Annotation
Desde la perspectiva antropológica, Bernard Arcand aborda el vasto continente de la pornografía con la esperanza de hallar el grado cero del fenómeno que permita comprender por qué existe en este momento preciso de la historia y cuáles son sus consecuencias profundas.
Para ello, el autor recurre a una documentación impresionante y apunta tanto a describir correctamente el fenómeno mismo como a discutir las distintas interpretaciones que se han propuesto. Su obra constituye una especie de suma que ofrece al lector un conocimiento amplio y matizado de este hecho a la vez familiar y desconocido que es la pornografía.
Su preocupación central apunta a mostrar cómo se nos parece la pornografía, es decir hasta qué punto en realidad no es más que el espejo de lo que ha llegado a ser nuestra modernidad. Pero también muestra que la pornografía actual alude a algunas cuestiones elementales y muy antiguas como el papel social del pudor, el lugar de la masturbación como práctica sexual y el mito de la eterna juventud.
Bernard Arcand
Antropología de la pornografía
El jaguar y el oso hormiguero
Título original: Le jaguar et le tamanoir. Anthropologie de la pornographie
Traducción de Pablo Betesh
© 1991 Les éditions du Boreal, 1991
© 1993 por Ediciones Nueva Visión SAIC
Colección Cultura y Sociedad
Dirigida por Carlos Altamirano
ISBN 950-602-273-3
Tucumán 3748, (1189) Buenos Aires, República Argentina
A la orgullosa memoria de Lamar Clark,
que a falta de mesa redonda eligió una arena cuadrada
Este libro trata uno de los temas más delicados, más graves y, lo reconocemos, nos dio más trabajo que los otros, lo cual retrasó mucho su publicación. Pero hemos sentido nuestra responsabilidad en tanto que escritores frente a los excesos que se multiplican y que ponen en peligro la existencia misma del mundo, y hemos cumplido con nuestro deber, todo nuestro deber. Más de un lector se rendirá difícilmente a nuestras razones, combatirá nuestras conclusiones, se quejará por nuestra áspera franqueza. Que nos escuche sin pasión, que reflexione frente a Dios, que interrogue su conciencia, y tarde o temprano nos rendirá ese homenaje de que hemos dicho la Verdad, en honor de la razón humana y de la salvación del país.
GEORGES SURBLED Aquél que nunca se despertó en un lecho
anónimo al lado de un rostro
que ya no volverá a ver
y no salió de un burdel al alba con ganas
de tirarse a un río por asco físico
de la existencia, se ha perdido algo.
CHARLES BAUDELAIRE
INTRODUCCIÓN
ACERCA DELA DIFICULTAD DEL TEMA
En el fondo sólo el grado cero podría resistir al mito.
Roland Barthes, Mythologies
Si se lo piensa detenidamente, el principio de esta historia no resulta muy excitante. Imagínense a un decano de una facultad de ciencias sociales que declara que el departamento de Antropología recibe demasiado pocos estudiantes como para esperar cubrir sus gastos y que de todas maneras la antropología ya no es realmente una disciplina que conviene al "mundo moderno". Había entonces que reaccionar con rapidez, consultar un diario y tomar nota de lo que preocupaba a ese "mundo moderno" que parecía conocer el decano. Era 1983 y la página que ese diario consagra a las opiniones de sus lectores le otorgaba entonces mucho lugar a las controversias acerca del control político de la pornografía. La mayoría de los lectores denunciaban allí la progresión constante del mercado de la pornografía, ubicado entre los flagelos de la sociedad moderna y percibido como el reflejo de una degradación general del entorno social, cultural y moral; una forma de polución de alguna manera, comparable a la ruina de los medios naturales. Como la pasión que marcaba esos debates dejaba creer que eran muy importantes y dado que el sexo constituye un útil publicitario eficaz, el tema encontrado pareció perfecto.
