Una pasión literaria: Correspondencia de Anaïs Nin y Henry Miller
Anaïs Nin y Henry Miller
Selección e introducción: Gunther Stuhlmann
Título original: "A Literate Passion. Letter of Anaïs Nin and Henry Miller, 1932-1953"
Traducción: Juan Antonio Molina Foix
Colección: Libros del Tiempo, n.º 37
(©) Rupert Pole, 1987 (por acuerdo con G. Stuhlmann, representante del autor)
(©) De la Introducción y notas, Gunther Stuhlmann, 1987
(©) De los extractos de la obra " Henry Miller: Letters to Anaïs Nin", 1965
(©) De la traducción Juan Antonio Molina Foix
(©) Ediciones Siruela, S.A. 1991
Plaza de Manuel Becerra, 15 "El Pabellón"
28028 Madrid
Imprime: Gráficas Urpe, S.A.
ISBN: 84-7844-106-9
Depósito Legal: M. 40.741-1991
La publicación de esta correspondencia inédita entre Anaïs Nin y Henry Miller arroja nueva luz sobre los aspectos más íntimos de su fecundo idilio, desconocidos hasta fecha reciente por expresa voluntad de aquélla. Las más de doscientas cincuenta cartas que reúne esta edición, seleccionadas e introducidas por el albacea literario de Nin, abarcan las dos décadas más importantes de su relación, desde febrero de 1932, fecha que marca el nacimiento de su apasionada amistad, hasta octubre de 1953, cuando la distancia les permitía una visión retrospectiva más objetiva. Además, algunas cartas publicadas anteriormente de forma incompleta -debido a la censura que, por respeto a su marido, Hugh Guiler, ejerció la propia Anaïs - aparecen ahora en su versión íntegra, ya que la muerte de Guiler en 1985 acabó con los "problemas humanos" que entrañaba la publicación de la correspondencia.
Este apasionado intercambio epistolar da fe de una relación cautivadora que, en palabras de Nin, es "un pacto diabólico entre dos escritores que comprenden sus mutuas vidas literarias y humanas, y sus conflictos". Sus páginas descubren las satisfacciones y miserias de los comienzos literarios de ambos escritores en un París inolvidable, los resortes más secretos de su personalidad y, por encima de todo, la necesidad compartida de hacerse a sí mismos a través de la escritura, el apoyo y la admiración mutuos y el constante estímulo creativo que supusieron el uno para el otro.
Gunther Stuhlmann, editor y agente literario durante la mayor parte de su vida, ha estado asociado con varias editoriales y revistas de Nueva York. Ha editado las "Cartas" de Henry Miller a Anaïs Nin y siete volúmenes del "Diario" de esta última. Desde 1983 ha sido editor del anual " Anaïs : An International Journal".
Introducción
He aquí, publicado por vez primera, el relato confidencial de una amistad apasionada y un idilio literario que prevaleció contra todo pronóstico hasta el final del largo recorrido vital de dos escritores. Todo comenzó en 1931 durante un almuerzo casual en la periferia de París, cuando la esposa de Hugh Parker Guiler, Anaïs Nin, joven de veintiocho años muy propensa en aquellos momentos a las aventuras intelectuales o físicas, fue presentada a Henry Miller, el "escritorgángster" como un amigo le había apodado en broma, a punto de cumplir cuarenta años el siguiente veintiséis de diciembre. Aunque aparentemente no hacían buena pareja, tenían una cosa en común: ambos acababan de empezar a escribir y estaban profundamente seducidos por las palabras. Después de unos pocos meses de impetuosos intercambios intelectuales -en las mesas de los cafés parisinos, en el hogar de los Guiler en Louveciennes, y en un torrente de cartas- la relación se convirtió de pronto en un tumultuoso idilio.
Durante los siguientes diez años el supuestamente siempre indigente "chico de Brooklyn" y la hipersensible "niña-mujer" española (como la llamaba Edmund Wilson) intentaron vivir juntos. Cuando, a comienzos de los años cuarenta, estos esfuerzos fracasaron, por razones que se evidencian en su correspondencia, Henry Miller y Anaïs Nin volvieron a separarse.
