AGRADECIMIENTOS
El autor desea expresar su gratitud a los muchos estudiosos que, a lo largo de más de un siglo, han descubierto, descifrado, traducido y explicado los textos y las reliquias artísticas de la antigüedad en Oriente Próximo; así como a todas las instituciones y personal de estas, gracias a cuya cortesía el autor ha podido acceder a las evidencias textuales y gráficas en las que se basa este libro.
Deseo dar las gracias especialmente a la Biblioteca Pública de Nueva York y a su Departamento Oriental; a la Biblioteca de Investigación (Sala de Lectura y Sala de Estudios Orientales) del Museo Británico, Londres; a la Biblioteca de Investigación del Seminario Teológico Judío de Nueva York; y, por su ayuda gráfica, a los fideicomisarios del Museo Británico y al tenedor de las Antigüedades Asirias y Egipcias; al director del Vorderasiatisches Museum, Staatliche Museen, de Berlín Oriental; al Museo Universitario de Filadelfia; a la Reunión des Musées Nationaux de Francia (Museo del Louvre); al director del Museo de la Antigüedad de Alepo; y a la Administración Aeronáutica y Espacial Nacional de los Estados Unidos.
ZECHARIA SITCHIN. (Bakú, Azerbaiyán, 11 de julio de 1920 - Nueva York, Estados Unidos, 9 de octubre de 2010). Fue un escritor, historiador y lingüista autodidacta, autor de una serie de libros, calificados por varios académicos como pseudocientíficos, que promueven la «teoría de los antiguos astronautas», el supuesto origen extraterrestre de la humanidad, la cual atribuye la creación de la cultura sumeria a los Anunnaki (o Nefilim) que proceden del planeta llamado Nibiru en el sistema solar.
BIBLIOGRAFÍA.
Serie Crónicas de la Tierra:
- El duodécimo planeta, 2002.
- La escalera al cielo, 2002.
- La guerra de los dioses y los hombres, 2002.
- Los reinos perdidos, 2002.
- Al principio de los tiempos, 2002.
- El código cósmico, 2003.
- El final de los tiempos, 2007.
Volúmenes complementarios:
- El libro perdido de Enki, 2003.
- El Génesis revisado, 2006.
- Encuentros divinos, 2006.
- Las expediciones de Las Crónicas de la Tierra, 2006.
- Viajes al pasado mítico, 2010.
- ¿Hubo gigantes en la Tierra?, 2010.
- El Rey que rehusó a morir: Los Anunnaki y la búsqueda de la inmortalidad.
1
UN INTERMINABLE COMIENZO
De todas las evidencias que hemos acumulado para apoyar nuestras conclusiones, la prueba número uno es el mismo Hombre. En muchos aspectos, el hombre moderno —el Homo sapiens— es un extraño en la Tierra.
Desde que Charles Darwin conmocionó al mundo de los estudiosos y los teólogos de su tiempo con las evidencias de la evolución, la vida en la Tierra se describe a través del Hombre y los primates, mamíferos y vertebrados, remontándonos hasta formas de vida aún más inferiores y llegar, al fin, miles de millones de años atrás, al punto en el que se presume que comenzó la vida.
Pero, después de llegar a estos comienzos y de haber empezado a contemplar las probabilidades de vida en cualquier otro lugar de nuestro sistema solar o más allá de él, los científicos han comenzado a sentirse intranquilos con respecto a la vida en la Tierra, puesto que, por algún motivo, no parece ser de aquí. Si la vida comenzó a través de una serie de reacciones químicas espontáneas, ¿por qué la vida en la Tierra no tiene más que un único origen, y no una multitud de orígenes posibles? ¿Y por qué toda la materia viva de la Tierra contiene tan escasos elementos químicos de los que abundan en la Tierra, y tantos que son tan extraños en nuestro planeta?
¿Acaso la vida fue importada a la Tierra desde algún otro lugar?
Pero es que, además, la posición del Hombre en la escala evolutiva ha exacerbado aún más el desconcierto.
Encontrando un cráneo roto aquí y una mandíbula allí, los estudiosos creyeron, al principio, que el Hombre tuvo su origen en Asia hace alrededor de 500 000 años. Pero, a medida que se iban encontrando fósiles aún más antiguos, se hizo evidente que los molinos de la evolución molían muchísimo más despacio. Los antepasados simios del hombre se sitúan ahora a unos sorprendentes 25 millones de años de distancia. Los descubrimientos de África Oriental revelan una transición a nb de características humanas (homínidos) hace 14 millones de años. Y fue alrededor de 11 millones de años más tarde cuando aparece el primer simio-hombre digno de la clasificación de Homo.
El primer ser considerado como verdaderamente humano —el «Australopitecus Avanzado»— vivió en las mismas zonas de África hace unos 2 millones de años. Y aún le llevó otro millón de años producir al Homo erectus. Por último, después de otros 900 000 años, apareció el primer Hombre primitivo; se le llamó Neanderthal, por el lugar donde aparecieron por vez primera sus restos.
A pesar de los más de 2 millones de años transcurridos entre el Australopitecus Avanzado y el Neanderthal, las herramientas de ambos grupos —piedras afiladas— eran virtualmente las mismas; y los mismos grupos (por el aspecto que se cree que tenían) hubieran sido difíciles de diferenciar.
Fig. 1.
Después, súbita e inexplicablemente, hace unos 35 000 años, una nueva raza de Hombres, el Homo sapiens (el «Hombre pensante») aparece como de la nada y barre al hombre de Neanderthal de la faz de la Tierra. Estos Hombres modernos llamados Cro-Magnon se parecían tanto a nosotros que, si se les hubiese vestido con las ropas de nuestros tiempos, hubieran pasado desapercibidos entre las multitudes de cualquier ciudad Europea o Americana. Al principio, se les llamó «hombres de las cavernas» debido al magnífico arte rupestre que dejaron. Pero la verdad es que vagaban por la Tierra libremente, pues sabían cómo construirse refugios y hogares con piedras y pieles de animales dondequiera que fuesen.
Durante millones de años, las herramientas del Hombre no habían sido más que piedras con formas útiles. Sin embargo, el Hombre de Cro-Magnon hacía armas y herramientas especializadas de madera y hueso. Ya no era un «simio desnudo», pues usaba pieles para vestirse. Tenía una sociedad organizada; vivía en clanes, bajo una hegemonía patriarcal. Sus pinturas rupestres tienen impronta artística y la profundidad del sentimiento; sus pinturas y sus esculturas evidencian cierta forma de «religión», en apariencia, el culto de una Diosa Madre que se representaba a veces con el signo de una Luna creciente. También enterraba a sus muertos y, de ahí, que posiblemente tuviera algún tipo de filosofía en lo referente a la vida, la muerte y, quizás, a una vida después de la vida.
Pero, aún con lo misterioso e inexplicable que resulta la aparición del Hombre de Cro-Magnon, el rompecabezas es todavía más complejo, puesto que, con el descubrimiento de otros restos del Hombre moderno (en lugares como Swanscombe, Steinheim y Montmaria), se hace evidente que el Hombre de Cro-Magnon surgió de una rama aún más antigua de Homo sapiens que vivió en Asia occidental y el Norte de África unos 250 000 años antes que él.
La aparición del Hombre moderno sólo 700 000 años después del Homo Erectus y unos 200 000 años antes del Hombre de Neanderthal es absolutamente inverosímil. Es evidente también que la desviación del Homo sapiens con respecto al lento proceso evolutivo es tan pronunciada que muchos de nuestros rasgos, como el de la capacidad de hablar, no tienen conexión alguna con los primates anteriores.