha muerto están fundidas en un abrazo mortal y como en todos los amores imposibles, una no puede vivir sin la otra. Porque como Nooteboom, gracias a Dios, solo asesinó a un escritor en la ficción y continuó viviendo y creando obras, podemos tener una visión global de la historia de su oficio de escritor, en la que El caballero ha muerto está bañada de un mar de silencio. En una visión retrospectiva, los grandes vacíos a lo largo del tiempo son los que ayudan a entender algo de la lucha que Cees Nooteboom mantiene con la literatura. Entre la publicación de la primera y de la segunda novela transcurren ocho años; y entre la segunda y la tercera novela existe un silencio novelesco de diecisiete años. En cuanto al contenido, El caballero ha muerto puede que pese como una losa al libro que le anticipó. En la historia personal de Nooteboom como escritor de novelas, la segunda novela es un grito en el desierto. De los años de silencio que le precede y el silencio aún más duradero que le sigue, la segunda novela es el centro centrífugo. De la misma manera que el tiempo puede estar vacío y un vacío puede convertirse en algo significativo gracias a una novela, El caballero ha muerto es una novela dramática, turbulenta y significativa.
La lucha de la que trata esta novela es una lucha contra la discordia entre lo verdadero y lo falso. Es una resistencia a la entrega y al sacrificio que el arte de novelar sí exige y la escritura ensayística no: la verdadera escritura, la creación, la invención. La relación compleja entre el escritor y la realidad, el escritor y sus personajes y el escritor que se introduce con dificultad como narrador en un libro y adopta un yo determinado es, en la segunda novela, una lucha a vida o muerte. El recuerdo originario que tiene el escritor de un chico que enfermó cuando este tuvo que ayudar en su primera misa, se convierte en su vida adulta en la lucha de un hombre que no sabe cómo arrodillarse ante el altar de la literatura.
La destrucción del escritor imperfecto, que a la vez es una autodestrucción y un perfeccionamiento, hace de El caballero ha muerto una novela apasionante, y eso es así no solo porque Cees Nooteboom llena de odio al escritor por lo que intenta amar, le infunde un terrible miedo a la soledad, al aislamiento y a la traición que exige toda literatura, sino también porque la novela es testimonio de un coraje heroico. Este coraje tiene que ver tanto con la elección existencial del oficio de escritor como con la elección de la naturaleza de la novela, tal como esta debe ser según los ojos de Cees Nooteboom. El caballero ha muerto es el comienzo de un camino poético que Nooteboom tomará diecisiete años más tarde. El escritor en la novela y el autor de la novela se niegan a seguir las primeras huellas que dejaron con su obra anterior en el paisaje de la literatura, no seguirán los caminos trillados del arte de novelar, sino que hostigarán y desafiarán a la novela e intentarán continuamente ir en búsqueda de sus límites.
A veces se encuentra escondida en un párrafo, a veces concierne a una novela entera y a veces a toda una obra, pero cualquier escritor de relevancia ofrece en algún lugar de su obra una visión de su conflicto con la literatura. El caballero ha muerto es un ejemplo de lo dicho y para quien quiera verlo, todas las novelas de Cees Nooteboom tratan de lo que es ser y de lo que es apariencia. En la segunda novela, el escritor cree que su peor suplicio es su aislamiento, un ojo que intenta convertirse en ser humano. Sin embargo, creo que no se trata de eso. No creo que el ojo de este escritor, órgano de pensamiento magistral, necesitase diecisiete años para convertirse en humano, porque ya era humano desde hacía mucho tiempo. Creo que el ojo necesitó diecisiete años para convertirse en un personaje de ficción, para gestarse como un narrador omnisciente sin parangón en la literatura. Cees Nooteboom necesitó tiempo para prestar su mirada a un personaje inventado, a un narrador que te lleva de la mano, que te introduce en realidades existentes e inventadas y que te hace ver y pensar lo que nunca antes habías visto y pensado. Para poder hacer eso, como escritor tienes que estar dispuesto a tener una muerte segura con cada novela nueva.
Ámsterdam, diciembre de 2008
C ONNIE P ALMEN
EL CABALLERO HA MUERTO