Para quiénes se escribió este libro
Este libro ha sido escrito para aquellos que por una u otra razón quieren, honrada y sinceramente, informarse de lo que es el cristianismo, saber en qué consiste propiamente ser cristiano. También ha sido escrito para aquellos que no creen, pero preguntan seriamente; que han creído, pero están insatisfechos de su incredulidad; que creen, pero no se sienten seguros en su fe; que andan indecisos entre la fe y la incredulidad; que son escépticos tanto frente a sus convicciones como frente a sus dudas en la fe.
Ha sido escrito, pues, para cristianos y ateos, gnósticos y agnósticos, pietistas y positivistas, católicos tibios y católicos fervientes, protestantes y ortodoxos.
¿No hay acaso fuera de las Iglesias muchas personas que en respuesta a las cuestiones fundamentales del ser humano de ninguna manera se contentan, y mucho menos para toda la vida, con sentimientos vagos, prejuicios personales o explicaciones aparentes? Y en todas y cada una de las Iglesias, ¿acaso no es también crecido el número de los que no quieren permanecer en una fe infantil, que esperan algo más que un mero repertorio de frases bíblicas o un nuevo catecismo confesional, que en las fórmulas infalibles de la Escritura (protestantes), de la Tradición (ortodoxos) o del Magisterio (católicos) ya no encuentran el último apoyo? Personas todas ellas, no obstante, que detestan un cristianismo a precios de rebaja, que no se avienen a reemplazar el tradicionalismo eclesiástico por una simple cosmética acomodaticia y conformista, que, muy al contrario, sin dejarse influir por presiones del magisterio eclesiástico hacia la derecha ni de ideologías arbitrarias hacia la izquierda, tantean un nuevo camino hacia un cristianismo sin recortes, hacia el íntegro y verdadero ser cristiano.
No se trata aquí de ofrecer una readaptación de la tradicional profesión de fe, ni una minidogmática que dé respuesta a todas las viejas y nuevas cuestiones disputadas; tampoco se trata, por supuesto, de propagar un nuevo cristianismo. Quien pueda, mejor que el autor, hacer inteligibles al hombre de hoy las proposiciones tradicionales de la fe, que lo haga: siempre será bienvenido. Nada susceptible de buen entendimiento será aquí rechazado. En este sentido, para una mayor verdad, quedan todas las puertas abiertas. Aquí se trata únicamente de que alguien, que está convencido del cristianismo, va a ensayar, sin triunfalismos ni lirismos teológicos, sin caer en escolasticismos de vieja factura ni hablar el chino de los modernos teólogos, una introducción fiel a la materia y acorde con los tiempos. Una introducción:
- al ser cristiano, esto es, no sólo a la enseñanza y doctrina cristiana, sino al ser cristiano, al obrar cristiano y conducirse en cristiano;
- sólo introducción, pues ser cristiano o no serlo es asunto personal de cada uno;
- una introducción, o sea, que no queda excomulgada ninguna otra distinta; por lo que, como contrapartida, también se espera un poco de tolerancia con ésta.
¿Qué pretensiones tiene entonces este libro que, de hecho, ha venido a convertirse en algo así como una pequeña «summa» de la fe cristiana? Pretende, dentro de la brusca transformación que han sufrido en esta época la doctrina, la moral y la disciplina de la Iglesia, detectar lo permanente: lo que distingue a la Iglesia de las otras religiones del mundo y de los modernos humanismos y lo que ella tiene en común con las demás Iglesias cristianas. Pretende también, y a ello tiene el lector pleno derecho, poner de relieve con exactitud histórica y plena actualidad, de acuerdo con los resultados de las últimas investigaciones y, a la vez, en forma inteligible, lo decisivo y característico del programa cristiano para la praxis cristiana: lo que este programa significó originariamente, sin la capa de polvo y el lastre de dos mil años, y lo que este programa puede significar hoy, sacado a nueva luz, para quien quiera dar sentido y plenitud a su vida. No un evangelio distinto, sino el mismo viejo evangelio, redescubierto hoy y para hoy.
