¿Será algo más que un juego de palabras el afirmar que somos tan terrestres como divinos?
En este sexto título de la serie CRÓNICAS DE LA TIERRA, Zecharia Sitchin aplica los últimos avances en genética a unas escrituras milenarias para demostrar que la humanidad, partiendo de su evolución en la Tierra es, al mismo tiempo, Hija de las Estrellas, producto y sujeto de un Código Cósmico vital.
En este libro, Sitchin ofrece una revolucionaria teoría según la cual existe un código alfabético biológico-numérico utilizado por los Anunnaki con individuos seleccionados, como Henoc, para almacenar datos científicos que debían ser revelados a la humanidad en el momento adecuado.
Con esto, también se forma la base de la profecía, el conocimiento previo del futuro, ya que en estas revelaciones, Sitchin identifica el punto crucial de los asuntos celestiales y terrestres en el delicado equilibrio entre el predeterminado Destino y los caprichos del Hado, libremente elegido.
Al desenmascarar los misterios de la profecía, Sitchin levanta el velo de la incomprensión y la incredulidad que durante tanto tiempo ha oscurecido las verdades históricas y revela el Código Maestro que conecta a la humanidad con las estrellas.
Zecharia Sitchin
El código cósmico
Crónicas de la Tierra 6
ePub r1.0
XcUiDi 16.10.14
Título original: The cosmic code
Zecharia Sitchin, 2003
Traducción: Antonio Cutanda
Editor digital: XcUiDi
ePub base r1.1
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INTRODUCCIÓN
LA VERDAD ACERCA DE LOS ANUNNAKI, QUE DIVULGARON SECRETOS CÓSMICOS A LA HUMANIDAD
Hace miles de años, los Anunnaki, una raza de seres extraordinarios determinó cómo sería la evolución de la vida en la Tierra y la existencia y naturaleza de la humanidad tal como hoy la conocemos. Omnipotentes y omniscientes, la prueba de su genio radica en los misteriosos monolitos de Stonehenge y en la extraña pero enormemente significativa construcción de círculos concéntricos de piedras de los Altos del Golán (Israel).
Dos obras que, sin lugar a dudas, precisaron de sofisticados conocimientos astronómicos. Al enseñar al hombre a mirar a los cielos, los Anunnaki legaron a la humanidad el denominado «Código Cósmico». La serie «Crónicas de la Tierra» es hoy la serie de libros más reciente que, basándose en una cuidadosa investigación, se remonta hasta la creación de la humanidad y sus motivos.
Este libro identifica el punto crucial del delicado equilibrio que tiene que guardar nuestra especie entre las exigencias del destino y los caprichos del hado.
A partir de antiquísimos textos sumerios que preceden incluso a la Biblia, Zecharia Sitchin nos revela la naturaleza de las verdades proféticas e históricas largo tiempo oscurecidas por la descreencia y la incomprensión: el código que utilizaron los maestros constructores del más allá de las estrellas para construir a nuestra especie.
- ¿De qué modo los números de los dioses revelan claves que descifran los significados secretos en los nombres divinos?
- ¿Qué sabemos hoy acerca de los sofisticados conocimientos genéticos de los sumerios que han llegado hasta nosotros?
1. PIEDRAS ESTELARES
Costó una guerra, una fiera y sangrienta guerra, llevar la luz, hace sólo unas décadas, a uno de los lugares más enigmáticos y antiguos de Oriente Próximo. Si no el más enigmático, sí ciertamente el más desconcertante y, sin duda, arraigado en la antigüedad. Es una estructura que no tiene parangón entre los restos de aquellas grandes civilizaciones que florecieron en Oriente Próximo en los pasados milenios, al menos entre lo que se ha descubierto.
Su semejante más cercano se encuentra a miles de kilómetros de distancia, más allá de los mares, en otros continentes; y lo que más nos lo recuerda es Stonehenge, en la lejana Gran Bretaña.
Allí, en Inglaterra, en una llanura barrida por los vientos a unos ciento veinte kilómetros al sudoeste de Londres, hay unos imponentes círculos de megalitos que forman el monumento prehistórico más importante de toda Gran Bretaña. Allí, un semicírculo de enormes piedras enhiestas, que estuvieron conectadas por su parte superior por otras piedras a modo de dintel, alberga en su interior otro semicírculo de piedras más pequeñas, y está rodeado a su vez por dos círculos más de megalitos.
Las multitudes que visitan el lugar se encuentran con que sólo quedan en pie algunos megalitos, mientras que otros han caído al suelo o han desaparecido de algún modo del lugar. Pero los expertos y los investigadores han sido capaces de resolver la configuración de los círculos dentro de círculos (Fig. 1, que muestra los megalitos que aún permanecen en pie), y de observar los agujeros que indican dónde estuvieron los otros dos círculos (de piedra o, quizá, de estacas de madera) en las primeras fases de Stonehenge.
Figura 1
Los semicírculos de herradura, y un gran megalito caído apodado la Piedra del Sacrificio, indican más allá de toda duda que la construcción estaba orientada sobre un eje noreste-sudoeste. Apuntan a una línea de visión que pasa entre dos postes de piedra, recorre una larga avenida hecha con terraplenes y va directamente a la llamada Piedra Talar (Fig. 2).
Figura 2
Todas las investigaciones llegan a la conclusión de que los alineamientos servían para propósitos astronómicos; se orientaron por primera vez hacia el 2900 a. C. (siglo más o menos) hacia el amanecer del día del solsticio de verano; se realinearon hacia el 2000 a. C. y se volvieron a realinear hacia el 1550 a. C., hacia el amanecer del día del solsticio de verano en aquellos momentos.
Una de las guerras más cortas pero más feroces de nuestro tiempo en Oriente Medio fue la Guerra de los Seis Días de 1967, cuando el cercado y asediado ejército israelí derrotó a los ejércitos de Egipto, Jordania y Siria, capturando la península del Sinaí, la orilla occidental del Jordán y los Altos del Golán. En los años siguientes, los arqueólogos israelíes dirigieron unas amplias inspecciones e hicieron excavaciones arqueológicas en todas estas áreas, sacando a la luz asentamientos que iban desde los primeros tiempos del Neolítico, pasando por épocas bíblicas, hasta los períodos griego, romano y bizantino.
Sin embargo, en ningún sitio fue mayor la sorpresa que en la escasamente habitada y mayormente despoblada meseta que recibe el nombre de Altos del Golán. No sólo se descubrió que había sido una zona activamente habitada y cultivada en tiempos primitivos de la ocupación humana; no sólo se encontraron restos de asentamientos de varios milenios antes de la Era Común.
Virtualmente, en mitad de la nada, en una llanura azotada por el viento (que había sido utilizada por el ejército israelí para prácticas de artillería), un montón de piedras dispuestas en círculo resultó ser, cuando se observó desde el aire, un «Stonehenge» de Oriente Próximo.