GILLES MÉNAGE
HISTORIA
DE LAS MUJERES FILÓSOFAS
Traducción de
M ERCÈ O TERO V IDAL
Introducción y notas de
R OSA R IUS G ATELL
Herder
Título original: Historia mulierum philosopharum
Traducción: Mercè Otero Vidal
Diseño de la cubierta: Michel Tofahrn
Maquetación electrónica: produccioneditorial.com
© 2009, Herder Editorial, S. L., Barcelona
© 2012, de la presente edición, Herder Editorial, S.L., Barcelona
ISBN: 978-84-254-3029-9
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Índice
I NTRODUCCIÓN
L AS FILÓSOFAS DE G ILLES M ÉNAGE
Rosa Rius Gatell
Pues la filosofía hay que
degustarla y no devorarla
Gilles Ménage
A finales del siglo XVII se publicaba por primera vez un libro titulado Historia mulierum philosopharum (Lyon, 1690). La obra se debía a Gilles Ménage (1613-1692), latinista y gramático de fama. Y también poeta, «menor», se apresura a señalar la crítica. Un autor a quien alguien tan poco proclive al elogio como Pierre Bayle definía en su Dictionnaire historique et critique como «un des plus savans hommes de son temps, & le Varron du XVII Siécle». En 1692, apenas dos años después de la primera, aparecía una segunda edición de la Historia . El libro iba dedicado a Anne Lefebvre (o Le Fèvre) Dacier (1647?-1720), «la más sabia de las mujeres actuales y del pasado», intelectual francesa, editora y traductora de numerosos clásicos griegos y latinos. De ella escribió Voltaire: «Madame Dacier es uno de los prodigios del siglo de Luis XIV».
¿Una historia de las filósofas escrita en el siglo XVII ? ¿Dónde se han conservado sus nombres, sus obras o fragmentos, su pensamiento? A raíz de la traducción en francés del texto de Ménage, Umberto Eco decía haber hojeado por lo menos tres enciclopedias filosóficas actuales sin encontrar citadas (exceptuando a Hipatia) a ninguna de las pensadoras recogidas en la Histoire des femmes philosophes .
¿Quiénes eran las filósofas evocadas por Ménage? ¿De dónde procedían y dónde cabía adscribirlas? «He encontrado sesenta y cinco filósofas en los libros de los antiguos», Para avanzar en este sentido, sería oportuno preguntarse a quién iba destinada esa Historia y cuál fue el propósito de su redacción. Sobre este punto pueden resultar de ayuda algunos elementos contextualizadores.
¿Quién fue Gilles Ménage? Alguien que se ocupó en profundidad de la lengua francesa; el creador del Dictionnaire étymologique ou Origines de la langue françoise. Es lo que comúnmente se sabe de él, autoridad distinguida por ser «Doctor» en griego y latín, y gran conocedor de la lengua italiana. Se acepta habitualmente que Molière lo caricaturizó e inmortalizó bajo los rasgos del pedante Vadius en Las mujeres sabias (1672, acto III, escena III ). Los trabajos en el terreno filológico se consideran sus principales contribuciones. Éstos incluyen, además del Dictionnaire étymologique (París, 1650 y 1694), Le origini della lingua italiana (París, 1669) y Observations sur la langue françoise (París, 1672). Autor polémico y polemista, los estudios sobre su obra nos trasladan los numerosos reconocimientos de que fue objeto, pero también las descalificaciones de sus contemporáneos. Sin medir ahora la fuerza de sus defensores o de sus detractores, no puede negársele el papel que ocupa en la historia de la lingüística. Sin embargo, sin desatenderla, no es ésta la vertiente del autor que deseo subrayar aquí.
¿Quién fue, entonces, el Gilles Ménage capaz de responder algunos de los interrogantes antes planteados? Tal vez pueda hacerlo ese autor que estimó a las autoras de su tiempo y reconoció su saber. Alguien que, al principio del prefacio de su Historia, no ponía en duda el hecho de que: «También ha habido algunas [mujeres] que se han aplicado a […] la filosofía». Alguien, en definitiva, poseedor de los suficientes conocimientos de filología clásica que le permitieran recorrer con firmeza los textos griegos y latinos para certificar que siempre había sido así.
