Introducción
Si hace seis años me hubieran dicho que iba a escribir un libro sobre pornografía, no me lo habría creído; pero, si echo la vista atrás, puedo comprender el camino que me ha traído a este momento.
Recuerdo perfectamente la sensación de incredulidad que me invadió cuando, siendo una niña, me enteré de que había personas en el mundo que morían de hambre. Durante mi infancia y mi adolescencia, el descubrimiento de las injusticias sociales y de la violencia me impactó profundamente. El feminismo, en forma de una revolución interior tras la que nada queda tal y como estaba antes, llegó a mi vida cuando tenía veinte años, cambiando mi manera de ser, de mirar, de relacionarme, de existir. Descubrir la magnitud de la violencia que sufren las mujeres y las niñas me llevó a tener claro que yo quería formarme en el feminismo y dedicar mi vida profesional y activista a ese terreno.
Uno de esos descubrimientos impactantes fue el de la existencia de la violencia sexual. Con el feminismo, pude aprender un marco para comprenderla alejándome de los falsos estereotipos socialmente aceptados; pero, como es habitual cuando profundizamos en la comprensión de las injusticias sociales, también tenía cada vez más preguntas. Me resultaba contradictorio que, en una sociedad como la nuestra, en que la igualdad parece un valor importante, haya tal magnitud de violencia sexual y, sobre todo, que una gran parte de ella ni siquiera se considere violencia.
Cuando comencé el doctorado, sabía que quería profundizar en la violencia sexual que sufren hoy en día mujeres y niñas, pero ni imaginaba que acabaría investigando sobre y en la pornografía. Comencé la tesis leyendo, por un lado, sobre las socializaciones de género en la actualidad. Dado que quería estudiar cómo se reproduce la violencia sexual contra mujeres y niñas, y dado que son los varones quienes la ejercen, me centré especialmente en el estudio de la masculinidad y de la construcción de la sexualidad masculina. Por otro lado, comencé profundizando en qué se había dicho desde el feminismo sobre esta violencia. Ambas líneas de estudio me permitieron comprender muchos factores que intervienen en la reproducción de la violencia sexual. Aun así, había una pregunta en mi mente que, lejos de resolverse, estaba cada vez más presente: ¿cómo era realmente posible que tantísimos varones se excitaran sexualmente ejerciendo violencia contra las mujeres y las niñas? ¿Cómo aprendían a hacerlo?
El camino para encontrar algunas respuestas se abrió cuando me propusieron que escribiera un artículo sobre pornografía, que fue publicado en Elementos para una teoría crítica del sistema prostitucional (2017). Hasta ese momento, la pornografía no había sido objeto de mi investigación; pero, una vez abierta esa puerta, aparecieron tantas respuestas que no solo no fue posible (ni deseable) volver a cerrarla, sino que la pornografía pasó a ser uno de los tres elementos centrales de la misma: pornografía, sexualidad masculina y violencia sexual contra mujeres y niñas. La investigación fue reformulada, y terminó abordando cómo la sexualidad masculina que se construye en la pornografía colabora directamente en la reproducción de la violencia sexual contra mujeres y niñas.
En el estudio de la pornografía, todo cuadraba: según iba investigando en ella, las respuestas estaban cada vez más claras, más definidas, más organizadas. Desde el primer momento, me centré en analizar qué mensajes transmitía la pornografía; con el avance en la investigación, dichos mensajes se fueron clasificando en distintos grupos, de manera que fue finalmente posible establecer una tipología en función de a qué hacían referencia. Los dos caminos abiertos en el marco teórico (el análisis de la violencia sexual y el análisis de la masculinidad y la construcción de la sexualidad masculina) se encontraron en la pornografía. Así, esta no fue una investigación que partiera de una preocupación por la pornografía, sino de una preocupación por la violencia sexual contra mujeres y niñas. Fue indagar en la reproducción de esta violencia lo que hizo que la pornografía apareciese como un elemento central, como uno de los factores que era imprescindible analizar para explicar la reproducción de la violencia sexual en este tipo de patriarcados.
Contado así, parece sencillo; pero este no ha sido solo un proceso de investigación: tiene un proceso personal detrás que aún no ha terminado. Cualquier persona que trabaje cerca de la violencia o investigue en ella, y tenga empatía hacia quienes la sufren, experimenta este proceso personal paralelo. Mirar a la violencia directamente y profundizar en ella, sin que todas las sensaciones que eso produce impidan avanzar o hacer un trabajo válido, requiere de un aprendizaje. En la pornografía, he encontrado las imágenes más terroríficas e indescriptiblemente dolorosas que he visto nunca. La disociación imprescindible para convertir esas imágenes en objeto de estudio e investigar en ellas se aprende, se entrena. Aun así, este no es un muro irrompible, y a veces hay que detenerse en el camino para poder reconstruirlo.
El choque entre la constatación de la humillación, la crueldad y la brutalidad ejercidas contra las mujeres que iba encontrando en la pornografía masivamente consumida y la alegre idea que socialmente se tiene de la pornografía como «sexo explícito» o «entretenimiento inocuo» me confundía de manera sobrecogedora: ¿sabía la gente lo que había en las páginas de pornografía? ¿O quizás quienes lo habían visto no veían lo mismo que yo o no sentían lo mismo que yo al verlo? ¿Quizás eran precisamente esos quienes habían dicho que eso era simplemente «sexo explícito», simplemente un «entretenimiento inocuo»? Ese choque me llevó a querer centrarme en el contenido de la pornografía, en lo que aparece en la pantalla. Quería poner en palabras las imágenes, diseccionarlas y clasificarlas para poder analizarlas y explicarlas. Cuanta más pornografía iba viendo, más claramente comprendía las estructuras que se repetían; las diversas ideas que transmitía cada vídeo iban ordenándose, creando una tipología de todo aquello.
Aprovecho para pedirte perdón de antemano por lo impactante o doloroso que puede ser leer algunos de los fragmentos de este libro en los que se describe el contenido de los vídeos; como vas a ir viendo, todos los vídeos son descritos para ser analizados: describirlos es imprescindible para que el análisis sea comprensible.
Algunos de los datos que aparecen en este libro son parte de la investigación que realicé en el doctorado. La tesis, finalmente, llevó por título «La reproducción de la violencia sexual en las sociedades formalmente igualitarias: un análisis filosófico de la cultura de la violación actual a través de los discursos y el imaginario de la pornografía». Fue dirigida por Ana de Miguel y contó con un contrato predoctoral de formación del profesorado universitario (FPU), concedido por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, desde octubre de 2015 hasta octubre de 2019. La tesis fue realizada desde el año 2015 hasta el año 2020, en que se defendió, obteniendo un Sobresaliente Cum Laude y recibiendo posteriormente el Primer Premio de la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género a tesis doctorales sobre violencia contra la mujer del año 2020.
En este libro, en un acuerdo con la editorial, hemos decidido suprimir la webgrafía. Esta decisión responde, fundamentalmente, a evitar colaborar con el enriquecimiento de la industria de la explotación sexual. Aunque el acceso a esta pornografía sea gratuito, con cada visita a cada vídeo se enriquece dicha industria: al lado de los vídeos aparece publicidad de otras páginas de pornografía y prostitución que pagan a la página que está ofreciendo pornografía de manera gratuita por incluir esa publicidad. Aun así, todos los datos están recogidos en la tesis doctoral, y serán contrastables cuando se publique en abierto. Todos los vídeos que van a ser analizados, sin excepción, pertenecen a Xvideos y a Pornhub, las dos páginas de pornografía más visitadas.