N o me gustan esas introducciones largas, sosas y aburridas de algunos libros que he tenido el infortunio de leer, que hablan de cosas nada interesantes, que son utilizadas como una especie de relleno y que, en últimas, no le aportan nada al libro y mucho menos entretienen al lector, el cual quiere que termine pronto para empezar con avidez la lectura del tema principal que, como en este caso, se encuentra en las páginas siguientes y sin lugar a dudas contendrá una lectura más interesante que haga que el lector no quiera abandonarla con la primera hojeada sino que lo capture, lo interese y se muera de ganas (y en este caso de risa) por continuar leyendo las entretenidas páginas que, a diferencia de las aburridas introducciones que muchas veces solo ocupan espacio y no aportan un interés inicial, nos hagan sentir como si no fuera un mero ejercicio de lectura. Yo, por mi parte, nunca haría una introducción larga y aburrida, sin que le aporte realmente al contenido del libro. Por eso estoy preocupado, pues usted no ha parado de leer la introducción y yo ya quiero dejar de escribirla. Sin embargo, mientras permanezca ahí leyendo, no podré dejar de escribir, pues me parece una falta de respeto que quiera leer y yo deje de redactar. Así que, por favor, se lo suplico, deténgase para que pueda empezar con el capítulo número uno … ¡Por favor, no lo haga más! Detenga su lectura, no quiero ser grosero … veo que sigue ahí leyendo, y hace caso omiso a mi petición … Bien, estoy poniendo puntos suspensivos para terminar la lectura … Es una manera educada y práctica de aburrir a un lector empecinado en no dejar empezar el libro … Significa también tiempo de espera … ¡Vaya, con usted no se puede! … ¡Qué insistencia la suya en querer seguir leyendo! Me dan ganas de pedir que le devuelvan el dinero en la librería donde lo compró. Se lo advierto, seré grosero. No escribiré más, se quedará mirando una hoja vacía … ¡Ok, se lo advertí! … ¡Hum! … ¡Ham! … ¡Uis! … ¡Oiga, deje de perseguir los puntos! … ¡Bah!
Niños
conectados
E ducar a los hijos se ha vuelto una tarea bien complicada. No ha sido fácil tratar de desacostumbrar a esta generación a las adicciones de la gente de antes. Las horripilantes imágenes de álbunes fotográficos de esos tiempos muestran a niños en piscinas al aire libre, vestidos de vaqueros, indios, astronautas y hasta haciendo castillitos de arena a orillas de la playa.
Sin embargo, he querido darles mi aporte a los padres modernos que andan muchas veces desconcertados con las tendencias de los muchachitos de hoy en día y quieren regresar a esos tiempos.
Ponga en práctica estos consejos:
Si el niño hace cara de aburrido mientras está frente al TV de plasma, desconéctelo de los sonidos repetitivos del video juego y déjelo un rato conectado al Ipod. Eso evitará que salga un rato al patio para que le dé el sol o, en el peor de los casos, que se ponga a jugar con tierra.
Recuerde que los niños son muy curiosos, a veces hasta se asoman por las ventanas a dialogar con otros niños del vecindario que tienen su misma edad. Para evitarlo, cerciórese de que el Wi-fi de su casa funcione con mayor rango de señal, cerca de esos peligrosos ventanales que pueden llevar al niño a vestirse de indio solo porque el vecinito está disfrazado de vaquero. Ponga siempre una pantalla de navegación cerca de las ventanas para que el infante aminore las ganas de asomarse y el contacto con el peligroso vecindario.
No lo deje solo en la ducha, pues podría aburrirse durante las inanimadas jornadas acuáticas. ¿Lo dejaría expuesto a jugar con patitos de hule, a imaginar cosas en su mente, a que incluso llene la tina con agua y piense que está peleando con monstruos marinos, se crea un súper héroe o, en el peor de los casos, llegue a sentir la sensación de hormigueo que producen las gotas de agua que caen sobre su espalda y eso empiece a gustarle?
En estos casos se recomienda ponerle al infante un reloj de pulso con pantalla líquida y juegos arcadia a prueba de agua o que el padre tenga la pericia suficiente de colocar el TV de plasma de la habitación del niño de tal manera que se refleje en los espejos del baño, para proyectarle las imágenes de los dibujos animados de la mañana.
Permita que continuamente se desplace hasta la nevera para que la «escanee» de arriba a abajo, de lado a lado, y pueda encontrar los concentrados de pulpa de fruta y sus brochetas de pollo procesado, que podrá descongelar y calentar si le enseña el divertido arte de interactuar con los botones del control remoto del horno microondas.
En la noche, déjelo conectado a su control remoto para que, en esporádicas lagunas de insomnio, producto de la sobrecarga cerebral, el niño pueda dopar el consciente con una buena dosis de historias animadas en 3D.
Hay niños que son perezosos a la hora de hacer sus deberes. Si su niño no deja la computadora programada para que haga las tareas, castíguelo dejándolo una semana sin Facebook. Eso hará que no olvide sus responsabilidades en el hogar.
Enséñelo a que cumpla con sus obligaciones, prográmele la alarma de su Outlook para que le avise cuándo tiene que poner a cargar su Ipod, desfragmentar los discos duros de la computadora, recargar la batería del celular, borrar los archivos temporales, bajar las nuevas aplicaciones de Internet o almacenar sus archivos bien ordenados en las carpetas del administrador de programas. Sé que todo ello puede parecer duro, pero no podemos levantar una generación ociosa.
Si al niño le da un repentino ataque de subirse a sus hombros, bájelo con cautela y conéctele el Ipod a volumen considerable. Eso contribuye a canalizar las energías del niño.
Es más, a veces se atreven a pedir que los padres les contemos cuentos mientras están acostados en la cama, en cuyo caso lo más conveniente es dejarles el televisor prendido hasta la una o dos de la madrugada.
Cuando lo lleve en el auto, no se olvide de prenderle el DVD. Eso lo alejará de querer mirar a través de la ventana y empezar peligrosamente a anhelar contacto con el mundo exterior. Se sabe de niños que de tanto mirar por los cristales del automóvil vieron vacas, caballos y hasta perros, y pidieron a sus papás ser llevados a campos abiertos para conocerlos de cerca. Los padres pusieron el «grito en el cielo», o mejor…. mandaron un correo electrónico a la NASA.