Annotation
La obra de Soboul constituye ya un mito en la historiografía sobre la Revolución francesa. Siguiendo la línea de Jaurès, Sagnac, Mathiez y Georges Lefebvre, Albert Soboul utiliza conceptos y métodos de carácter dialectico que le sirven para aclarar el fondo socioeconómico del movimiento revolucionario. El papel de los nobles y la aristocracia en general, el movimiento campesino en las zonas rurales, el levantamiento del pueblo en las ciudades y la imposición definitiva de la burguesía como clase social en predominio son fenómenos descritos y analizados a lo largo de estas páginas con una precisión y una claridad que nos parece estar viendo las secuencias casi cinematográficamente. Se ha dicho que la obra de Soboul es una historia socialista de la Revolución francesa; más bien diríamos nosotros que es una historia social en la que se iluminan zonas oscuras de la Revolución, a la luz del examen de las relaciones de producción y de las luchas de clases, del nuevo desarrollo de la agricultura y de las industrias manufactureras, etc. Este enfoque, predominantemente social, permite dar a la Revolución todo su relieve histórico en el progreso de la humanidad, a través del cual vemos el paso de una sociedad de carácter y organización feudal a otra de índole fundamentalmente burguesa. El libro termina con un capítulo importante sobre la Francia contemporánea y el modo como en ellas repercute todavía la influencia de la Revolución en sus estructuras sociales y políticas, con todas sus consecuencias. En suma, se trata de una obra que habrá de gozar del interés no solo de los estudiosos del pasado, sino de aquellos a quienes preocupa el presente y el porvenir, puesto que en el estudio vivo de aquel podemos vislumbrar la dirección del futuro histórico de la humanidad.
Albert Soboul
La Revolución Francesa
Título original: La Révolution Française
Albert Soboul, 1984
Traducción: Pilar Martínez
Editorial Globus (1994)
ISBN: 978-8488424112
INTRODUCCIÓN
Causas de la Revolución Francesa y sus caracteres
La Revolución Francesa señala la llegada a la historia de Francia de la sociedad burguesa y capitalista. Su característica esencial es la de haber logrado la unidad nacional del país mediante la destrucción del régimen señorial y de las órdenes feudales privilegiadas: la Revolución, según Tocqueville en L'Ancien Régime et la Revolution (lib. II, cap. I), «cuyo objetivo era abolir en todas partes los restos de las instituciones de la Edad Media». Que haya acabado en el establecimiento de una democracia liberal es algo que concreta aún más su significación histórica. Desde este doble punto de vista, y bajo la perspectiva de la historia mundial, merece ser considerada como el modelo clásico de revolución burguesa.
La historia de la Revolución Francesa plantea, pues, dos series de problemas. Problemas de tipo general: los relativos a la ley histórica de la transición del feudalismo al capitalismo moderno. Problemas de tipo concreto: los que se refieren a la estructura específica de la sociedad al final del Antiguo Régimen y que dan cuenta de los caracteres propios de la Revolución Francesa en comparación con los distintos tipos de «revolución burguesa».
Se impone hacer una observación de vocabulario. Sabemos las observaciones críticas suscitadas por los términos feudalidad y feudalismo, aquí empleados; Georges Lefebvre, en ocasión de un debate sobre «la transición del feudalismo al capitalismo», adelantó que no eran apropiados. ¿Cómo designar, a partir de ese momento, el tipo de organización económica y social que la Revolución destruyó y que se caracterizaba no solamente por las supervivencias del vasallaje y del desmembramiento del poder público, sino también por la persistencia de la apropiación directa por parte de los señores del producto del sobretrabajo de los campesinos, de lo que daban prueba las prestaciones personales, los derechos y cánones en especie y en dinero a que estaban sujetos estos últimos? Sin duda alguna, esto es dar a la palabra feudalidad un significado más amplio, que engloba los cimientos materiales del propio régimen. Es en este sentido como la entendían los contemporáneos, tal vez menos los juristas al corriente de las instituciones o los filósofos sensibles sobre todo al fraccionamiento del poder público que los campesinos que soportaban su peso y los revolucionarios que la derribaron. Es en este sentido como la entendía también ese observador clarividente por excelencia, Tocqueville, que escribió en El Antiguo Régimen y la Revolución (lib. I, cap. V) que esta última había destruido «todo lo que, en la antigua sociedad, procedía de las instituciones aristocráticas y feudales». Feudalidad, pues, no en el sentido restringido del derecho sino como noción de historia económica y social, definida por un cierto tipo de propiedad, por un modo de producción histórico basado en la propiedad de tierras, anterior al capital moderno y al modo de producción capitalista. No hace falta concretar que la feudalidad en este último sentido presenta diversos matices según la fase de su evolución y también según los países y las regiones. El papel histórico de la Revolución Francesa fue el de asegurar, por la destrucción de la feudalidad así definida, la transición hacia la sociedad capitalista.
FEUDALISMO Y CAPITALISMO
A finales del siglo XVIII la estructura social de Francia seguía siendo esencialmente aristocrática: conservaba el carácter de su origen, de la época en que la tierra constituía la única forma de riqueza social y, por lo tanto, confería a quienes la poseían el poder sobre quienes la cultivaban. La monarquía de los Capetos había despojado a los señores, al precio de grandes esfuerzos, de sus derechos de regalías: no por eso dejaron de conservar sus privilegios sociales y económicos. Los derechos señoriales seguían subrayando la sujeción de los campesinos.
El renacimiento del comercio y el desarrollo de la producción artesanal habían creado, sin embargo, desde los siglos X y XI, una nueva forma de riqueza, la riqueza mobiliaria, y con ello habían dado nacimiento a una clase nueva, la burguesía, cuya importancia había quedado consagrada con su admisión en los Estados Generales desde el siglo XIV. En el marco de la sociedad feudal, la burguesía había seguido su expansión al mismo ritmo del desarrollo del capitalismo, estimulado por los grandes descubrimientos de los siglos XV y XVI y por la explotación del mundo colonial, así como por las operaciones financieras de una monarquía siempre escasa de dinero. En el siglo XVIII la burguesía estaba a la cabeza de las finanzas, del comercio, de la industria; proporcionaba a la monarquía tanto técnicos administrativos como los recursos necesarios para la marcha del estado. La aristocracia, cuyo papel no había dejado de disminuir, seguía no obstante en el primer rango de la jerarquía social: pero se estancaba en casta, en tanto que la burguesía crecía en número, en poder económico y también en cultura y en conciencia. El progreso de la Ilustración minaba las bases ideológicas del orden establecido al mismo tiempo que se afirmaba la conciencia de clase de la burguesía. Su buena conciencia: como clase en ascenso, con fe en el progreso, estaba convencida de representar el interés general y de asumir las cargas de la nación; como clase progresiva ejercía una atracción victoriosa tanto sobre las masas populares como sobre los sectores disidentes de la aristocracia. Pero la ambición burguesa, llevada por la realidad social y económica, topaba con la letra aristocrática de las leyes y de las instituciones.
Esos caracteres no diferenciaban a Francia del resto de Europa. En todas partes el ascenso de la burguesía se había producido en detrimento de la aristocracia y en los mismos marcos de la sociedad feudal. Pero, como sea que los diversos países europeos habían tomado parte de forma muy desigual en el desarrollo de la economía capitalista, esos caracteres les afectaban en grados muy diversos, desde los Países Bajos e Inglaterra que desde el siglo XVII habían llevado a cabo su revolución burguesa, hasta las grandes monarquías de Europa central y oriental, con burguesías poco numerosas y con escasa influencia.