Prefacio
La temática de la presencia y de la especifidad de lo femenino ha influido, con una intensidad siempre creciente, en los aparatos conceptuales y metodológicos de numerosos sectores de las ciencias humanas: de la historia de géneros a la antropología, del psicoanálisis a la teoría política, de la pedagogía a la filosofía. En Italia, al igual que en otros países occidentales, se ha registrado en los últimos años un marcado interés científico, unido a una fuerte atención editorial por los temas de la historia y del pensamiento de las mujeres. Esta nueva tendencia ha conducido, por encima de las modas, a una reflexión profunda sobre las estructuras epistemológicas y disciplinares de varios campos del saber y ha requerido una gestión más prudente de las fuentes, una interpretación más precisa del léxico y de los modelos teóricos, en resumen, un nuevo análisis del orden del discurso científico y didáctico. Las filósofas propone una síntesis divulgativa de los resultados de las investigaciones históricas y filosóficas de las grandes pensadoras de la cultura occidental, del mundo antiguo y del actual. Escogidas entre disciplinas dispersas y en distintos ámbitos de interpretación, Las filósofas son enmarcadas históricamente y propuestas a través de perfiles biográficos esenciales y un resumen de los temas principales de su pensamiento. Nos movemos en un ámbito historiográfico que está en continua evolución —en particular en lo que se refiere al pensamiento femenino de la Antigüedad y del medievo— privilegiando materiales e informaciones básicas respecto a líneas de juicio y de análisis teórico y apuntando hacia un discurso propedéutico de sucesivos estudios disciplinares e interdisciplinares más exhaustivos. En el texto, subdividido según un esquema cronológico clásico y con una firme trama histórica e histórico-filosófica, están indicadas, al término de cada apartado, las Referencias bibliográficas necesarias para posteriores estudios y se presentan apológicamente pasajes extraídos de las obras de las autoras. Las filósofas, remitiendo a una noción extensa de la filosofía como reflexión sobre las formas y las mediaciones simbólicas, hace referencia a mujeres que han dejado huella de su pensamiento y de su acción en diversos campos de la historia de la cultura, como la religión, la literatura, la política, la pedagogía y la filosofía strictu sensu, y propone problemas historiográficos y teóricos diversificados en las distintas épocas. Partiendo de la cronohistoria de las autoras, se abordan una hipotética, pero sugestiva, prospección del dualismo originario de lo masculino y de lo femenino en el mito, la manipulación de los arquetipos de la feminidad en el mundo cristiano y medieval, el renacimiento platonizante de un pensamiento de la «superioridad» femenina en la primera edad moderna, la participación de las mujeres en el pensamiento ilustrado y los procesos de desconstrucción del campo disciplinar del saber actual.
Introducción
1. LOS ORÍGENES
1.1. La mujer en la Prehistoria
Una red policroma de «dioses, demonios, héroes y habitantes del Hades» [Platón, República, 392a], he aquí la mitología griega desde los mitos arcaicos y homéricos hasta las tardías reelaboraciones alejandrinas. Una red que nos ofrece un vastísimo cuadro simbólico sobre el significado de la feminidad en la civilización egea.
La presencia femenina en el mito es notable: diosas, heroínas, ninfas, etc., podríamos contar más de un millar en las distintas religiones. Si se examinan las primeras estatuillas votivas descubiertas por los arqueólogos y que se remontan a un intervalo de tiempo comprendido entre el Paleolítico Superior (25 000 a. C.) y la llamada Edad del Rin (8000 a. C.), que constituyen los primeros vestigios de vida religiosa, vemos que la mayoría son representaciones de figuras femeninas.
Esta amplia presencia mitológica y arqueológica de la figura de la mujer, que en el pasado indujo a algunos estudiosos a ver en la misma la prueba de la existencia de una sociedad primitiva de tipo matriarcal, no es entendida como la proyección directa de una realidad social de «predominio femenino», sino más bien como la representación ambigua y polisémica del tema de la relación entre los sexos para unos fines y usos sociales diversos.
Al igual que no existe un nexo directo entre mitología e historia, tampoco lo hay entre representación artística y estructura social. Puesto que el mito y el arte primitivo son una fuente informativa ambigua, la arqueología y la antropología, junto a la etnoarqueología (que analiza las huellas físicas de los comportamientos sociales de los pueblos primitivos para construir modelos utilizables por la arqueología) han tratado de dar respuestas más verosímiles a las cuestiones relativas al papel de las mujeres en las sociedades prehistóricas.
Los resultados a los que se ha llegado son los siguientes: en una amplia edad anterior a la escritura, que abarca desde el 25 000 a. C. (Paleolítico y Mesolítico) hasta el VII milenio a. C. (Neolítico), las comunidades humanas se aseguraban la supervivencia por medio de actividades como la caza, la pesca, la recolección de frutos y bayas.
Los humanos practicaban el nomadismo, mantenían relaciones monógamas y no se reproducían con particular frecuencia. En esta sociedad, las mujeres estaban dedicadas a la reproducción de la especie, a la educación de los hijos y, también, a las actividades de recolección. De ellas dependía la creación de los lazos maternales y familiares; la relación económica y social con los hombres era de paridad en el marco de un notable intercambio de los roles y de una igualdad sustancial entre los sexos.
A partir del VII milenio a. C., con la introducción gradual del arado en la agricultura y de la domesticación de los animales, las costumbres se transformaron de un modo radical: las comunidades humanas se hicieron sedentarias, el número de hijos aumentó, y la división entre los sexos dio un giro de 180 grados. Aunque, como parece probable, la agricultura es ideada e introducida por las mujeres, que ya estaban familiarizadas con el mundo vegetal, fueron los hombres quienes asumieron el control sobre el cultivo, la cría de ganado y la propiedad de los terrenos y de los animales. La observación del comportamiento de los animales en cautividad permitió esclarecer el papel del macho en la reproducción y atribuir al macho humano un papel primario en la procreación.
En la edad del bronce, durante casi tres mil años (4000 a. C.), la mujer se vio gradualmente marginada de las actividades económicas principales para dedicarse exclusivamente a la generación, que llegó a ser intensa, a la crianza de los hijos y al tratamiento artesanal de los productos animales secundarios y vegetales (producción de quesos, alimentos, hilados y tejidos, etc.). Los roles sociales se diferenciaron cada vez más hasta que, en el siglo VII a. C. (Edad del hierro), el proceso de instauración de una sociedad firmemente patriarcal puede considerarse no sólo concluido, sino culturalmente arraigado.
1.2. Las mujeres en los mitos: procreadoras, magas, artesanas
Los antropólogos atribuyen al mito una función «teórica», la descripción simbólica y explicativa de la realidad, y a las leyendas, relatos sobre sucesos y personajes concretos, una función «protohistórica». La forma teórica del mito es explicada por medio de la lógica de la metamorfosis, es decir, del intercambio de las identidades.
En la mitología, originalmente, la mujer desempeñaba muchas funciones, pero era la misma feminidad la que se presentaba como algo multiforme: una clase de atributos diversos y contradictorios a la vez para nosotros. He aquí cómo en una poética página mitológica escrita por Pettazzoni (1948) se describe la creación de la primera mujer: