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Cees Nooteboom - El enigma de la luz

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Cees Nooteboom El enigma de la luz
  • Libro:
    El enigma de la luz
  • Autor:
  • Editor:
    ePubLibre
  • Genre:
  • Año:
    2007
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El enigma de la luz: resumen, descripción y anotación

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Luz

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Cees Nooteboom recorre algunos museos buscando capturar en las obras de los - photo 1

Cees Nooteboom recorre algunos museos buscando capturar en las obras de los grandes pintores aquello que alimenta nuestra alma con formas y colores: la belleza. En este libro el lector tiene el privilegio de intuir, gracias al diálogo permanente que nuestro especial guía mantiene consigo mismo, el enigma que subyace en toda obra artística. Nooteboom no es un historiador del arte ni pretende serlo. Él se deja llevar por la imaginación, no ofrece respuestas sino que plantea interrogantes. A través de los ojos del artista-escritor contemplamos, entre otras, las imágenes alegóricas medievales, los estudios de la naturaleza de Leonardo da Vinci, los autorretratos de Aert de Gelder o de Rembrandt, los interiores de Vermeer, los paisajes de Bruegel, los rostros sin ojos de De Chirico, la pasión por la masa geométrica de Piero della Francesca o las soledades de Hopper. Y finalmente, sin apenas darnos cuenta, empezamos a ver los cuadros como si fueran personas.

Cees Nooteboom El enigma de la luz Un viaje en el arte ePub r10 Titivillus - photo 2

Cees Nooteboom

El enigma de la luz

Un viaje en el arte

ePub r1.0

Titivillus 22.01.17

Título original: Gesprach in irgendeiner zukunft, Grand Central Station, Giovanni Battista Tiepolo, Bespiegelingen van lucht, De schim van Leonardo, De filosoof zonder ogen, De dame met de eenhoorn, De blinde mannen van Bruegel, De schaduwzijde van de schilderkunst, Rembrandt in Leiden, De laatste leerling van Rembrandt, Het wonder van Piero della Francesca, Hopper

Cees Nooteboom, 2007

Traducción: Isabel-Clara Lorda Vidal

Diseño de cubierta: Hopper, Oficina de Noche

Editor digital: Titivillus

ePub base r1.2

Max Neumann 1949 Sin título marzo 2004 Conversación en un futuro cualquiera - photo 3

Max Neumann 1949 Sin título marzo 2004 Conversación en un futuro cualquiera - photo 4

Max Neumann (1949), Sin título, marzo 2004

Conversación en un futuro cualquiera

Texto para el catálogo de la obra de Max Neumann

¿Tenía usted más preguntas? No, gracias. Salvo…

¿Salvo…?

No, nada. Ninguna pregunta.

¿Tampoco acerca de las mariposas?

No, lo siento.

Y sin embargo, la oscuridad es notable. ¿No le parece?

Eso sí. Debo habituarme a ella.

¿No le inquieta?

No. Las formas tal vez sí.

¿A qué se refiere?

Todo es distinto. No fue difícil entrar, pero ahora que estoy aquí…

… Todo le resulta extraño.

Sí.

¿Por qué?

Es el espacio lo que me produce vértigo. Una puerta que da paso a una noche donde siempre es de noche.

Nadie sabe decirme lo que sucede allí.

¿Y eso le incomoda?

Sí. Y la ausencia de ojos.

¿Ojos? No los necesitamos. Nuestra geometría obedece otras leyes. Nuestra mirada se pierde.

Vemos de otra manera. Tal vez no debiéramos buscar más explicaciones.

Tal vez. ¿Sabe usted a qué me recuerda todo esto? No.

No quisiera ofenderle.

Explíquese.

Me recuerda al cordero de Zurbarán. Con sus patas atadas. Lo conozco, pero no veo el parecido. ¿Cree usted que está vivo o muerto?

Eso no está claro. Tal vez estén a punto de sacrificarlo.

¿Y no se queja?

No, eso no. ¿Tiene usted muchos amigos por aquí?

Estamos más bien solos. Pero, ahora que usted lo dice…

¿Qué?

Lo del cordero.

¿A qué se refiere?

Podríamos reflexionar sobre ello. Tal vez lleve usted razón.

Se parece a nosotros. Aquí rigen las mismas leyes.