Sin embargo, permanecieron unidos por un vínculo básico. Despojada de su efímero sentimentalismo, de su mutuo abastecimiento de necesidades materiales y emocionales, de una especie de arriesgada camaradería para romper tabúes sociales, su relación se mantuvo firmemente cimentada en torno a la compartida necesidad de hacerse a sí mismos a través de la escritura. Como Henry Miller escribiría más tarde, fue un intento "de explicarme a mí mismo con palabras". Para él eso supuso la investigación obsesiva y proustiana de su pasado y del dudoso papel que en él habían desempeñado las mujeres. En cuanto a Anaïs Nin, supuso la incesante búsqueda, a través de un diario que había llevado desde la infancia, de un presente emocional siempre evasivo. "¡Dios Santo!, es para volverse loco el pensar que tenga que pasar siquiera un día sin escribir", le escribió Miller a Anaïs Nin en febrero de 1932. "Jamás me pondré al día. Es por eso por lo que, sin duda, escribo con tanta vehemencia, tanta alteración. Es desesperante". Unos cuantos meses después Anaïs Nin anotaba en su diario: "La misma cosa que hace a Henry indestructible me hace indestructible a mí:
en el fondo de nosotros hay un escritor, no un ser humano".
Hasta la reciente publicación de " Henry and June", volumen extraído de las secciones anteriormente suprimidas del "Diario de Anaïs Nin", la mayor parte de lo que sabíamos de esta relación provenía de las páginas impresas de dicho diario, siete tomos que abarcan desde 1931 hasta 1974.
Un poco antes de su muerte en 1980, a los ochenta y nueve años, Henry Miller había publicado un breve y revisado recuerdo de Anaïs Nin en una antología de retratos de amigas suyas.
Sin embargo, en sus primeras obras publicadas, pese a su franqueza aparentemente confidencial, existen pocas evidencias de su largo romance, de su turbulento enredo, a no ser que rastreemos las emociones e incidentes que Miller ha trasladado a otro tiempo y lugar: el Nueva York de los años veinte en su saga de "La crucifixión rosada".
También disponemos, por supuesto, del volumen de Henry Miller "Cartas a Anaïs Nin" (G.P. Putnam, Nueva York 1965). En el momento de su aparición, Miller había ganado la batalla a la puritana censura que durante casi treinta años había impedido la publicación en su propio país de sus libros más importantes. Fue el comienzo de una rehabilitación, todavía bastante reacia, de su imagen de simple pornógrafo que degrada a las mujeres. El volumen centraba su atención en la evolución de Miller como escritor serio. Anaïs Nin, conocida entonces casi exclusivamente por su ficción de "vanguardia", aparecía únicamente como la muda destinataria de un torrente de cartas, la confidente con la que se sentía más cómodo. Los aspectos íntimos de su relación -al igual que los volúmenes del diario publicados después- tuvieron que ser omitidos.
Por lo tanto es en estas cartas aquí presentadas, que cubren más de veinte años, donde por vez primera tenemos una relación a dos voces, caleidoscópica, de dos escritores enamorados: enamorados el uno del otro por un tiempo, pero, sobre todo, enamorados de la escritura.
Para Anaïs Nin la escritura había sido, desde los once años, el único camino de que disponía para recomponer su vida, emocionalmente rota tras el abandono familiar de su padre. Obsesionada por una espantosa conciencia introspectiva, se sentía aislada del mundo "real" y fragmentada en capacidades inadvertidas ("No me extraña que raras veces me sienta adecuada a la vida. Adecuada ¿a qué?, ¿conforme a qué estado del alma?, ¿a qué estrato? ¿Cómo puedo ser sincera si cada vez debo elegir entre cinco o seis almas?"). El diario había sido su refugio, su taller, y el acto de escribir su único estabilizador. "El diario es producto de la enfermedad, tal vez una acentuación y exageración de la misma.
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