Para Fox
V.1: febrero, 2020
Título original: Three Women
Lisa Taddeo, 2019
de la traducción, Aitana Vega, 2020
de esta edición, Futurbox Project, 2020
Diseño de cubierta: Taller de los Libros
Publicado por Principal de los Libros
Lisa Taddeo
Tres mujeres
Un retrato del deseo y la sexualidad femininos como nunca se ha visto
Nos estremece y nos atormenta. Controla nuestros pensamientos y puede destruir nuestras vidas. Y sin embargo, es un tabú. A lo largo de los tiempos, el deseo femenino ha sido un misterio oculto tras la perspectiva masculina. Hasta ahora.
Durante ocho años, la periodista Lisa Taddeo ha recorrido Estados Unidos para seguir la historia de tres mujeres normales y corrientes y explorar cómo el deseo sexual ha moldeado sus vidas. En estas páginas conoceremos a Lina, una mujer que, atrapada en un matrimonio sin pasión, reconecta con alguien de su pasado e inicia una aventura que pronto la consume; Maggie, una joven de diecisiete años que mantiene una relación sentimental con su atractivo profesor de inglés, un hombre casado; y Sloane, la elegante y exitosa propietaria de un restaurante cuyo marido disfruta viéndola acostarse con otras personas.
Basado en una labor de profunda observación y con un estilo directo y sincero, Tres mujeres constituye tanto una hazaña periodística como un triunfo de la narrativa feminista lleno de matices que nos presenta las historias de tres mujeres inolvidables cuyas experiencias nos recuerdan que no estamos solas.
Quien desde fuera mira a través de una ventana abierta, jamás ve tantas cosas como quien mira una ventana cerrada. No hay objeto más profundo, más misterioso, más fecundo, tenebroso y deslumbrante que una ventana tenuemente iluminada por un candil. Lo que la luz del sol nos muestra siempre es menos interesante que cuanto acontece tras unos cristales. En esa oquedad radiante o sombría, la vida sueña, sufre, vive.
Charles Baudelaire
Nota de la autora
E sta no es una obra de ficción. A lo largo de ocho años, he pasado cientos de horas con las mujeres que aparecen en este libro. He hablado con ellas en persona, por teléfono, mediante mensajes de texto y por correo electrónico. En dos de los casos, me mudé una temporada a las ciudades donde vivían para entender mejor sus rutinas. Estuve presente en muchos de los momentos que se incluyen en este libro. Para aquellas situaciones que pertenecen al pasado o que no presencié, he confiado en los recuerdos de estas mujeres, sus diarios y sus testimonios. He entrevistado a algunos de sus amigos y familiares y he seguido sus redes sociales. Sin embargo, siempre que ha sido posible, he escrito desde el punto de vista de estas tres mujeres.
He recurrido a documentos judiciales y a artículos de la prensa local, y he hablado con periodistas, jueces, abogados, investigadores, colegas y conocidos para confirmar los acontecimientos y las fechas. Casi todas las citas proceden de documentos legales, correos electrónicos, cartas, grabaciones y entrevistas con las mujeres y otras personas que aparecen en el libro. La única excepción notable es un caso en el que no me fue posible acceder a los mensajes de texto, las cartas en papel y algunos correos electrónicos. En esa ocasión, la información proporcionada se basa en diversas narraciones ofrecidas por la persona implicada, las cuales han sido cuestionadas por aquellos con quienes mantenía una correspondencia.
Decidí seleccionar a estas tres mujeres por lo fácil que resultaba verse reflejada en sus historias, la intensidad de estas y la forma en que los hechos, pese a haber sucedido en el pasado, seguían vivos en el corazón de sus protagonistas. Me limité a hablar con aquellas mujeres que estaban dispuestas a contarme sus historias, de manera oficial y sin reservas. A medio camino de la investigación, algunas decidieron que les daba demasiado miedo verse expuestas. No obstante, en gran medida, basé mi selección en la observación de la capacidad de estas mujeres para ser sinceras consigo mismas y en su voluntad de transmitir sus historias y compartir su deseo. Otras personas implicadas carecen de una voz clara en este libro porque las historias que aquí se recogen pertenecen a estas mujeres. Sin embargo, he optado por proteger a aquellos cuyas voces no aparecen modificando casi todos los nombres, los lugares exactos y los detalles que facilitarían su identificación en los dos relatos que todavía no son de dominio público. En el caso del tercero, he cambiado los nombres de las personas que no desempeñaron un papel público o que eran menores de edad en el momento en cuestión.
Estoy convencida de que estas historias transmiten verdades esenciales sobre las mujeres y el deseo. Sin embargo, al final son estas tres mujeres en concreto quienes controlan sus propias vivencias. Todas las historias tienen diversas versiones, pero estas son las suyas.
Prólogo
C uando mi madre era joven, un hombre la seguía al trabajo todas las mañanas mientras se masturbaba.
Mi madre solo había terminado la escuela primaria y únicamente poseía una dote de trapos de cocina de lino medio decentes, pero era preciosa. Esta sigue siendo la primera palabra que me viene a la cabeza para describirla. Tenía el pelo del color del chocolate de los Alpes tiroleses y siempre lo llevaba igual, con los rizos cortos sujetos en un moño alto. No tenía la piel olivácea como el resto de su familia, sino que era de un color propio, un rosa tenue, como el del oro barato. Sus ojos eran marrones y su mirada, sarcástica y coqueta.
Trabajó como encargada de caja en un puesto de frutas y verduras del centro de Bolonia, en la Via San Felice, una larga calle del barrio de la moda plagada de zapaterías, joyerías, perfumerías, estancos y tiendas de ropa para mujeres que no trabajaban. Mi madre pasaba por delante de aquellos establecimientos de camino al trabajo y miraba las botas de cuero fino y los brillantes collares de los escaparates.
Pero antes de llegar a esa zona comercial, disfrutaba de un tranquilo paseo desde su piso por calles estrechas y callejones peatonales. Pasaba por delante de la cerrajería, la carnicería y los solitarios pórticos que apestaban a orina y al agua que se acumulaba en la piedra. El hombre la seguía por aquellas calles.
¿Dónde la habría visto por primera vez? Supongo que en el puesto de fruta. Era una mujer preciosa rodeada por una cornucopia de frutas y verduras frescas: higos suculentos, montones de castañas de Indias, melocotones radiantes, bulbos de hinojo blancos y brillantes, coliflores verdes, tomates en rama todavía cubiertos de tierra, pirámides de berenjenas de un intenso color púrpura, fresas pequeñas pero celestiales, cerezas relucientes, uvas para vino, caquis y una selección aleatoria de granos y panes, taralli, friselle, baguettes, algunas ollas de cobre a la venta y tabletas de chocolate para repostería.
El hombre rondaba los sesenta, tenía la nariz grande y estaba calvo, aunque la barba que cubría sus hundidas mejillas empezaba a clarear. Llevaba una gorra de vendedor de periódicos, como todos los demás ancianos que caminaban por las calles con bastón durante sus paseos diarios.
Un día, debió de seguirla hasta casa porque, una despejada mañana de mayo, se encontró a ese señor al que nunca había visto esperándola en la calle cuando abrió la pesada puerta de su edificio para salir de la oscuridad a la repentina luz. En Italia, casi todos los edificios de apartamentos tenían pasillos oscuros, las luces eran tenues y se encendían poco para reducir gastos, mientras que el sol se ocultaba tras los gruesos y frescos muros de piedra.
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