Critón es un diálogo corto pero importante. Es una conversación entre Sócrates y su amigo adinerado Critón. Hablan sobre la justicia (diké), la injusticia (adikia), y sobre la apropiada respuesta a la injusticia. Sócrates piensa que a la injusticia no se la debe responder con otra injusticia, y rehúsa la oferta de Critón, el cual le propone financiar su huida de la prisión. Este diálogo contiene un primer discurso sobre la teoría del contrato social del gobierno.
Sócrates desarrolla una argumentación en respuesta a lo expuesto por Critón, que se basa en sus profundas convicciones en cuanto a los principios éticos fundamentales.
Platón
Critón
o del deber
Obras completas de Platón: Diálogos socráticos - 3
ePub r1.0
Un_Tal_Lucas 07.09.15
Título original: Κρίτων
Platón, ca. 396 a. C.
Traducción: Patricio de Azcárate
Diseño de cubierta: Aquila
Ilustración de cubierta: Grabado según pintura de Bartolomeo Pinelli
Editor digital: Un_Tal_Lucas
Texto basado en el de las Obras completas (Versión de Patricio de Azcárate), a cargo de Rusli
ePub base r1.2
PLATÓN (en griego antiguo: Πλάτων ) (Atenas o Egina, ca. 427-347 a. C.) fue un filósofo griego seguidor de Sócrates y maestro de Aristóteles. En 387 fundó la Academia, institución que continuaría su marcha a lo largo de más de novecientos años y a la que Aristóteles acudiría desde Estagira a estudiar filosofía alrededor del 367, compartiendo, de este modo, unos veinte años de amistad y trabajo con su maestro. Platón participó activamente en la enseñanza de la Academia y escribió, siempre en forma de diálogo, sobre los más diversos temas, tales como filosofía, política, ética, psicología, antropología filosófica, epistemología, gnoseología, metafísica, cosmogonía, cosmología, filosofía del lenguaje y filosofía de la educación; intentó también plasmar en un Estado real su original teoría política, razón por la cual viajó dos veces a Siracusa, Sicilia, con intenciones de poner en práctica allí su proyecto, pero fracasó en ambas ocasiones y logró escapar penosamente y corriendo peligro su vida debido a las persecuciones que sufrió por parte de sus opositores.
Su influencia como autor y sistematizador ha sido incalculable en toda la historia de la filosofía, de la que se ha dicho con frecuencia que alcanzó identidad como disciplina gracias a sus trabajos. Alfred North Whitehead llegó a comentar: «La caracterización general más segura de la tradición filosófica europea es que consiste en una serie de notas al pie a Platón».
Notas
[1] El cabo Sunio sobre el que estaba construido un templo a Minerva a la parte Sudeste de la Ática. (PA)
[2] Eran los juegos que cada tres años se celebraban en el istmo de Corinto en honor de Neptuno, desde que Teseo los había renovado. (PA)
[3] Lacedemonia: Esparta. (Wikipedia)
[4] La Tesalia era un país donde reinaban la licencia y la corrupción, así que Jenofonte observa que allí fue donde Critias se perdió. (PA)
Argumento del Critón
por Patricio de Azcárate
Sócrates, que en la Apología sólo pudo mantenerse filósofo a condición de divorciarse de la Constitución religiosa de Atenas, se rehace y convierte en este diálogo, por una especie de compensación, en un ciudadano inflexible en la obediencia a las leyes de la república. Someterse a las leyes es una obligación absoluta; es el deber. Tal es el objeto de este diálogo.
Los amigos de Sócrates, después de haber ganado al alcaide de la cárcel donde esperaba el día de su muerte, le enviaron uno de ellos, Critón, para que le suplicara encarecidamente que salvara su vida por la fuga.
Todas las razones que puede inspirar una ardiente amistad para ahogar los escrúpulos de un alma recta. Critón las hizo valer con la más afectuosa insistencia. Pero la tierna solicitud que resalta en su lenguaje, disfraza, sin atenuarla, la debilidad de los motivos de que se inspira comúnmente, en de circunstancias críticas, la acomodaticia probidad del vulgo. Así lo entendió Sócrates. A los lamentos de Critón, en razón del deshonor y de desesperación que amargaban a sus amigos, la suerte que estaba reservada a sus hijos condenados a la orfandad, él opuso esta inevitable alternativa: ¿la fuga es justa o injusta? Porque es preciso resolverse en todos los casos, no por razones de amistad, de interés, de opinión; sino por razones de justicia. Pero la justicia le prohíbe fugarse, porque sería desobedecer las leyes, acto injusto en sí mismo, ejemplo funesto al buen orden público, ingratitud, en fin, para con estas leyes que han presidido como madres y nodrizas a su nacimiento, a su juventud y a su educación. Existe un compromiso tácito entre el ciudadano y las leyes; éstas, protegiéndole, tienen derecho a su respeto. Nadie ignora este pacto; ninguno puede sustraerse a él; ninguno se libra, violándole, de los remordimientos de su conciencia, cualquiera que sea el rodeo que haya tomado para engañarse a sí mismo.
Tal es la inflexible doctrina, por la que Sócrates, destruyendo piedra por piedra el frágil edificio de la moral de Critón, que es la moral del pueblo, prefiere a su salud el cumplimiento riguroso de su deber. ¿Podría ser de otra manera? ¡Qué contradicción resultaría si el mismo hombre que antes, en la plaza pública, a presencia de sus jueces, se había regocijado de su muerte como del mayor bien que podía sucederle, hubiera renegado, fugándose, de ese valor y de esas sublimes esperanzas del día de su proceso! Sócrates, el más sabio de los hombres, se convertiría en un cobarde y mal ciudadano. Critón mismo se vio reducido al silencio por la firme razón de su maestro, quien le despide con estas admirables palabras: «Sigamos el camino que Dios nos ha trazado. Dios es el deber mismo, porque es su origen: realizar su deber es inspirarse en Dios».
Critón o del deber
SÓCRATES — CRITÓN
SÓCRATES. —¿Cómo vienes tan temprano, Critón? ¿No es aún muy de madrugada?
CRITÓN. —Es cierto.
SÓCRATES. —¿Qué hora puede ser?
CRITÓN. —Acaba de romper el día.
SÓCRATES. —Extraño que el alcaide te haya dejado entrar.
CRITÓN. —Es hombre con quien llevo alguna relación; me ha visto aquí muchas veces, y me debe algunas atenciones.
SÓCRATES. —¿Acabas de llegar, o hace tiempo que has venido?
CRITÓN. —Ya hace algún tiempo.
SÓCRATES. —¿Por qué has estado sentado cerca de mí sin decirme nada, en lugar de despertarme en el acto que llegaste?
CRITÓN. —¡Por Júpiter! Sócrates, ya me hubiera guardado de hacerlo. Yo, en tu lugar, temería que me despertaran, porque sería despertar el sentimiento de mi infortunio. En el largo rato que estoy aquí, me he admirado verte dormir con un sueño tan tranquilo, y no he querido despertarte, con intención, para que gozaras de tan bellos momentos. En verdad, Sócrates, desde que te conozco he estado encantado de tu carácter, pero jamás tanto como en la presente desgracia, que soportas con tanta dulzura y tranquilidad.
SÓCRATES. —Sería cosa poco racional, Critón, que un hombre, a mi edad, temiese la muerte.
CRITÓN. —¡Ah!, ¡cuántos se ven todos los días del mismo tiempo que tú y en igual desgracia, a quienes la edad no impide lamentarse de su suerte!