Amado y odiado con la misma intensidad y en proporciones muy parejas, Dražen Petrović ha terminado siendo mucho más que un simple jugador de baloncesto. Su presencia en la cancha, sus provocaciones continuas y su personalidad le convirtieron pronto en un líder. Los avatares de su vida deportiva (jugó en el Madrid después de haber sido su verdugo) y su prematura muerte a los 28 años en un absurdo accidente de coche, cuando estaba en el mejor momento de su carrera deportiva, triunfando en los Nets, hacen que hoy su recuerdo forme parte de la leyenda. Por eso es uno de los grandes mitos del deporte en general y del baloncesto en particular.
Juan Francisco Escudero
Dražen Petrović: La leyenda del indomable
ePub r1.0
Banshee 02.06.14
Título original: Dražen Petrović: la leyenda del indomable
Juan Francisco Escudero, 2012
Diseño de cubierta: Inma Bordell
Editor digital: Banshee
ePub base r1.1
Este libro va dedicado a mi familia, amigos, amantes del deporte del baloncesto y, por supuesto, a Pilar y a la pequeña Alexandra.
Gracias a Álvaro Chávarri y Diego Moldes por la aportación de datos y fotos. A Iván Fernández por sus ideas sobre el capítulo de declaraciones. Ta la embajada de Croacia.
También, y especialmente, a todos los genios transgresores que fueron olvidados por el paso del tiempo y la aparición de los mediocres…
Prólogo
LOLO SAINZ
C
UANDO Juan Francisco Escudero entró en mi despacho del estadio Santiago Bernabéu hace aproximadamente un año para pedirme que le hablara de Drazen Petrovic porque tenía la intención de escribir un libro sobre su vida, un inmenso escalofrío recorrió mi cuerpo, ya que en un instante se agolparon en mi mente todos aquellos momentos vividos alrededor de este genuino y genial jugador de baloncesto —hago mención especial del deporte que practicaba, por todos ustedes conocido, porque Drazen, desde el cielo, no me perdonaría jamás que no nombrara junto a su nombre el gran amor de su vida, el baloncesto—, desde el prisma de jugador contrario y como jugador del Real Madrid, por aquel entonces entrenado por un servidor de ustedes.
Juan, me tendrás que perdonar, porque en algunos momentos dudé si realmente un seguidor de baloncesto, fan de Drazen, sería capaz de plasmar en un libro la historia de una vida tan intensa como desgraciadamente corta de un fuera de serie en el mundo de la canasta. Después de leer tu libro no tengo por menos que reconocer y darte las gracias por haber recogido magníficamente la historia de la leyenda de un indomable y de un genio, que tú, sabiamente, comparas con Amadeus Mozart.
Hace muchos años fui a Sibenik a ver un partido entre el equipo local y la Cibona de Zagreb. Mi misión en este partido era observar detenidamente las evoluciones de los jugadores de la Cibona, próximo contrincante nuestro, pero he de reconocer que no les presté demasiado interés, ya que estaba inmerso en las evoluciones de un espigado y delgaducho jugador con pelo a lo afro que jugaba en el Sibenik y que era la esencia misma del baloncesto… Era Drazen Petrovic. Y así fue como vi, por primera vez, al que sería tantas veces verdugo del Real Madrid jugando con la Cibona y, por qué negarlo, también, en algunas ocasiones, nuestro salvador.
Me vienen a la memoria tantas y tantas vivencias y anécdotas… Siendo entrenador del Real Madrid, cada vez que teníamos que jugar contra la Cibona de Zagreb pasaba horas sin poder dormir pensando de qué manera podría parar a Drazen, llegando siempre a la misma conclusión: jugar un gran partido y… rezar. Tengo que reconocer que mis rezos no llegaban casi nunca a buen fin, porque se estrellaban ante esa muralla de genialidad, compromiso y competitividad que representaba la figura de Drazen. O aquella otra… Coincidimos con Drazen en un torneo amistoso en Málaga y me preguntó cuál sería su rol si llegaba a jugar en el Real Madrid, si meter 40 puntos cada partido o jugar al baloncesto. A lo cual yo le contesté: ¿Es incompatible jugar al baloncesto y meter 40 puntos? Drazen me miró con esa cara de niño malo y, esbozando una sonrisa maliciosa, me respondió: «Creo que seré muy feliz en el Real Madrid».