El autor no ha escrito este libro porque se tenga él mismo por buen cristiano, sino porque considera que ser cristiano es algo muy importante. En un libro como éste se podría y, realmente, se debería trabajar hasta el fin de la vida. Y ni siquiera entonces podría darse por terminada la tarea. Sin embargo, dado que el libro puede, presumiblemente, desempeñar una función orientadora en la difícil situación actual de la Iglesia y la sociedad y entenderse a la vez como contrapunto positivo de otro escrito mío sobre la infalibilidad, es ahora, y no dentro de tres o treinta años, cuando debe aparecer.
-I
EL HORIZONTE
I - EL RETO DE LOS MODERNOS HUMANISMOS
Preguntemos sin rodeos: ¿Por qué hay que ser cristiano? ¿Por qué no simplemente hombre, hombre de verdad? ¿Por qué ser, además de hombre, cristiano? ¿Acaso ser cristiano es más que ser hombre? ¿Se trata de una supraestructura o de una infraestructura? ¿Qué es en realidad lo cristiano? ¿Qué significa ser cristiano hoy?
Los cristianos deberían saber lo que quieren. También los no cristianos deberían saber lo que los cristianos quieren. Preguntado por lo que quiere el marxismo, un marxista podrá dar, aunque hoy ya no sea del todo indiscutida, una respuesta lacónica y concluyente: la revolución mundial, la dictadura del proletariado, la socialización de los medios de producción, el hombre nuevo, la sociedad sin clases. Pero el cristianismo, ¿qué quiere? La respuesta de los cristianos no pasa de ser, en no pocos aspectos, vaporosa, sentimental, genérica: el cristianismo quiere amor, justicia, hallar sentido a la vida, ser bueno y hacer el bien, humanidad… Pero, ¿no quieren tales cosas también los no cristianos?
Sin lugar a dudas, la cuestión de lo que el cristianismo quiere, lo que el cristianismo es, se ha agudizado drásticamente, ya que los no cristianos comparten hoy a menudo los mismos ideales. También ellos están a favor del amor, la justicia, el sentido de la vida, el ser bueno y hacer el bien, la humanidad. Y en la práctica, con harta frecuencia, lo están aún más que los cristianos. Si, pues, estos «otros» dicen lo mismo, ¿para qué ser aún cristiano? El cristianismo se halla hoy, en todas partes, en doble confrontación: de un lado, con las grandes religiones; de otro, con los humanismos no cristianos, los humanismos «seculares». Incluso a los cristianos que hasta ahora se han sentido en esta o aquella Iglesia institucionalmente guarecidos e ideológicamente inmunizados les asalta, hoy, el interrogante: ¿es el cristianismo, comparado con las otras religiones y los humanismos modernos, algo esencialmente distinto, algo realmente especial?
A este interrogante no puede responderse de forma puramente teórica, genéricamente. Muy al contrario: la cuestión ha de ser estudiada y resuelta de la manera más concreta y práctica posible dentro del horizonte de nuestro tiempo, teniendo en cuenta las experiencias y los condicionamientos de nuestro siglo, del mundo y la sociedad presentes, del hombre de hoy en suma. Por descontado que en esta primera parte no se tratará de hacer un completo análisis de nuestro tiempo. Pero sí se tratará de lograr una visión crítica del cristianismo en relación con las ideologías, corrientes y movimientos que con él concurren. El mundo y la sociedad actuales no serán, pues, descritos y analizados en sí mismos; de ello ya existe una inmensa literatura. Sencillamente: el cristianismo será nuevamente fundamentado y definido desde el ángulo de su conexión con este mundo y esta sociedad, tal como hoy ellos se presentan. El mundo y la sociedad actuales no constituyen, por tanto, objeto directo de estudio, como tampoco, por supuesto, el antipolo que hay que desvalorizar; constituyen, sin más, el horizonte y punto de referencia que tendremos constantemente presente en nuestra investigación.