ANARQUISMO Y COMUNISMO CIENTÍFICO
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ANARQUISMO Y COMUNISMO CIENTÍFICO *
Confrontación ideológica entre un teórico marxista y un anarquista
¿Cuál era la finalidad que Nicolai Bujarin -"el más fuerte teórico del partido", como lo Definió Lenin-se proponía escribiendo el breve pero denso texto sobre “anarquía y comunismo científico”?
En la Rusia de los años veinte la situación social era como escribía Bujarin-de ruina económica y de decadencia de la producción y de la sana psicología proletaria; todo esto "tiende a degradar al proletariado a las condiciones de plebe harapienta y crea un terreno más o menos favorable a (ascendencias anarquistas".
Bujarin al decir esto quiere poner un límite ideológico a estas "tendencias" y lo hace trazando “la línea que separa al comunismo científico, marxista, de las doctrinas anarquistas". Por lo tanto, este era un escrito de divulgación y de propaganda destinado a tas masas (el opúsculo de Bujarin tuvo una enorme difusión no sólo en Rusia sino también en varios países europeos). Eso es lo que caracteriza a estas páginas y las hace particularmente interesantes. Además, son una pequeña pero eficaz síntesis del pensamiento marxista sobre los temas -fundamentales-de la función del estado proletario, de la dictadura del proletariado y de la organización de la producción. La interpretación, más bien la "representación", que Bujarin ofrece de las "doctrinas anarquistas", responde a tos fines que el teórico marxista se propone: la anarquía es, no sólo delineada, sino también explícitamente definida como "el producto de la disoluci6nde la sociedad capitalista", más bien la hez producida por el bárbaro régimen del capital.
De aquí la respuesta de Luigi Fabbri. Su escrito es firme y claro, basado sobre la realidad y no concede en lo más mínimo a la retórica ya la propaganda política. Muestra un perfil de las "doctrinas anarquistas" completamente distinto al delineado, por el marxista ruso.
Los dos textos -que aquí se publican juntos y por primera, vez en castellano, a más de medio siglo de su primera edición-constituyen por tanto un vivo debate ideológico, un estimulante “discurso a dos voces", cuya utilidad es innegable a los fines de la comprensión de las divergencias básicas, aún insuperadas, entre los socialistas autoritarios y los comunistas libertarlos.
Los textos que cierran el libro pertenecen a Rudolf Rocker, conocido en el mundo entero como uno de los estudiosos más profundos y expositor fecundo y sin igual del ideario anarquista, quien en un breve recorrido histórico nos define con mano maestra las ideas libertarlas, el qué y el por qué de Sus profundas discrepancias con el comunismo autoritario. Las ideas vertidas en estas pocas páginas nos hablan con claridad sobre estos problemas convirtiéndose así en un complemento ideal de las ideas de Luigi Fabbri, y en un escrito obligado para aquellos que gustan de profundizar en la búsqueda de la verdad y el cambio social.
Nicolai Bujarin
A la ruina económica, a la decadencia de la producción, le acompaña innegablemente la decadencia de la buena psicología proletaria; y todo esto -tendiendo a degradar al proletario a las condiciones de plebe andrajosa y transformando singulares elementos obreros ya activamente productivos en individuos desclasados-crea un terreno más o menos favorable a las tendencias anarquistas. A todo esto habría que agregar que los socialdemócratas han nublado y confundido el problema de la anarquía, adulterando a Marx. En consecuencia, creemos necesario trazar la línea que separa al comunismo científico, marxista, de las doctrinas anarquistas.
Comencemos por el “objetivo final” nuestro y por el de los anarquistas. Según el modo corriente de exponer este problema, comunismo y socialismo presuponen la conservación del Estado, mientras que la “anarquía” elimina el Estado. “Partidarios” del Estado y “adversarios” del Estado: así se indica habitualmente el “contraste” entre marxistas y anarquistas.
Es necesario reconocer que no sólo los anarquistas, sino también los socialdemócratas en gran parte, son responsables de una semejante definición del “contraste”. Las charlas sobre el “Estado del porvenir” y el “Estado del pueblo” han tenido mucha difusión en el mundo de las ideas y en la fraseología de la democracia. Algunos partidos socialdemócratas se esfuerzan, más bien, en acentuar siempre en modo especial su carácter “estatal”. “Nosotros somos los verdaderos representantes de la idea del Estado”, era la frase de la socialdemocracia austriaca. Semejantes concepciones no eran difundidas solamente por el Partido austriaco: ellas tenían en cierto modo curso internacional y lo tienen todavía hoy, en la medida en que los viejos partidos no han sido aún definitivamente liquidados. Y sin embargo esta “sabiduría de Estado” no tiene nada en común con la doctrina comunista-revolucionaria de Marx.
El comunismo científico ve en el Estado la organización de la clase dominante, un instrumento de opresión y de violencia, y es por este criterio que no reconoce un “Estado del porvenir”. En el futuro no habrá clases, no habrá ninguna opresión de clase, y por tanto ningún instrumento de esta opresión, ninguna violencia estatal. El “Estado sin clases” -concepto en torno al cual pierden la cabeza los socialdemócratas-es una contradicción en términos, un sin sentido, un término usado abusivamente, y si esta concepción forma el alimento espiritual de la socialdemocracia, los grandes revolucionarios Marx y Engels no tienen en verdad ninguna culpa.
La sociedad comunista es por lo tanto una sociedad sin Estado. Si es así -y es así sin duda- ¿en qué consiste en realidad la distinción entre anarquistas y comunistas marxistas? ¿Desaparece por tanto la distinción, al menos cuando se examina el problema de la sociedad futura y del “fin último”?
No, la distinción existe, pero ella se encuentra en la otra dirección y se la puede definir como distinción entre la producción centralizada en grandes haciendas y la pequeña producción descentralizada. Nosotros los comunistas, creemos que la sociedad futura no sólo se debe liberar de la explotación del hombre, sino que debería conseguir la mayor independencia posible del hombre respecto a la naturaleza exterior, que redujera al mínimo “el tiempo de trabajo socialmente necesario”, desarrollando al máximo las fuerzas productivas sociales y la misma productividad del trabajo social. Por ello nuestro ideal es la producción centralizada y metódicamente organizada en grandes haciendas, y, el último análisis, la organización de la economía mundial entera. Los anarquistas en cambio dan la preferencia a un tipo de relación de producción completamente distinto; su ideal está constituido por pequeñas comunas, las cuales por su estructura no pueden gestionar ninguna gran hacienda, pero estrechan entre ellas “acuerdos” y se unen mediante una red de libres contrataciones. Está claro que tal sistema de producción desde el punto de vista económico es más similar al de las comunas medievales que no al modo de producción que está destinado a sustituir al capitalista. Pero este sistema no es solamente retrógrado; es también utópico en grado sumo. La sociedad futura no se genera de la nada, ni la traerá un ángel hecha del cielo. Ella surge del seno de la vieja sociedad, de las relaciones creadas por el gigantesco aparato del capital financiero. Cualquier nuevo ordenamiento es posible y útil, sólo si se da un ulterior desarrollo a las fuerzas productivas del ordenamiento que está por desaparecer. Un desarrollo ulterior de las fuerzas productivas es naturalmente pensable sólo como continuación de la tendencia a la centralización del proceso productivo, como una intensificada organizatividad de la “administración de las cosas”, la cual tome el puesto del desaparecido “ordenamiento de los hombres”.
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