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Prólogo
Podríamos convenir que los factores que influyen en la construcción del canon filosófico, como en cualquier otro canon, en un período histórico determinado, son varios y diversos, y que por ello se incluyen unos filósofos y otros no, de ahí que no todos estén. En un sentido general cabe, sin embargo, preguntarse sobre cómo y quiénes establecen, deciden sobre el canon. Ahora bien, qué ocurre con las mujeres filósofas dado que prácticamente están ausentes, por no decir excluidas, del canon y de la historia, de las historias de la filosofía. Aquí debería ser fácil también ponerse de acuerdo, las mujeres siempre pensaron, hubo mujeres filósofas desde la Antigüedad, no obstante, como muy bien señala María Luisa Femenías en este nuevo libro suyo que tenemos en las manos, el problema no es que no existieran pensadoras, filósofas, más bien está en que sus contribuciones no nos han llegado ni han sido reconocidas, en que “a priori” sus obras han sido minusvaloradas, invisibilizadas, y no se han difundido, difícilmente pues podrían llegar a formar parte del canon. El asunto va, por tanto, más allá de un debate, más o menos académico, sobre configuración del canon y, por lo mismo, tiene más calado que la simple inclusión de las mujeres, de sus obras; apunta a mecanismos de ocultación y exclusión, así como a problemas epistemológicos y políticos, y a criterios de valoración de las contribuciones. Es decir, exige interrogarnos sobre quiénes teorizan y sobre qué se teoriza, sobre por qué se trabaja con unas fuentes y no con otras, con qué conceptos y categorías. Estamos, pues, ante un problema de reconocimiento y de transmisión de su pensamiento y de sus textos que, desde una primera etapa de crítica al canon filosófico existente, desde una relación crítica del feminismo con la tradición, continúa requiriendo nuestra atención al día de hoy, pese al camino ya recorrido. Basten dos ejemplos para comprender mejor lo que esta publicación y su cuidada selección nos aporta.
En 2009, se publica en castellano la Historia de las mujeres filósofas de Gilles Ménage (Historia mulierum philosopharum (Lyon, 1690), en su bien documentado y excelente estudio crítico introductorio Rosa Rius se pregunta: “¿Una historia de las filósofas escrita en el siglo XVII? ¿Dónde se han conservado sus nombres, sus obras o fragmentos, su pensamiento? A raíz de la traducción en francés del texto de Ménage, Umberto Eco decía haber hojeado por lo menos tres enciclopedias filosóficas actuales sin encontrar citadas (exceptuando a Hipatia) a ninguna de las pensadoras recogidas en la Historie des femmes philosophes. Concluía el autor italiano: “No es que no hayan existido mujeres que filosofaran. Es que los filósofos han preferido olvidarlas, tal vez después de haberse apropiado de sus ideas” (2009:12). Ménage indica que encontró setenta y cinco filósofas en los “libros de los antiguos” agrupándolas por escuelas. Ahora bien, como puntualiza Rosa Rius, el interés de la obra no está en que estemos ante la “primerísima” historia de las mujeres filósofas pues propiamente, es decir, desde la óptica moderna, no puede catalogarse como historia de la filosofía, sino más bien como un “diccionario incompleto” que tiene como referente, directo o indirecto, los catálogos de mujeres ilustres. Lo que merece ser destacado es que estamos ante un autor que “estimó a las autoras de su tiempo y reconoció su saber”, pues escribió su historia en honor de sus amigas, mujeres notables en cuyos salones y en cuyo círculo se movía (Madame de Sévigné, Madame de La Fayette, Anne Lefebvre Dacier), constatando que había habido mujeres dedicadas a la filosofía, frente a la extendida y persistente idea de que no existieran, y que, lo que no deja de ser importante, las mujeres embarcadas en la aventura del pensamiento no eran excepciones. Conviene recordar también que en 1673 el filósofo Poullain de la Barre publica De l’égalité des deux sexes. Si se mira, entonces, hacia el pasado; si se busca con cuidado en los márgenes de la historia de la filosofía antigua se encuentran algunas mujeres filósofas —como sugería Séverine Auffret en Melanipa la filósofa (1994)— por más que sus textos no nos hayan llegado o estén recogidos en textos de autoría masculina. Y si se busca realmente en el pasado filosófico de Occidente, afirma Fina Birulés, “hallará con sorpresa muchos más textos y fragmentos escritos por mujeres de los que hubiera imaginado” (1997: 18).
En 2010 se publicaba también en castellano una obra mucho más reciente, Mujeres filósofas en la historia. Desde la Antigüedad hasta el siglo XX, (Ich will verstehen. Geschichte der Philosophinnen, Munich, 2005) de Ingeborg Gleichauf, en donde nos presenta a cuarenta y siete pensadoras agrupadas siguiendo el criterio temporal: Antigüedad (6), Edad Media (5), Renacimiento (4), siglo XVII (4), Ilustración (5), Romanticismo (4), siglo XIX (9) y siglo XX (10). En este caso, como no encontraba información en las historias de la filosofía, que parecían una “cosa meramente de hombres”, va en busca, dice Gleichauf, como mínimo de una pensadora “reconocida”, encontrándose con Hannah Arendt. Volvemos de nuevo al problema del reconocimiento y de la falta de transmisión: “A menudo, sólo sabemos de las mujeres filósofas a través de los relatos o las narraciones de otros. Raramente se han conservado textos originales; a veces incluso se han falsificado a conciencia o se han hecho desaparecer. La historia de las mujeres filósofas es también la historia de su lucha para que se reconozcan sus aportaciones” (2010: 7-8). Partiendo de la idea de la filosofía como una necesidad humana, sostiene que las mujeres siempre pensaron, que en todas las épocas hubo pensadoras, filósofas, y acude a los propios textos de las mujeres, entendiendo que no son marginales y que responden a los debates de su tiempo.
Así pues, no es que no hayan existido pensadoras, filósofas, la cuestión es otra y por ello no puede reducirse únicamente a dar cuenta de un catálogo o listado de mujeres filósofas, como bien señala María Luisa Femenías. No se trata simplemente de revisar el canon y añadir mujeres, es necesaria una seria revisión de las categorías conceptuales y de análisis, de criterios y temas, para que sea posible rescatar su producción, establecer sus contribuciones, sus innovaciones, examinar el estatuto epistemológico de sus obras, juzgarlas con voz propia, teniendo en cuenta las luchas y contextos históricos. Tal es lo que la autora desarrolla. Al día de hoy, en 2019, sigue habiendo un gran desconocimiento de las filósofas, por lo que libros como este tienen un inestimable valor poniendo los esfuerzos en reparar la discriminación, mostrar las desigualdades, no solo las que las pensadoras, las filósofas, han sufrido en su época y a lo largo de la historia, y que las han tenido en el olvido, sino también las que siguen perpetuándose en la actualidad al presentar visiones sesgadas, incompletas, difíciles ya de defender a estas alturas. Agradezcamos a María Luisa Femenías su excelente selección y exposición, el aproximarnos al pensamiento de algunas imprescindibles, sin perder de vista, conviene destacar, el pensamiento en español, las pensadoras hispanoamericanas.