¿Qué sabemos de Lacan? ¿Y de Marx? ¿De Kant? ¿De la democracia y del totalitarismo? ¿De la burocracia y de la servidumbre? ¿De la necesidad y la contingencia? ¿De la representación y las imágenes? ¿Del comunismo y el psicoanálisis? ¿De la deconstrucción y de la filosofía analítica? ¿Del Witz y de lo que es serio? ¿Qué sabemos que no sea un cliché, mil veces contradicho, o una convicción demasiado cómoda? A través de una fascinante lectura de Hegel, cuya comprensión transforma de hito en hito, Slavoj Žižek dinamita todos los clichés y desestabiliza todas las convicciones para proponer nuevas maneras de responder a estas preguntas. Hicimos de Hegel el pensador de la abstracción y la reacción; Žižek lo convierte en el de lo concreto y la revolución. La suya, y la que está por venir.
Slavoj Žižek
El más sublime de los histéricos
ePub r1.1
turolero 24.05.15
Título original: Le plus sublime des hystériques. Hegel avec Lacan
Slavoj Žižek, 2011
Traducción: Alcira Bixio
Editor digital: turolero
Aporte original: Spleen
ePub base r1.2
SLAVOJ ŽIŽEK (nacido el 21 de marzo de 1949 en Ljubljana, Eslovenia) es un filósofo, psicoanalista y crítico cultural. Es investigador senior en el Instituto de Sociología y Filosofía de Ljubljana, director internacional del Instituto Birckbeck para las Humanidades de la Universidad de Londres, y profesor de filosofía y psicoanálisis en la European Graduate School. También ha sido profesor invitado en diversas instituciones académicas, como la Universidad de Columbia, la Universidad de Princeton, la New School for Social Research de Nueva York y la Universidad de Míchigan, entre otras.
Žižek escribe sobre una amplia variedad de temas, que van desde la teoría política, la crítica cinematográfica y los estudios culturales hasta la teología, la filosofía de la mente y el psicoanálisis. Se define a sí mismo como «hegeliano en filosofía, lacaniano en psicología y marxista en política». Asimismo, es un destacado referente teórico de la izquierda política actual.
Entre su amplia bibliografía en español se encuentra: El sublime objeto de la ideología (1992), Todo lo que usted siempre quiso saber sobre Lacan y nunca se atrevió a preguntarle a Hitchcock (1994), El acoso de las fantasías (1999), Mirando al Sesgo. Una introducción a Jacques Lacan a través de la cultura popular (2000), El espinoso sujeto. El centro ausente de la ontología política (2001), Repetir Lenin (2004), El títere y el enano. El núcleo perverso del cristianismo (2005), Bienvenidos al desierto de lo real (2005), Visión de Paralaje (2006), Lacrimae Rerum. Ensayos sobre cine moderno y ciberespacio (2006), Sobre la violencia. Seis reflexiones marginales (2009), En defensa de causas perdidas (2011), Primero como tragedia, después como farsa (2011), Filosofía y actualidad. El debate (2012), Vivir en el fin de los tiempos (2013), El dolor de Dios. Inversiones del Apocalipsis (2014).
Notas
[1] En «La mujer no existe», la «existencia» debe entenderse en el sentido de la lógica hegeliana en donde no es un simple sinónimo del ser: la categoría de la existencia aparece hacia el final de la segunda parte de la Ciencia de la lógica que trata de la esencia. El término correlativo de la existencia no es el de la esencia (que hace pareja con la apariencia), sino el fundamento [das Grund]: la existencia se define aquí como el efecto, la aparición de un fundamento, de una razón, de un principio esencial y único; es el ser apareciendo en cuanto se lo presenta y se lo entiende como el efecto de un fundamento. Y precisamente en este sentido «la mujer no existe»: no tiene fundamento único, no es totalizable en el marco de un principio único del que ella sería la expresión.
[2] De ello se desprende la incompatibilidad fundamental entre el campo hegeliano-lacaniano y los recientes intentos «posestructuralistas» o bien «posmodernistas» que consisten en oponer a la razón «totalitaria», «monológica», «universalizante», «represora», etcétera, otra razón plural, policéntrica, dialógica, barroca, femenina… Semejante paso hacia otra razón es sencillamente superfluo: la primera razón («monológica») resulta ser su propio otro, desde que se la toma como tal, en su forma (en el sentido estrictamente dialéctico), en lo que «hace» y en el nivel de su proceso de enunciación.
[3]Interdit en francés significa «prohibido», pero separado con un guión sería «entre-dicho», juego de palabras, que en español se podría asemejar a «inter-dicto». [N. de T.].
[4] En el marco de una relación «no antagónica» cada momento recibe su identidad sobre el fondo de su relación complementaria con otros momentos (la Mujer es Mujer en su relación con el Hombre, juntos hacen un Todo, etcétera), mientras que en una relación «antagónica», la relación con el otro impide que el momento en cuestión alcance su propia identidad, el otro merma, trunca nuestra identidad, en nuestro corazón mismo, somos ya el otro (la relación entre los sexos deviene «antagónica» cuando la mujer recibe esa relación con el sexo opuesto como lo que le impide «realizarse como mujer»). Sobre este concepto del antagonismo, véase Laclau y Mouffe, 1985.
[5] Véase, por ejemplo, Adorno, 1969.
[6] Véase El nombre de la rosa de Umberto Eco.
[7] Véase su Doctrina del derecho, §52.
[8] Lo cual nos permite además plantear la cuestión del sujeto de una manera radicalmente diferente en relación con el «posestructuralismo». El gesto fundamental del posestructuralismo es la inversión del motivo del «sujeto de la producción» en la «producción del sujeto»: el sujeto de la producción (centro autónomo, activo, productivo, que se objetiva y que produce su mundo) es a su vez producido, efecto específico del proceso textual transubjetivo. Este es el efecto sujeto: las diversas «posiciones del sujeto», los diversos modos de lo «vivido», de la ceguera, en que los individuos viven su lugar en el proceso textual, los diversos modos en que los individuos se conciben como «actores» del proceso histórico. En cuanto tal, el sujeto queda reducido al «sujeto del significado», con una identidad fija y el postestructuralismo insiste en su carácter precario, en la fragilidad de su identidad: a cada instante es posible desbordar y subvertir los límites de su identidad, de modo que el sujeto nunca puede llegar a una identidad fija.
La teoría lacaniana realiza aquí el mismo giro que opera en el caso de la totalización: la estructura significante se subjetiva a través de la inclusión de un elemento paradójico que representa su imposibilidad, su lugar vacío, vale decir, a través del significante que representa al sujeto para los otros significantes. Ese sujeto sería justamente el «significado» vacío, imposible, del significante «Uno», casi trascendental: el sujeto adviene sobre el fondo de su propia imposibilidad, antes de ser la identidad de sí del centro productivo, del actor de su historia, es el lugar vacío, stricto sensu no histórico —por así decirlo— la no posición, la no identidad pura. En otras palabras, el límite del sujeto del significado, de su identidad, no es su disolución en el proceso disperso transubjetivo, sino el