Sólo que nuestro espacio es distinto. Nunca podrá ser el suyo.

Tiene que ver con nuestro tiempo.

¿Es también distinto?

Sí. Si pudiera quedarse usted un rato más, se daría cuenta.

¿Qué sucedería?

A lo mejor se convertía usted en uno de nosotros. ¿Le angustia la idea?

Sí. Hace frío aquí.

(Pausa. Y luego, vacilante:)

Lo que me llama la atención es el silencio.

Es el espacio el que lo produce. Éste no soporta ningún sonido.

¿Y las acciones?

No debemos hablar de ellas. Cada cual se ocupa de lo suyo.

Suceden muchas cosas. Pero envueltas en un silencio absoluto.

Cada cual cumple con su deber. Es muy duro.

¿Durará mucho?

No está claro. Eso no se pregunta. El tiempo carece de importancia para nosotros. Aquí el tiempo sigue otro rumbo.

¿Hablan?

Apenas. A veces hablan de colores. Alguna vez hablan de una sombra, o de un círculo. Aunque la mayoría de las veces hablan del minio o del negro.

Y de vez en cuando hablan del movimiento.

¿Movimiento? ¿Por qué?

Por nostalgia. Nosotros no nos hemos movido más que una sola vez. Al menos, eso creemos.

¿Cuándo?

Cuando fuimos creados.

¿Por quién?

Por alguien que no conocemos. Le estamos agradecidos, porque, de lo contrario, no existiríamos. Pero no podemos cambiar nunca más.

Está usted preso.

Nosotros no lo vemos así. Consideramos esto nuestra casa.

Debo irme. Lo siento.

Nosotros también. Pero siempre sabrá dónde encontrarnos.

Estamos aquí para quedarnos.

¿Siempre igual?

Eso depende de quién nos mire.

Hasta luego, pues.

Hasta luego.

Johannes Vermeer 1632-1675 La lección de música interrumpida 1660-1661 - photo 5

Johannes Vermeer (1632-1675)

La lección de música interrumpida, 1660-1661

Hopper, Vermeer y los enigmas de la luz

Hay cosas que no pueden decirse sin más. Doble prohibición: la del pudor y la del tabú. Me encuentro en el Frick Museum de Nueva York frente a La lección de música interrumpida de Vermeer. Dos pensamientos cruzan por mi cabeza. El primero: el cuadro me obliga a adoptar el papel de voyeur, como sucede con las obras de Hopper. El segundo: debido al carácter intensamente holandés del cuadro (tan holandés como americano es Hopper), me embarga algo parecido a un sentimiento «nacional». En realidad eso sólo quiere decir que tengo más que ver con esta obra que con los gainsboroughs y los veroneses también expuestos en este museo. Además de todo aquello que desata en mí este cuadro de Vermeer —emoción, nostalgia, admiración, placer—, siento un cierto pudor al sorprender a dos personas (pintadas) en un instante de intimidad. No importa que no sean individuos reales ni que, de haberlo sido, ya estén muertos. En este cuadro el ahora se ha tornado eterno, y en este ahora sorprendo a la muchacha con su amigo, amante, admirador. Con todo, el cuadro no deja de recordarme mi condición de holandés. Pero ¿qué hacer con eso del sentimiento nacionalista? Como unidad menor, está bien considerado —el pueblo es lindo, las cosas antiguas y los dialectos deben conservarse—. Pero, como unidad mayor —referido a un país con su lengua y características nacionales procedentes de una historia común no poco movida— el sentimiento nacionalista ha quedado desacreditado. Si uno conoce a los pintores amsterdameses, verá que el autorretrato de Rembrandt, también expuesto en este museo, muestra a un pintor típicamente amsterdamés. Pero eso no importa, pues la ciudad de Ámsterdam sí está bien considerada. De cualquier manera, sería un sinsentido hacer prevalecer en este cuadro lo nacional sobre lo puramente estético o sostener la pintoresca idea de Rembrandt como pintor amsterdamés. El sentimiento nacionalista se ha tornado ridículo. Conviene reprimirlo, o, si eso no se consigue, al menos no mencionarlo. Yo no lo consigo, es obvio. Hasta aquí lo referido al tabú. Ahora, el pudor.

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