Gilles Ménage, cuyo nombre latinizado responde al de Aegidius Menagius, nació en Angers el 15 de agosto de 1613, y falleció en París el 23 de julio de 1692. Su madre, Guyonne Ayrault, era hermana del juez Pierre Ayrault. Su padre, Guillaume Ménage, era abogado del rey. Al parecer, desde su infancia mostró una verdadera pasión por la lectura y destacó por su extraordinaria memoria. En Angers estudió humanidades, filosofía y derecho bajo la guía de su padre. Continuó los estudios en París, ciudad a la que regresó años más tarde tras una estancia en Poitiers y, de nuevo, Angers. De personalidad controvertida, desempeñó primero la abogacía para acoger, después, la carrera eclesiástica, sin ordenarse. Vivió en la casa de Jean- François Paul Gondi, cardenal de Retz, hasta 1652, año en el que se mudó a unas dependencias situadas en el claustro de Notre-Dame.
Sabemos que frecuentó el círculo del palacio de Rambouillet, el célebre salón parisino creado por Catherine de Vivonne (1588-1665), marquesa de Rambouillet, y que acudió asiduamente al salón literario de Madeleine de Scudéry, más conocida como Mademoiselle de Scudéry (1607-1701). De momento dejaré sólo mencionadas aquí a la señora de Rambouillet y a Mademoiselle de Scudéry, pues habrá que volver a ellas. Ménage también fue recibido en el restringido salón de Madeleine de Souvré, marquesa de Sablé (1598?-1678), en el que sobre todo se debatían cuestiones teológicas. Asimismo, entabló amistad con la duquesa de Longueville (1619-1679) y fundó su propio salón literario en las habitaciones de Notre-Dame, donde celebró sus reuniones los miércoles, de ahí el nombre que recibieron, las mercuriales.
Desde muy pronto, la vida de Ménage aparece constelada de mujeres notables. Aunque las escasas informaciones disponibles presentan contornos variables, e incluso contradictorios, sobre los vínculos establecidos, destacaré brevemente a algunas de ellas. Sin atender un orden cronológico, comenzaré por dos grandes escritoras, dos amigas fundamentales en Ménage para lo que pretendo mostrar aquí: Madame de Sévigné (Marie de Rabutin- Chantal, 1626-1696) y Madame de La Fayette (Marie-Madeleine Pioche de la Vergne, 1634-1693). Él fue «preceptor» de ambas, una circunstancia que debió permitirle contemplar desde un lugar privilegiado la evolución y la exposición del saber de aquéllas. Madame de Sévigné y Madame de La Fayette se conocieron en 1651 y su amistad continuó el resto de sus días. Las dos eran ricas herederas y recibieron una educación «no formal», pues la educación «formal» desde el punto de vista académico estaba reservada a los varones. Sin embargo, su formación y pasión por el conocimiento las impulsó hacia un saber superior al de la mayoría de las mujeres de su condición social.
Madame de Sévigné estudió italiano, lo cual le permitió abordar, por ejemplo, la lectura de Tasso en su lengua original. Lectora de Virgilio, san Agustín, Montaigne y Pascal, sentía una debilidad especial por los autores latinos. Tácito y Quintiliano destacan entre sus lecturas. También los moralistas, aquellos que hablan de la vida y preparan para la muerte. Fue, sobre todo, una fecunda escritora epistolar. Sus cartas describen, como pocas veces se ha hecho, el clima moral y espiritual de su época, al tiempo que nos transmiten su intenso gusto por la vida y la pertinaz defensa de la libertad, junto a lo cual es perceptible un extraordinario mosaico afectivo hacia los suyos (cabe recordar, en especial, las cartas a Françoise-Marguerite, en las que expresa una gran pasión: el amor por su hija) y su admiración por la naturaleza. Entre los más señalados destinatarios de sus epístolas destacan La Rochefoucauld y Madame de La Fayette. Acogida en las mejores sociedades de su época, no tenía la costumbre de recibir en su propia casa. Fue admitida en la chambre bleue —a la que me referiré— justo a tiempo para admirar su postrero esplendor. Con Ménage entabló una intensa amistad intelectual. Fruto de este vínculo, el abate le dedicó en 1652 un poema de aproximadamente doscientos versos, Le Pêcheur ou Alexis. Idylle à Madame la marquise de Sévigné, en el que leemos:
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