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David Servan-Schreiber - Curación emocional: Acabar con el estrés, la ansiedad y la depresión sin fármacos ni psicoanálisis

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David Servan-Schreiber Curación emocional: Acabar con el estrés, la ansiedad y la depresión sin fármacos ni psicoanálisis
  • Libro:
    Curación emocional: Acabar con el estrés, la ansiedad y la depresión sin fármacos ni psicoanálisis
  • Autor:
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    DEBOLSILLO
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  • Año:
    2010
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Curación emocional: Acabar con el estrés, la ansiedad y la depresión sin fármacos ni psicoanálisis: resumen, descripción y anotación

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CURACIÓN EMOCIONAL

Acabar con el estrés, la ansiedad y la depresión

sin fármacos ni psicoanálisis

David Servan-Schreiber

A los internos del hospital Shadyside de la Universidad de Pittsburg.

Para enseñarles tuve que reaprenderlo todo. A través de ellos quiero dedicar esta obra a aquellos que en todo el mundo están poseídos por la pasión de comprender y curar.

PRÓLOGO

Las ideas presentadas en esta obra deben mucho a los trabajos de Antonio Damasio, Daniel Goleman,Tom Lewis, Dean Ornish, Boris Cyrulink, Judith Hermann, Bessel van der Kolk, Joseph LeDloux, Mihaly Csikszantmihalyi, Scout Shannon, y de otros muchos médicos e investigadores. Hemos participado en las mismas conferencias, frecuentado los mismos colegas y leído la misma literatura científica. Por ello existen numerosos comentarios, referencias e ideas comunes entre sus obras y la mía. Al ir tras ellos, he podido sacar partido de su forma de exponer los trabajos científicos a los que hacían referencia. Quiero darles las gracias por todo lo bueno que pudiera contener el presente volumen. En cuanto a las ideas con las que no estarían forzosamente de acuerdo, son, desde luego, responsabilidad mía.

Todos los casos clínicos expuestos en las páginas siguientes provienen de mi propia experiencia (aparte de algunos casos descritos por colegas psiquiatras en la literatura médica, y que aparecen indicados como tales). Por razones obvias, se han cambiado los nombres, y todas aquellas informaciones que pudieran permitir identificar a las personas en cuestión. En algunos pocos casos he preferido reunir elementos clínicos de distintos pacientes por motivos literarios o de claridad expositiva.

  1. UNA NUEVA MEDICINA DE LAS EMOCIONES

< ones Igualmente cómodas que nos eximen de reflexionar>>.

Todas las vidas son únicas, y cada una de ellas es difícil Nos solemos sorprender envidiando la vida de los demás: <>, <>, <>... Lo cierto es que no tendríamos los mismos problemas, al menos no los nuestros. Pero tendríamos otros: los suyos.

Marilyn Monroe, la más sexy, célebre y libre de las mujeres, deseada incluso por el presidente de su país, ahogaba su desazón en el alcohol y murió de sobredosis de barbitúricos. Kart Cobain, el cantante del grupo Nirvana, convertido en vedete planetaria de la noche a la mañana, se suicidó antes de haber cumplido los treinta años. También el suicidio apareció en la vida de Hemingway, a quien un premio Nobel y una vida fuera de lo común no evitaron un profundo sentimiento de vacío existencial. En cuanto a Marguerite Duras, talentosa y capaz, conmovedora, y adulada por sus amantes, se destruyó mediante el alcohol. Ni el talento, la gloria, el poder, el dinero o la adulación femenina o masculina hacen que la vida sea fundamentalmente más fácil.

Y no obstante, existen personas felices que llevan una vida armoniosa. Por o general, tienen la sensación de que la vida es generosa. Saben apreciar lo que les rodea y los pequeños placeres cotidianos: las comidas, el sueño, la serenidad de la naturaleza, la belleza de la ciudad. Les gusta creer y construir, tanto objetos como proyectos o relaciones. Esas personas no forman parte ni de una secta ni de una religión particular. Se las puede encontrar por las cuatro esquinas del mundo. Algunas son ricas, otras no; algunas están casadas, otras viven solas; algunas cuentan con talentos particulares, mientras que otras son perfectamente normales. Todas han conocido fracasos, decepciones y momentos difíciles. Nadie escapa a todo eso. Pero en conjunto parecen saber sortear mejor los obstáculos: se diría que cuentan con una aptitud particular para crecerse frente a la adversidad, para dar un sentido a su existencia, como si mantuviesen una relación más íntima con ellas mismas, con los demás, y con lo que han elegido hacer de su vida.

