Introducción
Piense el lector por un momento en la situación humana en la que vivimos: el sistema solar y nuestro planeta; los continentes, océanos y paisajes; los animales y las plantas; las naciones, gobiernos y empresas; todos los idiomas, culturas y creencias; nuestra ciudad o pueblo concretos; nuestra familia y toda la gente que conocemos. ¿Cómo llegó a constituirse todo esto? Para entender la situación humana necesitamos considerar la historia que la ha producido.
Sin embargo, para aquellos que nos sentimos fascinados por la historia, la mayoría de libros que leemos son muy especializados: sus temas se hallan restringidos en el tiempo y en el espacio. Podemos encontrar libros sobre la Revolución Francesa, la guerra civil norteamericana, la dinastía Ming en China, o el descubrimiento y colonización de América Latina por parte de España. A partir de obras centradas como estas, es difícil ver cómo encaja todo. Para contrarrestar este tipo de especialización, también hay libros que tratan de la historia mundial: unifican todo el pasado humano sobre una base global.
Pero para un científico histórico como yo (que soy geólogo), o para un paleontólogo, o un astrónomo, o un arqueólogo, incluso un libro sobre historia mundial está estrictamente restringido en el tiempo y en el espacio. Ahora mismo los científicos históricos se deleitan en el descubrimiento de una historia enorme, que se remonta a miles de millones de años en el pasado, y que se extiende por un vasto universo del que somos simplemente un barrio local. Nuestra historia humana es solo una parte del relato del pasado, aunque ciertamente es una parte fascinante.
La historia más amplia de todo pudiera parecerle irrelevante a alguien interesado en la historia humana, pero no lo es. La situación humana en la que nos encontramos es el resultado de una historia que se ha desarrollado a lo largo de trechos enormes de tiempo y espacio, y casi todo lo que ha tenido lugar en la historia humana ha estado muy influido por acontecimientos del pasado más profundo.
Los que estamos interesados en entender este pasado completo denominamos «Gran Historia» a comprender qué es ser un ser humano, que vive en nuestro mundo concreto, y no otro tipo de organismo que vive en algún otro lugar.
Para mí, el resultado del estudio de la Gran Historia es que me he dado cuenta, con asombro, de lo muy improbable que es nuestro mundo. En innumerables puntos de su historia, los acontecimientos pudieron haber conducido a resultados totalmente diferentes: a una historia de la humanidad completamente diferente de la que conocemos en la actualidad o a un mundo sin humanos. Nuestra historia ha sido El viaje más improbable , y este será el tema permanente de este libro.
Los tres primeros regímenes de la Gran Historia son objeto de investigación científica, no de estudio humanístico, de modo que pueden resultar menos familiares para los que leen historia por placer. Mi objetivo en este libro es hacer que toda esta historia prehumana sea accesible y fácilmente comprensible, con independencia de cuáles sean los conocimientos del lector en humanidades o en ciencia. Aunque existe continuidad de un capítulo a otro, siéntase libre el lector de leerlos en cualquier orden que le interese. Si El viaje más improbable le deja con una visión muy ampliada de lo que trata la historia, con una nueva apreciación de la condición humana, con el placer de toda una serie de relatos fascinantes, y con gran cantidad de nuevas preguntas, entonces habrá sido un éxito.
¡Bienvenido a la Gran Historia!
La Gran Historia, la Tierra y la condición humana
U NA EXPEDICIÓN A M ÉXICO
No empezó como un día inolvidable aquel martes de febrero de 1991 en las tierras bajas de México oriental. Empezó con dos todoterrenos averiados y muchísimos problemas al intentar reparar al menos uno de ellos. Para cuando pudimos salir de Ciudad Victoria para ir al campo, ya era la tarde y buena parte de nuestro último día ya se había perdido. Jan, Sandro y yo, junto con una investigadora posdoctoral llamada Nicola, intentábamos encontrar detritos expulsados del cráter de Chicxulub, descubierto recientemente, en la península del Yucatán, a varios cientos de kilómetros de distancia. Creíamos que el cráter se había formado cuando un enorme objeto procedente del espacio había chocado con la superficie, probablemente un asteroide, pero posiblemente un cometa. Ya habíamos pasado tres días en una búsqueda infructuosa de las eyecciones en todo el México nororiental, y parecía que nos esperaba un último día de frustración.
Unos doce años antes, Jan Smit, el joven geólogo holandés, y yo habíamos descubierto, de manera independiente, concentraciones inesperadamente
Jan y yo nos habíamos convertido en colegas y amigos íntimos en la década, aproximadamente, de intenso debate científico sobre si la hipótesis del impacto era correcta. Aunque se acumulaban las pruebas en favor de un impacto de hace 66 millones de años, los escépticos querían saber dónde se hallaba el cráter. Si nuestra hipótesis del impacto era correcta, tenía que haber un cráter en algún lugar. Pero nadie podía encontrarlo.
Una serie de evidencias era particularmente convincente. Sandro Montanari, un joven geólogo italiano que hacía la tesis conmigo, descubrió pequeños objetos redondeados (los denominó «esférulas») en la capa sedimentaria que señala la frontera del Cretácico-Terciario en Italia. Jan también las encontró en España. De modo que conjuntamente publicamos una interpretación que desde entonces se sostiene: enorme, pero seguían sin dar respuesta a la pregunta de dónde estaba situado el cráter.
Ahora, finalmente, había un cráter candidato, y habíamos venido a México para ponerlo a prueba.
L A EXPEDICIÓN AL M IMBRAL
Algo así como la mitad de todos los géneros de plantas y animales que vivían en la Tierra hace 66 millones de años perecieron en la gran extinción en masa, expresión que los geólogos emplean para señalar la frontera del Cretácico-Terciario: el más reciente de los seis acontecimientos de extinción en masa que han interrumpido la historia de la vida. Jan, Sandro y yo, así como otros varios geólogos que estudiaban la frontera del Cretácico-Terciario, proponíamos que la extinción fue causada por un impacto enorme, y a la mayoría de geólogos y de paleontólogos esto no les gustaba en absoluto. Nuestra idea iba completamente en contra de su formación «uniformista».