Después de la cantidad de desaguisados que nos había ocasionado con su equipo de la Cibona, comprendí que sólo había una manera de parar a este singular jugador, y era fichándolo para el Real Madrid. La odisea de su fichaje fue propia de una novela de Agatha Christie, mezclada con aventuras de James Bond, y que sólo un jugador de su categoría podía protagonizar. Viajaba a España para fichar por otro equipo español y en el vuelo de Madrid a Barcelona algo debió pasar, pues cuando bajó del avión ya era jugador del Real Madrid, historia sólo comparable a la de otro gran mito del equipo blanco… Alfredo Di Stefano.
La historia de Drazen, auténtico protagonista no sólo de este libro, sino de la historia viva del baloncesto, sirve de hilo conductor para que J. F. Escudero retrate un mundo del deporte donde apenas hay resquicio para los mediocres. Es Drazen quien representa la luz dentro de tanta oscuridad y tiniebla, y quien nos guía por la senda de la esperanza de que algún día otro Petrovic vendrá, ¡ojalá!, aunque me da la impresión de que su figura será irrepetible.
Como entrenador siempre he intentado inculcar a los componentes de mis equipos una gran implicación y compromiso personal hacia la aceptación de su trabajo, y así conseguir una más fuerte motivación dentro del grupo. El mundo del deporte es un excelente vehículo para ilustrar cómo ha de ser un líder, y Drazen fue un gran ejemplo de ello por su implicación y compromiso, no sólo hacia sus equipos sino también hacia sus compañeros, y de esa manera garantizar el éxito.
Su competitividad innata le llevó a ser un ganador, sólo comparable con Fernando Martín, y eso le valió el tener que soportar, aunque creo que lo llevaba estupendamente, entre aficionados de equipos donde no jugó, ¡claro!, periodistas, entrenadores, etc., las críticas a su falta de consideración con rivales e incluso con compañeros o su egoísmo. Como muy bien dice otro genial jugador de baloncesto, Epi, a la hora de hablar de Drazen: «Era un jugador muy duro, psicológicamente hablando […] intentaba sacar de sus casillas a los rivales, y de esta manera lograr todas las ventajas posibles». A mí me gustaría añadir: «Este tipo tenía algo fuera de lo común, era un ganador nato».
Querido Drazen, te llamaron egoísta porque un día decidiste meter 62 puntos para que tu equipo, el Real Madrid, ganara una competición que necesitaba para seguir manteniendo su prestigio en Europa. Y) a eso no le llamo egoísmo, sino implicación y compromiso hacia tu equipo y hacia tus compañeros. Tú no necesitabas esa fama de ser el mejor, el más grande, porque ya lo eras, lo hiciste por nosotros, por tu equipo.
Y como indomable que eras, y viendo que el baloncesto europeo se te quedaba pequeño, diste el gran salto hacia la mejor liga del mundo. Tu reto de alcanzar las más grandes cotas en el deporte nos privó de seguir teniéndote entre nosotros para poder disfrutar de tu juego. Y como no podía ser de otra manera, también terminaste triunfando en la elitista y petulante NBA, que gracias a jugadores como tú y otros europeos volvió a encontrar el camino del espectáculo. Si aquel trágico junio de 1993 el destino no se hubiese cruzado contigo en esa autopista alemana, hoy día tu nombre estaría inscrito junto a jugadores legendarios como Larry Bird, Michael Jordan, etc.