¿Qué es lo que permite alcanzar un estado así? Tras veinte años de estudio y práctica de la medicina, sobre todo en las grandes universidades occidentales, pero también junto a médicos tibetanos o chamanes amerindios, he descubierto algunas claves que han demostrado ser útiles tanto para mis pacientes como para mí mismo. Con gran sorpresa por mi parte no me han enseñado ninguna de ellas en la universidad. No se trata de medicamentos ni de psicoanálisis.

El momento crítico

Nada me preparó para semejante descubrimiento. Empecé mi carrera en medicina sobre todo por amor a la ciencia y la investigación. Al final de mis estudios abandoné el mundo de la práctica médica durante cinco años para interesarme por la manera en que los sistemas de neuronas engendran pensamientos y emociones. Obtuve un doctorado en ciencias neurocognitivas bajo la supervisión de los profesores Herbert Simon –uno de los pocos psicólogos que han recibido el premio Nobel-, y James McClelland, uno de los fundadores de la teoría de los sistemas de neuronas. El principal resultado de mi tesis fue publicado en Science , la revista de referencia en la que todo científico espera ver publicados sus trabajos algún día.

Tras esta rigurosa formación científica me costó regresar a la práctica clínica para terminar mi especialización en psiquiatría. Los médicos de los que se suponía que debía aprender mi oficio me parecían demasiado imprecisos en su enfoque, demasiado empíricos. Estaban mucho más interesados en la práctica que en la base científica que enseñaban. Tenía la impresión de no aprender más que recetas (para esta enfermedad, hacer tal y cual pruebas, y utilizar los medicamentos A, B y C a tales dosis durante tantos días...). Todo ello me parecía demasiado alejado del espíritu de cuestionamiento permanente y de la precisión matemática que tan familiares me resultaban. No obstante, me animaba repitiéndome que aprendía a cuidar pacientes en el seno del departamento de psiquiatría más riguroso y orientado hacia la investigación de Estados Unidos. En la Facultad de Medicina de la Universidad de Pittsburgh, nuestro departamento recibía más fondos del Gobierno destinados a investigación que todos los demás, incluido el prestigioso departamento de trasplantes cardíacos y hepáticos de nuestro hospital. No sin cierta arrogancia, nos considerábamos “científicos clínicos”, y no simples psiquiatras.

Poco tiempo después obtuve fondos procedentes del Nacional Institute of Health* y de diversas fundaciones privadas, que me permitieron crear un laboratorio de investigación acerca de las enfermedades mentales. El futuro no habría podido ser más prometedor: podría saciar mi sed de hechos y conocimientos. Pero al cabo de muy poco tiempo pasaría por ciertas experiencias que cambiarían por completo mi visión de la medicina y transformarían mi vida profesional.

Primero fue un viaje a la India, para trabajar con refugiados tibetanos en Dharamsala, la población donde reside el Dalai Lama. Allí conocí la práctica de la medicina tradicional tibetana, que establece un diagnóstico de los * El equivalente al INSERM ( Institut nacional de la santé et de la recherche médicale), organismos público francés para el fomento y la coordinación d la investigación médica.

“desequilibrios” gracias a la palpación prolongada de los pulsos de ambas muñecas, y a la inspección de la lengua y la orina. Sus practicantes curan utilizando sólo la acupuntura y las plantas.

No obstante, con toda una gama de enfermedades crónicas parecían tener tanto éxito como la medicina occidental. Y sin embargo, existían dos grandes diferencias: los tratamientos presentaban menos efectos secundarios y costaban bastante menos en términos económicos. Al reflexionar sobre mi práctica de psiquiatría me pareció que mis propios pacientes sufrían sobre todo, también, de enfermedades crónicas: depresión, ansiedad, trastorno maníaco-depresivo, estrés... Por primera vez empecé a hacerme preguntas acerca del menosprecio que me había sido inculcado a lo largo de mis años de estudio hacia las medicinas tradicionales. ¿Estaba basado en hechos –como siempre había creído- o simplemente en la ignorancia? El palmarés de la medicina occidental es inigualable en cuanto a enfermedades agudas, como la neumonía, la apendicitis y las fracturas. Pero está lejos de resultar ejemplar en lo concerniente a las enfermedades crónicas, incluyendo la ansiedad y la depresión...

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