El objetivo primero de este libro es, por lo tanto, mostrar cómo la antropología puede contribuir a esas discusiones actuales y permitir tal vez una mejor apreciación de sus apuestas; se trata entonces de intentar unir a estos debates acerca del bien y del mal una investigación sobre las condiciones que ha creado la pornografía y que aseguran su éxito, al tiempo que un examen de las razones que subyacen a las cuestiones políticas que ella promueve. En resumidas cuentas, ni más ni menos que poder explicar por qué la pornografía existe con sus contenidos actuales y bajo las formas particulares que ella reviste. Tratar de encontrar sus fuentes primeras y, por lo tanto, apuntar al grado cero del fenómeno, el cual según las leyes fundamentales de la antropología como también las de la física, jamás puede ser alcanzado enteramente, siendo sólo una aproximación.
Esta ambiciosa empresa implica un camino contrario al tomado por los comentarios habituales que proponen seguir la evolución de un fenómeno desde la prehistoria hasta nuestra época. El trabajo del antropólogo procede generalmente en sentido inverso: partir del caso indiscutiblemente moderno y totalmente actual para luego mostrar que las cuestiones que lo subyacen ya eran conocidas y habían incluso encontrado a veces respuesta en otra parte y desde hace mucho tiempo. En el caso que nos ocupa se trata de demostrar que en un ritual en que ciertos individuos se disfrazan de jaguares y otros de osos hormigueros, los indios Sherentes del Brasil central, exploran de hecho la única solución al dilema planteado por la pornografía moderna.
En seguida debemos prevenir a los amantes de los debates públicos que aquí probablemente no encontrarán una respuesta directa a su necesidad de saber cómo juzgar a la pornografía. Pues esta contribución a la antropología busca menos distinguir el bien del mal que localizar las condiciones necesarias para la emergencia de un fenómeno y medir las consecuencias. Como mucho las páginas que siguen trazarán un mapa de los riesgos futuros frente a los cuales las elecciones sociales parecerán a veces evidentes, a veces confusas e inciertas. Pero haciendo esto la antropología logra a veces extender y transformar los debates políticos insinuando que los parámetros de la discusión eran demasiado estrechos y que la pregunta incluso estaba mal planteada. Pretenciosa, la antropología espera incluso justificar su existencia a veces poniendo puntos allí donde a menudo ni siquiera se veía una i. Para ello fue necesario tomar algunos desvíos, visitar otros lugares y considerar otros temas, todo ello tras la noble meta admirablemente resumida por Dan Spelberg de volver "confusamente inteligibles algunos fragmentos de la experiencia humana, los cuales por ellos mismos valen el viaje" pero no hay que olvidar que se trata de un ensayo, es decir, según el diccionario, de una "obra literaria en prosa de factura muy libre que trata de un tema que no agota". Pues ¿quién podría pretender agotar la pornografía?
Este trabajo está dividido en tres partes muy diferentes, tanto por los temas tratados como por el modo de escritura. Hay, por lo tanto, desde el principio una indiscutible apuesta por reunir tres géneros que de costumbre se frecuentan bastante poco.
La primera parte se titula "Notas de lectura" porque busca resumir lo esencial de lo que se ha escrito en una documentación que se ha vuelto ahora un tanto considerable. Los comentarios y el análisis están reagrupados allí bajo dos rúbricas habituales: la definición del tema y las controversias que suscita. Al principio, la búsqueda de una definición adecuada de la pornografía resulta un tanto divertida ante la frialdad y el molesto aburrimiento que los comentarios analíticos traicionan, sobre todo frente a la franqueza grosera del mercado de la pornografía, para luego considerar brevemente los límites siempre inciertos de las clasificaciones efectuadas por los juristas y de los censores de las costumbres nacionales. En cuanto al sobrevuelo de los debates, se efectúa en principio a través de la crítica de una perspectiva conservadora que espera proteger la moralidad púbica. Luego, por la llamada de las principales discusiones en el seno del movimiento feminista, las cuales han conseguido enseguida provocar preguntas cuya importancia supera de lejos la simple polémica acerca de la censura de imágenes sexistas.