Jose Corbacho - People from Ibiza

Chris Thomson

Todos los días pienso en el asesinatode John Lennon. Justo ahí abajo. Imagine one day somebody kill you. Pam, pam, pam, pam, pam. Cinco balas de punta hueca.Y aun así, a pesarde ese recuerdo constante, no podría vivir en otro lugar queno fuera esta esquina de la calle Setenta y dos con CentralPark.

Seguro que Lennon también fantaseó en muchas ocasiones con convertirse en otra persona. Paramí es un pensamiento recurrente: dejarmi trabajo, dedicarme a otra cosa totalmente diferente; nadaque ver con la música, los conciertos,las giras ni con el show business. Pero nodebo de ser el único. Pienso en eso cadavez que tengo unosdías de descanso. Las vacaciones son como el ensayo de una nueva vida. Poner a prueba durante unos días o unas semanas otro yo. Una nueva personalidad. Vestir de forma diferente… Pensar de otra manera. Vivir intensamente. Una nueva vida enla que el deseo se convierte en un fantástico motor. Claro que a veces esas vacaciones también son un espacio en el queactuamos de otra forma; es la única oportunidad que nos queda. Y en otras ocasiones, un caluroso verano, por ejemplo, nos sirve de refugio para superar, aunquesea sudando, la desesperación de tener una vida que no nos gusta. O, a lo mejor,la realidad es queel verano es la única época en la que nos mostramos como realmente somos. Y el resto del año nos gustaría hacerlo, perono nos atrevemos.

Porque, poco o mucho,siempre hay algo que no nos gusta de lavida que tenemos.

¿Y a ti? ¿Te gusta tu vida?

Chris Thomson observa la imagen que le devuelve el inmenso espejo de su apartamento de Manhattan. Aunque para ser exactos, deberíamos decir su apartamento del Upper East Side. Porque Manhattan es muy grande y hay zonas en las que la gente duerme en la calle y otras, como ésta, en las que los elegantes y uniformados porteros de los exclusivos edificios abren la puerta a las señoras de las familias ricas de la ciudad, a ancianos empresarios que acumulan fortunas, a brókeres nuevos ricos de Wall Street… Y también a artistas, que forman parte de la élite y que prefieren vivir como la gente bien en vez de parecerse a esos bohemios que viven en un loft del Meatpacking o en cualquier zona industrial en la que los especuladores inmobiliarios ponen sus ojos a partir del mismo día que pintores, escultores, actores y cantantes trasladan sus bártulos al que será el nuevo barrio de moda.

A Chris Thomson nunca le gustó el Meatpacking. Ni el Soho. Ni esa parte de Brooklyn que ahora llaman Dumbo. Para vivir como una pop star, pues eso es lo que es mister Thomson, ya están las giras, los camerinos, los autocares, los backstage y los hoteles, por muy cinco estrellas que sean.

Él prefiere este apartamento con vistas a Central Park, y además situado en la planta 24 del edificio Dakota. Sí, el Dakota, el lugar donde un fanático acabó con la vida del mejor de los cuatro Beatles.

—… Fanático —murmura Chris mientras se sorprende a sí mismo pensando que esa palabra es la suma de «fan» y de «ático».

Un ático, el suyo, que recuerda en su forma señorial al piso de Tom Cruise y Nicole Kidman en Eyes Wide Shut, pero con una decoración obviamente diferente: paredes de colores, sofás y sillones con algo de print animal mezclados con estancias diáfanas, como la que alberga el piano en el que crea y compone la mayoría de sus canciones.

Chris mira por la ventana, pero no ve nada. Es una de esas miradas perdidas que se quedan a medio camino de algo, suspendidas en el aire. Y así se mantiene hasta que sus ojos reparan en una pantalla gigante instalada justo al pie de la placa que recuerda dónde cayó herido de muerte el autor de Imagine. Pero él no piensa en el magnicidio. Lo tiene superado. Piensa en otra cosa: «Cada vez hacen esas jodidas pantallas callejeras más grandes. Ésa debe de ser como la pista central del US Open de tenis».

Una pantalla en la que aparece su imagen agasajada por sus admiradores. Él posando con ellos, firmándoles autógrafos. Él sobre el escenario de un estadio, con su banda Hot-line, interpretando uno de sus temas en directo, y miles de fans coreando sus canciones con esa alegría constreñida de los abducidos por su ídolo.

Un ídolo que contempla ese loop de imágenes con una sonrisa cálida, enfundado en un oscuro traje de corte